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Hace mucho, mucho tiempo, en un lejano país, vivía una reina a la que asolaba una gran desdicha.

Cada día, tras disfrutar de una suculenta comida, y llegada la hora del postre, a la reina se le planteaba un gran dilema. Existían dos postres que deseaba con fruición muy por encima de todos los demás, como eran la mousse de limón y la tarta de chocolate, entre los cuáles era incapaz de decantarse. Cada día, tras disfrutar de una suculenta comida, llamaba a sus consejeros, que divididos en dos bandos, se disponían a cantar las alabanzas de cada uno de los postres. Unos, defendían la suavidad y delicadeza de la mousse, la elegancia de su presentación, así como el toque de distinción que suponía su leve acidez. Los otros, comentaban las propiedades nutritivas del chocolate, tanto como su sabroso sabor, y sus nada desdeñables propiedades estimulantes, que por la época comenzaban a cobrar fama. Y así, día tras día, y una vez oídos los diversos argumentos expuestos por los consejeros, y después de disfrutar de una suculenta comida, la reina acaba eligiendo uno de los dos postres. Pero nada más empezaba a saborearlo, no podía impedir que acudiera a su mente el recuerdo de los argumentos esgrimidos por los consejeros perdedores, así como los placeres asociados al sabor y olor del postre no seleccionado, y enfadada consigo por haber errado en la elección una vez más, se encerraba en su dormitorio por toda la tarde, sin que nadie se atreviera a molestarla.

Un día, tras haber disfrutado de una suculenta comida, la reina llamó a sus consejeros, quiénes como de costumbre se distribuyeron en dos bandos. Sin embargo en esta ocasión, antes de que empezaran a hablar, la reina se puso en pie, adoptando regia postura, y les comunicó que había tomado una decisión que acabaría con su gran problema, había decidido que a partir de ese día, tomaría los dos postres. Los consejeros respondieron al principio con un temeroso silencio, mientras sopesaban la importancia de la decisión, y por fin prorrumpieron en aplausos, alabando a la reina, y recriminándose entre ellos el no haber sido capaces de, en su calidad de consejeros, proponer antes esta solución.

Así fue como, desde aquel día, la reina fue feliz; o al menos esta fue la historia que otra reina le contó a su marido, el rey, quién volviendo al castillo mucho antes de lo esperado tras un corto día de caza, y sin ser anunciado por las trompetas en contra de lo habitual, la sorprendió en la cama con su amante, el propio hermano del rey.

Y es que, como la reina no se cansó de argumentar incluso hasta momentos antes de ser decapitada, ella, era incapaz de elegir.

Texto agregado el 05-10-2002, y leído por 543 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
21-04-2006 jajaja ingeniosa la excusa... creo k la tomare en cuenta si llego a tener el mismo problema KAReLI
24-01-2005 ja!!...que lista!!. Me gustó un beso eloisa
28-07-2003 que buena historia... muchos de los males de nuestra era pueden deducirse de personas que no saben elegir. 5 para usted CaroStar
18-03-2003 se parece a un cuento de sherezade... siempr volviendo a los mitos de antes... buena tu narracion fermina_daza
07-10-2002 Muy bueno, y el final genial. Felicidades BERTA
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