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Somos una familia parte 15

Héctor Medina es alto, con el torso grueso, algunos vellos corporales se asoman por el cuello abierto de la camisa cuando no trae corbata. Usa anteojos, tiene el cabello oscuro con algo de alopecia. Algunas arrugas comienzas a aparecer en su rostro.
Entró al salón portando un pantalón sastre, zapatos, camisa y corbata en color negro. Su bata en un perfecto blanco con el escudo del hospital, su identificación. Todo ese outfit lo hacía lucir muy elegante e interesante, pero también un cabrón con un enorme corazón.
-Buenos días – pronunció Medina.
Los observó con cuidado. No todos respondieron a su saludo.
-Bueno… ya me conocen. Quiero que después de clase en el área de consulta externa en medicina familiar, verlos aplicando por lo menos cinco historias clínicas para que se pueden retirar y tener asistencia el día de hoy. Comenzamos con la clase.
Los jóvenes tenían miedo de hacer alguna pregunta y la valiente fue Francis.
-Disculpe, doctor – levantó la mano Francis.
-Dígame, Francisca – respondió Medina.
-Quiere que a una población en específico le apliquemos la historia clínica y ¿cuál?
-Buena pregunta. La población que sea de mayor de veinte años y la historia clínica yo se las proporcionaré ¿es todo?
-Sí.
Medina comenzó con la clase, dos horas. Les dio lo necesario para que pudieran aplicar la historia clínica.
-Bien. Hemos terminado la teoría. Estaré en consulta externa para lo que se les ofrezca.
Los alumnos estaban extrañados de que Medina ofreciera su ayuda. Todos se dirigieron a consulta externa y comenzaron a realizar el trabajo que les había dejado su maestro. Se sentó en una de las sillas y comenzó a revisar unos artículos. De vez en cuando observaba a sus alumnos, quería vigilar que todo marchaba bien.
Alan ya tenía en su mano los artículos que tenían que leer de tarea. El mismo ritual. Leerlos, entregar un resumen ejecutivo de diez cuartillas por los dos lados, a mano.
Sus alumnos ya comenzaban a odiarlo, cosa muy distinta que decían los pacientes. Ellos querían que Medina los atendiera.
Tres semanas después, Medina mostró una cara difícil de creer. Al terminar la práctica regresaron al salón, necesitaba tocar algunos puntos importantes de la materia cuando todo sucedió.
-Bien. Quiero que toquemos algunos puntos antes de que pasen a consulta conmigo. Como saben, yo soy el jefe de medicina familiar y doy consulta. Así que uno por uno entrará conmigo a consulta para la práctica y poderlos calificar.
- ¿Qué es lo que te pasa? – entró José Luis Huesca.
Todos los alumnos voltearon a mirar al médico que interrumpió la clase.
- ¿De qué hablas? - Preguntó extrañado.
-Tus muchachitos estaban en mi área – le reclama Huesca.
-Eso no puede ser. Yo los vigilé – respondió Medina poniéndose se pie.
-No quiero verlos por mi área – dijo Huesca – son tontos.
-En primera, no es tu área – le aclara – en segunda, no es tu hospital y en tercera, no son tontos ni muchachitos – le grita molesto – su escuela y el hospital tienen un convenio. Pueden estar por todo el hospital. Y, por último, son estudiantes de medicina, son mis alumnos y los respetas. Ahora, lárgate de mí clase.
Todos estaba sorprendidos de lo que había pasado en clase.
-Les ofrezco una disculpa – pronunció Medina.
Al salir de clase, Oscar se burlaba de lo que había pasado.
-Esas son patadas de ahogado. Yo no le creo nada a ese cabrón. Sabe que le va a ir mal en la evaluación que hacemos a los maestros.
-A mí me dio pena – Israel dijo – pero eso no cambia la repulsión que sentimos por él – aclaró el estudiante.
Medina le indicó a cada uno fecha y hora en la que se tenían que presentar en consulta con él. Ahora le tocaba a Oscar.
-Entra, Oscar. Vas a escuchar atentamente el caso.
La enfermera indicó a la paciente para que pasara. La acompañaba una pequeña de siete años.
-Doctor, buenos días. Tenía mucho que no lo veía. Le traje unas galletitas que hizo mi mamá.
-Muchas gracias – Medina respondió amablemente.
Medina tomó las galletas y las colocó en el mueble de atrás.
-Él es Oscar. Alumno de medicina.
-Buenos días, joven – dijo la señora.
-Buenos días, señora.
- ¿Y dígame, en que puedo ayudarla? - preguntó amablemente.
-Es mi nieta. Le duele la boca del estómago, atrás de las orejas y le duele la cabeza.
-Veamos, ven acá – le indicó a la niña.
-Me duele mi panza – se quejó la menor.
-Déjame ver. Observó unas vesículas en su brazo. Le retiró la blusa y estaba otras en el abdomen.
- ¿Cuál es el diagnóstico, Oscar? – le preguntó en voz baja.
-Varicela – respondió el joven.
-Muy bien.
Después de hacer una exhaustiva exploración, Medina determinó;
-Diagnóstico Oscar.
-Varicela.
- ¿Que? – exclamó la señora.

Continuará…

Texto agregado el 07-08-2022, y leído por 36 visitantes. (1 voto)


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