Simplemente un recuerdo.
El verano estaba en su apogeo, la playa, las gaviotas revoloteando sobre el agua, la espuma llegando a la arena, la brisa mañanera y la soledad del lugar a esa hora tan temprana en que la gente aún ni siquiera se había levantado, todo aquello era hermoso, mis pies descalzos dejando sus pequeñas huellas en la suave arena, todo era fabuloso y me sentía dichosa de estar en el único lugar del mundo donde verdaderamente deseaba estar.
La larga caminata despertó mi apetito, ese día ni siquiera había desayunado y luego de un prolongado chapuzón donde pude lucir mis dotes de nadadora, al Sol, el único espectador que parecía abrazarme y sonreírme, volví al hotel justo a tiempo para poder bañarme y bajar a desayunar.
Esas fueron las mejores vacaciones de mi vida, Río de Janeiro se me antojaba la mejor ciudad del mundo y allí me dirigí a disfrutar de todo aquello fabuloso, su gente, su ciudad, sus playas y su samba, todo nuevo para mí que llegaba a un lugar tan diferente de mi pueblo en un país muy lejano y sombrío.
El desayuno fue algo increíble, todo allí era delicioso, las frutas tropicales, algunas de las cuales jamás había visto, solamente al recordar pienso que, si alguna vez me hubiera ido de esta hermosa ciudad, hubiera sido el fin de un sueño increíble.
Aquella fue una mañana misteriosa, sobre mi cama, al volver a mi habitación encontré un sobre cerrado con mi nombre y al abrirlo supe que alguien me había enviado flores las cuales estaban sobre una pequeña mesita de la habitación dentro de un florero con agua.
Pregunté a la persona de la limpieza si había sido ella la que había puesto la carta y las flores y me respondió que si, se las habían dado para que las pusiera allí, para usted.
Quise saber quién era la persona que se las había dado y con una mirada ella me dijo que mirara hacia la puerta y allí estaba, el hombre con el que había soñado toda mi vida pero que jamás había encontrado.
Guapo, muy elegante con su traje blanco, parecía haber salido de algún cuadro casi de otra época a pesar de ir vestido muy a la moda.
Se presentó diciéndome que desde que me vio, supo que tenía que conocerme, estaba de licencia y había aprovechado para pasar unos días en el hotel.
Se presentó pidiéndome disculpas por la manera en que lo había hecho pero que las rosas que eran su flor favorita llenarían con su aroma mi habitación.
No supe que contestar, pero me dejé llevar por aquél hombre que en mis sueños juveniles veía sobre un corcel llevándome junto a él a orillas de algún río.
Al medio día me invitó a almorzar, me llevó a recorrer las calles de Río, la alegría de su gente, el color de sus calles…
A la noche pasó a buscarme, pero no salimos, una hermosa mesa en un lugar del hotel, estaba destinada para la cena más maravillosa que haya probado, los candelabros de cristal con sus blancas velas eran la única iluminación, pero aquello era mágico y mi mayor temor era despertar de aquél hermoso sueño en el cual me había sumergido sin saber si era realidad o simplemente mi imaginación me estaba jugando una mala pasada y despertaría de un momento a otro.
La semana más maravillosa la pasé desde el día que conocí a Luciano, pero no fue la mejor de mi vida o debo decir de nuestras vidas porque, como en mis sueños, me casé con aquél hombre maravilloso y ahora vivo en Río de Janeiro, junto a mi esposo y mis hijos.
Luciano era el dueño del hotel y ahora lo llevamos juntos, hoy, bajé a la playa muy temprano y volví a recordar toda mi vida y debo decir que si alguna vez, luego de haber dejado este mundo, Dios me preguntara qué me gustaría ser en mi reencarnación, le contestaría que volvería a vivir aunque en otro cuerpo, la misma vida, cuando oigo a mucha gente quejarse de lo malo de la vida no puedo menos que sonreír, quizá con un poco de suerte y mucho amor la vida puede ser lo que nuestros sueños desean.
Omenia 14/2/2022
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