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Caían las hojas, el barco en el horizonte y un punto luminoso. Desde la cocina revoloteaba el olor del café y el aroma de unos plátanos fritos. Ella no tardaría en sacar la mesita y traer dos tazones de café y una bandeja colmada. Era nuestra rutina: divisar la caída del atormentado sol zambullirse entre el mar y sentir la hora del crepúsculo, el momento en que los fantasmas se expresan. Era mi primera vez como fantasma y me sentí complacido de que no hubiese olvidado nuestra rutina de mirar el ocaso.
En un instante del crepúsculo, la mujer entrecana daba a un hombre menor que ella, el manjar en su boca. No dije nada, en la penumbra me diluí. |
Texto agregado el 13-04-2022, y leído por 153
visitantes. (8 votos)
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Lectores Opinan |
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18-04-2022 |
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Los fantasmas que seremos debemos estar advertidos que la vida continúa su camino sobre nuestros huesos y que el recuerdo poco a poco se transforma en olvido. Nada nuevo bajo el sol, diría ese espectro, ya sin ánimo alguno de acunar en sus ruinas algo parecido al despecho. Un gran abrazo, amigo. Si los grandes escritores siguieran tu ejemplo, muchos nos saciariamos con sus breves pero concluyentes colecciones. guidos |
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15-04-2022 |
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Dejas, en pocas palabras, rodar el misterio que favorece a lectores exigentes. Te felicito. peco |
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15-04-2022 |
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Para los amores perdidos hay dos caminos, llorar una vida o renovarse al momento para no extrañar demasiado.
*5 tequendama |
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15-04-2022 |
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Hay en tu texto el acierto de la sorpresa final. Sabia decisión del fantasma el retirarse con la dignidad que se merecía. Muy bueno, amigo. maparo55 |
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14-04-2022 |
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ohhh... Buenísimo!! me encanta este decir en laberinto al que hay que estar atento. Muy bueno en verdad. Saludos, sheisan |
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