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Pancho camina por calles sin nombre junto a su esposa, siempre ella con la seriedad endureciendo sus facciones. Junto a ambos y muy apegada a su tía camina Laura, sobrina regalona, mar de risas y rezongos alternados, despechugada, tanto que se pueden visualizar con ojo escudriñador sus dos redondeces blancas como la leche y robustas, levemente cubiertas por su traje desabrochado. Marcia, su mujer, sumida en misteriosas cavilaciones trenzadas a lo largo de su aporreada existencia. Pero la sobrina es su antítesis, sospechosa disoluta que luce sus piernas bien torneadas y contundentes, blanco de miradas de tipejos que entornan sus ojos para disfrutar de este grato espectáculo, mientras la esposa les dispara miradas furiosas y embadurnadas con sus propios tormentos.
Pero Pancho es hombre serio y jamás intentaría traicionar a su mujer con algo turbio, pese a que la tentación está a la mano y su instinto lo traiciona en alguna que otra mirada furtiva, sofrenada con alguna oración inventada por él mismo. Porque no es católico ni evangélico ni profesa ninguna religión hasta el día que sólo exista una sola que una a todos los hombres en concordia, paz y bienaventuranza. Es un tanto iluso el bueno de Pancho, tan pero tan diferente a su esposa, malhumorada, cruel y pesimista. ¿Cómo se unió este par de seres tan diferentes para encadenar sus vidas a una larga y tan desigual existencia? Recapitulando, Marcia no siempre fue así. Pero los años acumulándose iguales unos a otros en esa chatura sin sorpresas y repletos de expectativas fallidas, terminaron frunciéndole el ceño a la cincuentona mujer, dibujándole cada frustración en su rostro resquebrajado. Pancho lo evidencia menos aunque la procesión la lleva estampada en su estómago, reforzado apenas tras años y años de retos, juramentos y maldiciones. ¿Será acaso que la sobrina aquella, descocada, sin horizontes pero maquillada con los colores chillones de la fatuidad sólo viene a hacer más grata la existencia? Digamos grata en sentido figurado, porque también su presencia es motivo de tentaciones para el pobre hombre que la disfruta sólo cuando ambas mujeres conversan entre ellas y pasea sus ojos entre ávidos y temerosos por la abundante geografía de la muchacha. Ocurrió cierta vez que cuando navegaba absorto por sus abundantes senos, alzó su mirada y Laura lo contemplaba con gesto burlesco y con una leve sonrisa giocondiana. El rostro de Pancho adquirió un rojo intenso que se demoró un mundo en disiparse, de tal modo que Marcia, su esposa, reparó en su notoria tonalidad y le preguntó el motivo.
“Nada tía. El tío Pancho está acalorado” terció malévola, mientras sonreía con picardía.
El médico fue generoso al extenderle a Marcia una receta con múltiples medicamentos para la depresión, el apetito y el insomnio. Y así, de un día para otro como entre nubes, la mujer caminaba plácida entre Pancho y Laura, tan despechugada y generosa como de costumbre. Conformaban un trío singular que realizaba múltiples menesteres en esas tardes solariegas o colmadas de gente.
Semanas llevaba Marcia durmiendo como marmota y sin siquiera emitir ronquidos. Pancho leía con placer desacostumbrado en la quietud de la medianoche. Ausentes estaban las miradas cargadas de algo parecido al odio de la mujer y que sólo representaban un sentimiento que se le había petrificado entre sus comisuras y el entrecejo. Pancho disfrutaba de la lectura no convencido aún de su buena fortuna.
No reparó cuando Laura se asomó a la puerta de su dormitorio con una queja estampada en su mirada.
“Tíiio” arrastró sus palabras la muchacha, “tengo un dolor en la espalda y como la tía duerme… “
Pancho contempló a la muchacha, semi curvada, lo que le brindaba una sugerente perspectiva a esos voluminosos pechos contenidos en su camisón de dormir.
“Hija…no…” susurró el hombre mientras el caudal de su sangre una vez más prometía migrar a su rostro.
“Ya tío, no sea malo. Venga a auxiliar a su sobrina” susurró Laura.
Pancho le echó una mirada a su mujer, devenida en estatua, abandonó la lectura, suspiró y se dijo para sí: “Seré correcto”.
Desde entonces, el trío recorre calles y callejones con un cambio radical en su espíritu. Marcia, la esposa, casi pareciendo flotar entre esposo y sobrina con su paso ligero y Pancho, alegre y recuperada su autoestima, tantos años maltratada por los arranques de su esposa. Con respecto a Laura, luce recatada, con sus vestimentas ahora cubriendo píamente sus redondeces. Consejos de su tío, de seguro, que de vez en cuando intercambia miradas cómplices con ella ya sin temor que algún rubor repentino coloree su rostro.













Texto agregado el 07-05-2022, y leído por 125 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
12-05-2022 Cuidado con la tentación,no hay que quedarse dormido. Jaeltete
08-05-2022 En gusto y placeres dicen que no hay nada definido del todo y mucho menos se puede juzgar, tu historia trae un trío muy singular, familiares y amantes, historia de pareja que va reflejando desidia y abandono; una sobrina inquieta y buena dosis de somníferos parece haber funcionado como solución alternativa. Me gustó tu texto, quedo pensando. Abrazo, Shou
07-05-2022 En una lectura superficial parece un final feliz, pero no. O sí. Son esa clases de finales que dependen del cristal con que se mire. Muy bueno. Abrazo. MCavalieri
07-05-2022 La rendija estaba abierta, y por tal, pasaron los apetitos. La esposa en su mundo de antidepresivos y somníferos camina entre las nubes. A quien le dan pan que llore... Abrazo mi buen. sendero
07-05-2022 Bueno, bueno, juzgar no me parece correcto, hay que entender a la Naturaleza...Cuando no se cuida a la pareja, pueden suceder este tipo de cosas. MujerDiosa
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