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Amanecí con la imperiosa necesidad de regresar a 1984, que no es retomar la lectura de ese libro presagioso de Orwell sino un algo que se quedó oscilando en tiempo de espera y que no descubro que es. ¿Era acaso cumplir con un recado? Si fuese así, las consecuencias se precipitaron como golpe de mandoble en el rabo de dicha situación, devastándola y precipitándola a los infiernos de lo imposible.
Por lo general, son los sueños los que me conducen a esos estadios hipotéticos y en ese cardúmen de posibilidades trato de enhebrar el asunto. Hace algunas noches, me interné por pasadizos oscuros intuyendo que guarecían boliches de toda índole. Damas sin rostro se doblaban en sus mostradores imprecisos a la espera de una mezquina clientela. Vitrinas que eran y que no eran resguardaban más que exhibían unos panecillos gigantescos y de aspecto desprolijo, pareciendo avisar con extraños mohines que su añejez era rotunda. De todos modos, uno no sabe saborear nada en los sueños y sólo son expresiones aisladas y muy ajenas a una degustación lo que pareciera masticarse en estos trances.
Desperté sin mayores pistas, mas esa sensación de no haber sacado nada en limpio (¿Acaso es posible deducir alguna situación desde la precariedad de los sueños?) me alborotó la mañana. ¿Alguna deuda que no cancelé? En dicho contexto, son varias las que eludí sin remordimiento alguno y no me han quitado el sueño. ¿Un recado importantísimo que debía ser transmitido de boca en boca y sin los artilugios actuales? ¿Cierta mirada insinuante que esquivé y que hoy me persigue en mi inconsciente y por ello, tengo una necesidad que se me incrusta en la piel y allí late impetuosa? No lo creo, sería algo extemporáneo porque los fulgores de esa mirada ya se apagaron al compás del desplome de décadas y si por milagro de las eras aún refulge, mi aparición sólo tendría la dudosa virtud de deslucir tal brillo, despojar de su magia aquella emoción prístina y de aquél atisbo de coquetería acaso podría mutar a la crueldad de una carcajada.
De todos modos, entre sábanas cálidas y sueño profundo, regreso en pos de mi búsqueda. ¿Es un hospital? Llegué allí transportado por microbuses lóbregos que parecieran calzar con mis inexactitudes, concurren a cierta parte y desde allí, a ninguna otra, sólo son vehículos para hilvanar esta incursión hacia una incógnita. A medias luces me interno por ese pasillo denso y de fulgores mezquinos. Una fila de persona me indica que allí puede estar la respuesta. Pienso en un par de zapatos que olvidé en una oficina tan desigual a esta. Si ese es el motivo por el que debo regresar al pasado, me planteo varias interrogantes, entre ellas, la inmaterialidad de los sueños y ese afán inicuo de recobrar algo tan carente de fetichismo. Aguardo tras ese grupo de personas y desde la ventanilla alguien repara en mí, acaso estaba prescrito, era la clavija faltante para brindarle algo de continuidad a lo errático de un sueño.
Una joven robusta me hace señas y avanzo sin reparos. Me indica que ingrese y allí se huele a otras eras albergadas en muros sinuosos por los que me interno sabiendo que soy actor de esta realidad onírica. La muchacha me conduce a una extensión en que van dibujándose mesas y sillas al compás de nuestro avance. Me pide que aguarde y se pierde en laberínticos pasajes. Sé que transitaré por cada trecho, espacios divididos que se prolongan en lontananza y en las lejanas orillas paredones de escombros que me invitan a recorrerlos. Viajo en un tren con reminiscencias de nuestro Metro y paso revista a una vastedad ruinosa.
Pero esto es un sueño y ya estoy instalado delante de una mesa y dos vasos de una bebida oscura aguardan para ser vaciados. Aparece la niña robusta y la conversación con ella se me diluye.
Sé que desperté, partiendo este sueño en dos episodios. El que continúa es aún más intrigante. Se aproxima un microbús vacío conducido por alguien que me es familiar. Le saludo a esas facciones que me recuerdan a cierto familiar y le consulto sobre su jornada de trabajo. Trivial asunto que desdibuja el objetivo de este sueño, que rebelde e impredecible toma la iniciativa transformándose en una mujer desconocida que me sonríe y pareciera recordarme algo. Una cita tal vez. Está a punto de descender del vehículo pero le recuerdo que no es posible y esa imposibilidad se ramifica en multitud de explicaciones que hieren la piel de la mujer, la que retrocede y le expresa con acento sordo al chofer que esta es la décima situación que no le sale bien.
Despierto con un sabor amargo en la boca. ¿He resuelto ese asunto que ya amenaza con virar a una situación más visceral? ¿Estuve en 1984 y ahora sólo debo desentrañar los enmarañados mensajes? Presiento que no. Tengo la certeza que una de estas noches y al amparo de las sombras y del silencio mortuorio acudiré a otra cita con los sueños y vaya a saberse si en un recodo cualquiera, en alguna arista desdibujada se me descubra la verdadera razón por la que me es imperativo regresar a tal fecha y hasta presiento que mi regreso a este cobijo que llamamos realidad sea ya algo secundario.













Texto agregado el 08-06-2022, y leído por 194 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
10-06-2022 Admiro tu narración. El misterio de los sueños, suelen adelantarse a la realidad, como una premonición, me ha pasado y, no me gustó. Jaeltete
10-06-2022 La insensatez del mundo actual de pronto nos agita y en nuestra búsqueda inconsciente de tranquilidad esperamos atraparla en sueños, pero tampoco está ahí. Se nos ha escapado la paz, irremediablemente. Un abrazo, sheisan
09-06-2022 Dicen por ahí que "los sueños, sueños son", pero también podría ser que el inconsciente sea el que tome la palabra toda vez que estemos dormidos -o despiertos en estados especiales-. Me encanta esa narrativa tuya que permite que podamos imaginar hasta el más mínimo detalle como lectores. Tu remate a modo de reflexión cierra perfectamente la sesión, engrandeciendo el texto. Un placer leerte, querido. Gracias. gsap
08-06-2022 A veces me pregunto qué cosas nos revelan los sueños, sin son enredos de la vida que afloran disfrazados cuando mis defensas se relajan un poco, o serán realidades que me llegan de otras dimensiones cercanas, pero qué me involucran. Muy buena historia, amigo, siempre es un placer leerte. Shou
08-06-2022 —Creo que la necesidad del narrador es encontrar un eslabón extraviado que en alguna parte y de alguna forma debiera estar, y se vale de sus propios sueños para descifrar la importancia de la incógnita buscada. Deduzco que mucho tiene que ver el presagio de Orwell y ese eslabón perdido sería aquel que a su entender relacionaría la novela "1984" con la suma de acontecimientos presagiados y que se han ido generando hasta llegar al 2022 que estamos viviendo. —Saludos. vicenterreramarquez
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