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No son las calles las culpables que uno desvaríe y se arremoline entre sus hileras infinitas de casas. Ni tampoco mi lápiz que sólo trazó sin conciencia en ese papel. Fui yo, encadenado a mil y una situaciones sin resolver que anoté casi sin pensarlo, escuchando a medias, inventando y sobre escribiendo lo que imaginaba. La calle Nuez no existe y por supuesto tampoco esa numeración irreconocible. La comuna se me filtró de mala manera por el oído y allí, travestida se atascó en la bola de cerumen que crece como mala hierba dentro de mis orejas. Mala cosa con esa nuez improductiva e inconducente.
Un señor enteco se rasca la nuca antes de responderme que vive por esos lares hace más de cincuenta años y que jamás ha escuchado o se ha topado con alguna calle que posea dicho nombre. ¿Está usted seguro de anotar bien la dirección? Guardo silencio, preferible a reconocer que mi escritura fue aleatoria, casi sin asunto. Le agradezco por su atención.
Ya alejado, me grita colocando sus manos como bocina “A tres cuadras de acá hacia el sur está la calle Las Moras. Puede que le sirva”. Seguro bromea. O bien es el reino vegetal o yo que desconfío de todos.
Unos muchachos que pelotean en la vereda se detienen acezando para permitirme el paso. La pregunta se me queda atascada en la garganta. Son cinco jóvenes y cada cual elaborará alguna teoría. Y la calle Las Moras saldrá al baile una vez más para asorochar mi tolerancia. Saludo con un gesto que presumo elegante mientras unas carcajadas sofocadas a mi espalda me indican que olieron mi desconcierto y alegran su mañana de pelota y chismes.
Se me vienen a la mente esas poblaciones con callejuelas de nombres relacionados. Si la villa se llama Naciones Unidas, allí estará la calle Japón topándose con Australia y bifurcándose con Las Américas. ¿No será acaso que dicha calle Nuez pertenece a la Villa Los Frutos o Los Vegetales o Villa Frutos Secos? La selección se me hace tediosa y no poseo un celular que me resolvería esta situación en segundos.
Acudo a una junta vecinal donde toma siesta una señora maciza, de cabellera cobriza y nariz aporronada. Se sobresalta al verme. Sonrío para entibiar este encuentro pero la mujer permanece inmutable, enorme y somnolienta. Le explico que busco una calle que me dictaron a la rápida y que yo anoté también a la rápida como Nuez. La mujer reprime un bostezo, ordena los pliegues de su escote bajo el cual se adivinan sus pechos robustos y se alza utilizando la palanca fornida de su brazo derecho. Busca entre unos libros destartalados que se esparcen sobre la mesa y encuentra una guía telefónica tan ajada y deplorable que hasta me provoca un vacío en el pecho. Seguro que es el reflejo indebido de una pena que se niega a disolver. En tiempos de la 5G y ella utilizando ese mamotreto prehistórico. Ensayo una tos para despistar porque a veces los pensamientos se huelen.
“¿Nuez me dijo?” pregunta con su voz grave. Asiento con la cabeza. Ya no quiero pronunciar esa palabra. Me estorba entre los colmillos, se deforma como un chicle inmasticable y quisiera escupirla de una buena vez. Después de largos minutos de revisión, la señora concuerda con mi pálpito que dicha calle es inexistente. Por lo menos en esa comuna.
Me reprimo de preguntarle si existe en las inmediaciones o más lejos alguna Villa Frutos Secos. Hago bien. Prefiero arreglarme el cuello de la chaqueta y estirarle mi mano húmeda en señal de gratitud.
Quiso la mala fortuna que antes de salir, ingresaran cuatro tipos mal encarados, cada cual con una pistola. O revólver, no sé nada de armas pero sí del terror que me infunden.
“¡Arriba las manos todos!”
