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INQUILINOS

“Al rentar es una finísima persona, después, el peor enemigo”

Hola, amigos:
Una casa grande, en planta baja un departamento de dos recamaras, y una oficina. En el segundo piso una estancia amplia de tres recámaras, dos baños, Ahí sucede nuestra historia.

La señora Juana (nuestra protagonista), cuarentona, no es ninguna belleza, pero da el “gatazo”, profesionista, contadora titulada, asertiva, excelente negociante, alquila el segundo piso donde instala su negocio: despacho contable, lleva con éxito la contabilidad de varias empresas, tiene dos secretarias. Casada con hijos, vive en casa aparte del negocio. Durante varios años, paga puntualmente la renta sin problemas.

La gente tiene mucho movimiento, se desocupan el departamento y la oficina de la planta baja. La contadora le dice al dueño que quiere agrandar su negocio y quiere alquilar toda la planta baja. Los dueños del edificio sin dudar se lo alquilan. Lo raro es que en los dos contratos no estaba a nombre de ella sino del señor Oscar, aparente socio de la empresa.
En una comunidad no muy grande todo se sabe, en la planta baja no agranda el negocio, sino que ahí vive el señor Oscar y la oficina desocupada. El departamento de abajo se vuelve “el nido de amor”, de Juana y Oscar”. Como se darán cuenta la dama tenía y aún le sobraba para darle sus caricias a Oscar (que lo tenia a la mano) y al pendejo de su marida, el gran cornudo, ¡Mujer inteligente!

Hasta ahí no había problema para los dueños del edificio, cada quién su vida. Pero, mantener dos vidas sale caro, su casa y al güevón de su padrote, dejò de pagar las rentas con miles de excusas, además, pensó en quedarse con el edificio a la larga y al parecer se asesoró de un abogadete.
Desde luego, los dueños la demandaron y ¡Oh, sorpresa! Compra al licenciado Arturo que llevaba la demanda y este comenzó a darle largas al asunto. Total, despiden a Arturo y contratan a un abogado de prestigio, el licenciado Elliot, pero carísimo, que en poco tiempo consiguió el desahucio, para lo cual tuvo que llevar a la policía para sacar las cosas (una propina astronómica a los representantes de la ley, pues esta nunca es gratis, sino siempre es cara). La contadora y su amante se fueron mentando madres.

El edificio lo dejaron hecho un desastre, salió costosa la remodelación. Ya tranquilos los dueños se llevaron la sorpresa que la Comisión Federal de Electricidad, les puso una multa cuantiosa, pues los amantes habían puesto un “diablito” en el circuito eléctrico para no pagar la luz y robársela tranquilamente.

En un café me contó la historia el dueño del edificio e hizo cuentas: la que dejo a deber la contadora, el costo de los abogados, de la policía, la multa de la CFE y la remodelación. ¡Casi llora! La vieja cabrona e hija de su chingada madre lo dejò sin sus ahorros para su vejez.
Yo pensé: “La mujer es listísima y más para la maldad, pendejeo a placer a mi amigo ¡pobre Güey!” (Así con mayúscula) me costó trabajo aguantarme las ganas de reír.



Texto agregado el 29-06-2022, y leído por 73 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
30-06-2022 Una historia para reír y llorar, amigo. Le despelucaron su dinero al dueño, sin deberla ni temerla. maparo55
29-06-2022 Suele haber personas así. MujerDiosa
 
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