Después de nadar muy temprano me da hambre. Decido escapar a la calle para conseguir algo de comer. Me siento animoso, feliz. Saludo a la primera persona que encuentro, me mira extrañada, sin contestar sigue su camino. Saludo a otra, ésta abre muy grandes los ojos y se hace a un lado sin responderme. Gente loca, mal educada, pienso. Saludo a una más, buenos días, le digo amablemente, pero pega un grito y echa a correr. Es cuando aparece Ana, tan joven, tan bonita. Bailo de alegría. ¿Cómo te has escapado?, pregunta. Qué susto me has dado; anda, vamos de regreso al acuario pingüino travieso.