La mujer obedece como si un resorte las impulsara hacia el techo de volcanita. Me inmovilizo, presiento el fuego en mis entrañas y soy un muñeco de piedra. Sólo cuando algo duro se estrella en mis espaldas elevo mis manos cual si saludara a alguna deidad. Siento el hurgueteo de algunas manos en mis bolsillos, ruedan monedas, pañuelos de papel y mis documentos. Entre todo, la dirección aquella: Calle Nuez tanto y tanto.
Revuelven los cajones, los libros se despaturran en el piso y la mujer sólo pide que no quemen de nuevo la sede. También ha sido manoseada por los tipejos y luego impulsada al asiento donde rebota cual si fuese de goma.
Un libraco sin asunto ha volado a escasos centímetros de mis zapatos. Leo por evasión su título: El canal de Suez, así como por evasión observé alguna vez esa lámpara de bronce del director que me reprendía, o esa puerta mordisqueada de la vecina que discutía conmigo o ese Quijote de loza sobre la mesa de ese jefe que me despidió aquella lejana tarde. Lámparas, puerta o figura del Quijote y ahora ese libro desguazado que se quedará también archivado en mi bitácora de hechos desgraciados.
Vuelo por los aires antes de estrellarme en la pared. Uno de los delincuentes me ha sacado del camino de un brutal empujón y ahora el grupo sale desalado con un magro botín.
Desciende desde alguna parte un silencio que sabe a respiro, a desahogo. Nos contemplamos con la mujer e imagino que ella como yo tratamos de recomponer algo que se nos hizo trizas dentro del cuerpo. Se me diluyó de golpe el motivo que me traía por estos lados y recién atino a recoger los desvencijados libros esparcidos por el suelo.
“No se preocupe, caballero. Ya llegará el secretario y quiero que vea este desorden. Para que entiendan de una buena vez que tiene que haber algo de seguridad acá.”
Asiento y sólo recojo el libro de Suez. Antes de entregárselo, releo el nombre y alguna pieza debe de haber hecho click en este puzle, porque comparo Suez con Nuez y reparo en la coincidencia.
¿“Existe una calle Suez por acá?” pregunto y ella asiente.
Ahora trato de encontrar a un señor Suárez que vive en calle Suez 2245 o 48 o 2355. La tarde es larga para este propósito.













Texto agregado el 18-03-2022, y leído por 141 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
23-03-2022 Vaya vaya con la dirección y el deseo de ubicarla, pero si bien has hecho reír al lector, en el fondo nos pasa muy seguido o bien, la gente mal intencionada, te manda de un lado a otro. Excelente mi buen. Abrazo. sendero
21-03-2022 Ay Guidos, en este mundo caótico en que vivimos tu relato es perfectamente creíble. Ironía, humor, suspenso, uf! tu relato tiene todos los componentes y sobre todo mucho ingenio. Saludos, sheisan
20-03-2022 Qué grande sos Guidos! Ya quisiera cualquiera escribir como vos, me pongo en la fila a ver si me toca quizás un premio consuelo, vaya a saber...Podría muy bien haberte acompñado en esa búsqueda de la calle Nuez, mi famosa amiga la Sra D. Quién sabe si entre ambos no hubiesen solucionado antes el misterio, jajajaa.. MujerDiosa
20-03-2022 De excelencia lo tuyo, mientras leía pensaba en que todo lo que relatas puede, efectivamente, suceder. Muestras una concatenación de errores que llevan al personaje a vivenciar situaciones por las que, si no hubiese equívocos desde el principio, probablemente no debiese haber pasado, lo cual me lleva a reflexionar en torno al destino. Gracias. gsap
19-03-2022 Excelente cuento, Gui, donde se refleja tu fiel estilo de escribir. Me quedo pensando en esa falta de seguridad que existe ahí, aquí y donde quiera que sea. Además de las peculiares circunstancias que vive el personaje de tu historia, los avatares que puede ocasionar una S en lugar de una N. Muy bueno. Un abrazo Shou
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