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Son las cuatro de la tarde. Se suponía que el doctor me atendería como a las dos y media. La sala de espera está repleta. Somos ocho personas.
La secretaria del doctor ya se disculpó dos veces con nosotros, pero hace quince minutos que directamente se escondió en la cocina. Tal vez le de vergüenza la situación.

Parece que el doctor, que es un médico clínico, también es cirujano. Y a primera hora de la tarde apareció un paciente con una herida cortante y lo está atendiendo desde entonces.

Un señor mayor sentado frente a mi me mira y eleva sus cejas en señal de no se qué. Podría traducirse como:

-Y, ¿qué se le va a hacer...?

Le contesto con una elevación de hombros. Sabe que le he comprendido.

Una dama cerca de la ventana guiña un ojo a un chiquillo sentado en la falda de su madre. Éste hace puchero y levanta la vista buscando consuelo.
La mamá le sonríe dulcemente y logra que se calme.

Otra mujer frente a ellos asiente con la cabeza como expresando:

-Se nota que es un nene de su mami.

Una pareja de jóvenes gesticulan así:

-Te comería esa trompita si estuviéramos solos.
-Mmmm, soy tu postre bebé.

-Esto es inaceptable - parece decir el hombre sentado a mi lado cuando expira desaprobando la eterna espera.

Dos adolescentes que parecen hermanos se interpelan levantando las cejas en señal de:

-¿Qué te pasa?
-¿Qué te pasa a vos, tarado?
-A mi nada. A vos, ¿qué te pasa, imbécil?
-Mirá que te surto…- parece decir este último frunciendo el seño.

Yo, en cambio, inspiro profundamente y suelto el aire por la nariz en forma muy lenta y de esta forma expreso claramente que:

-Mi paciencia es muy grande. Soy sereno y mucho más tolerante que ustedes.

El hombre mayor me mira como diciéndo:

-Bueno, me gustaría ver cuando tenga mi edad y mis achaques.

Mis cachetes se hinchan mostrando mi perturbación por su inesperada reacción.

De pronto la puerta del consultorio se abre y sale el paciente con el brazo vendado.

-En una semana le saco los puntos – dice el doctor.

Él asiente con la cabeza y sonríe.

-¿Salazar? – pregunta el médico.

El hombre mayor levanta la mano.

-Adelante – le invita.

Antes de cerrar la puerta agrega con picardía:

-Están muy callados hoy.

Sonreímos todos en silencio.

La espera continúa.

Las paredes de la sala aún siguen adornadas con los mismos viejos cuadros de Monet.

En el fondo, en un cuadrito nuevo, luce enmarcada la imagen clásica de una enfermera con su dedo índice sobre los labios.

.


.

Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 13/6/2022.

Texto agregado el 13-06-2022, y leído por 137 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
14-06-2022 Muy bueno Marcelo, así exactamente son. Excelente las señales corporales y nuestra interpretación. Abrazote!!! MujerDiosa
14-06-2022 Como siempre, atrapante. Y mi apego a la aritmética me atormentó un momento, pero ayudaron los cuadros de Monet. Te felicito. peco
13-06-2022 qué viaje, fue como estar ahí. todas las salas de espera del sistema solar -Plutón incluido- son iguales, en todas hay que esperar, hay que transitar por el repertorio de lugares comunes y buscar algo para hacer en la mente, odio esas esperas, odio la gente que espera, odio a la gente que hace esperar a otros, soy un odiador. buen relato, bien narrado, todos te odiamos por hacernos recordar estos momentos cafeina
13-06-2022 Excatamente como lo cuentas sucede. Abrazo. sendero
13-06-2022 —Suposiciones comunes que se dan en lugares en los que se respeta el silencio y cada uno las supone según su forma de ser, actuar y ver la vida. Me pareció muy interesante la de los supuestos hermanos, por eso digo que cada quien las supone... —Saludos de vicenterreramarquez
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