EL MILAGRO

Hola, amigos:
Cuando un médico, como yo, se jubila se convierte en testigo de la naturaleza humana. Es fascinante todo lo que los humanos hacemos.

Un amigo mío ya viejo, no pongo la edad porque es muy presumido este señor, siempre se quita los años, tuvo la desgracia (o dicha) de que su esposa, probablemente aburrida de aguantarlo, se fue a la dimensión desconocida. En su viudez, mi amigo, sintió que sus bríos renacían y le entró el segundo aire.

Siempre había sentido pensamientos lúbricos sobre su secretaria, Mariquita, muchacha joven conocedora de la vida y en edad de merecer. Su libidinoso jefe, después de un ridículo galanteo, le pidió relaciones. Ella como buena católica le dijo “sólo casada” (es probable que estuviera pensando en el dinero, ya que su viejo galán es un rico industrial).

La boda fue por todo lo alto, de sus amigos, sólo a mí me invito, de seguro por miedo a la burla de sus contlapaches y que le dijeran: “matrimonio a edad madura, cornamenta o sepultura” o algo parecido.
En la noche de bodas, el vejete con voz de conocedor le preguntó a su bella y joven desposada:
—Dime la verdad Mariquita ¿eres virgen?
Ella contrariada pensó: “viejo infeliz, decrépito y además exigente”. Le contestó:
—¿Por qué quieres una virgen? ¿Para que te haga un milagro? No te preocupes, mi vida, yo te haré el milagro de que funciones en el himeneo.