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No estaba dispuesta a renunciar a su perro ni por todo el dinero del mundo. Onix la había acompañado más de cinco años y durante este tiempo fueron muy felices. Cuando ella lloraba, él la abrazaba y le daba lengüetazos en su cara. Cuando ella estaba feliz, él saltaba de la emoción, pues su alegría era suya también. Al amanecer salía con él a caminar, no se iban tan lejos porque ella tenía que ir a trabajar. Apenas llegaban a casa, ella se bañaba, mientras tanto él la esperaba en la puerta. Apenas salía el le daba lengüetazos en las piernas. Él hizo más por ella que ese sinvergüenza que la ilusionó y luego la abandonó, no sin antes robarle joyas y dinero. Ella sufrió mucho pero al paso del tiempo asimiló ese golpe duro que la vida y ese sinvergüenza le propinaron en el corazón. Desde ese día no volvió a creer más en los hombres, pues consideraba que todos estaban cortados con la misma tijera, pero que va, aún hay muchos hombres buenos y fieles en el amor, hombres que han sido víctimas de una que otra bandolera que les destrozó el corazón.
Un día salió a pasear con onix por la tarde, el día estaba soleado y el paisaje era de fantasía. Se encaminaron al parque del amor, a este parque van los enamorados a dar rienda suelta a sus sentimientos e imaginación. Onix era un pastor alemán bien cuidado, pues Úrsula lo cuidaba como si fuera un bebé. Lo llevaba constantemente a la peluquería canina, también a que le revisaron los dientes, a que lo purguen y vacunen. Su pelo siempre estaba brillante y la nariz húmeda. El día transcurría normal; el cielo estaba despejado, en el aire se sentía ese sabor a caña característico de la capital vallecaucana. De repente se escuchó una explosión muy fuerte, todos salieron corriendo desesperados. Onix no fue la excepción, era de esos perros que nunca necesitan collar ni bozal, pues su mansedumbre era extrema. Onix corrió, corrió y corrió sin rumbo definido. La explosión le generó mucho miedo. Úrsula se desmayó del susto. Al rato llegaron las autoridades, la cruz roja, llegaron también muchos paramédicos en las ambulancias llevaron a los centros médicos a los heridos. La policía acordonó el lugar para recoger alguna evidencia que les permitiera precisar quién pudo causar dicha explosión.
Ursula fue llevada pronto al hospital, pues su nivel de angustia era extremo. Los médicos la examinaron y no encontraron nada grave en su cuerpo, pero su parte psicológica estaba muy afectada, no solo por la explosión, sino también por la ausencia de onix. Nunca se habían separado y ahora la maldita explosión los vino a separar. Ursula estuvo ocho días en el hospital, los médicos habían logrado calmarla. Apenas salió mandó a hacer unos afiches con la foto de onix, además en el afiche había puesto el teléfono de contacto por si alguien lo viese la llamara para que fuera por él. Los días transcurrieron y nadie se comunicaba con ella, al punto que llegó a pensar que lo perdería para siempre. No sabía qué hacer ni a dónde acudir, cuando todo parecía estar perdido timbró su teléfono móvil. Del otro lado de la línea habló un hombre que dijo tener a onix, pero que solo lo devolvería si le daba dos millones de pesos. Ursula le prometió dar dicho dinero lo más pronto posible. Acordaron el lugar de la entrega y algunas condiciones que exigía aquel hombre. Ella acudió al lugar el día y la hora señalada, cometió el error de no avisar a la policía. El sujeto en cuestión llegó al sitio, le había tomado fotos al perrito para demostrar que estaba en su poder. Ella le creyó y entregó los dos millones de pesos, él los recibió y se escapó a toda carrera. Úrsula se puso a llorar, no le dolía tanto perder los dos millones de pesos, sino la pérdida de onix. Se sentó en una banca del parque a llorar. El tipo llegó a casa, en efecto, ahí estaba onix muy triste, no había comido el concentrado que le había comprado ese sujeto. La idea de ese malandrín era seguir exigiendo dinero a la dueña del perro. Colocó la bolsa llena con el dinero en la mesa y se fue a bañar. El perro estaba inquieto. Úrsula seguía llorando, por más que quería no llorar seguía llorando. Ya estaba por llegar la noche y estaba a punto de reemprender el regreso a casa. De repente vio venir a toda carrera al tipo que le había robado el dinero. Apenas lo vio se iluminaron sus ojos, sacó del bolsillo de su chaqueta el teléfono móvil y llamó pronto a la policía quien no tardó en llegar al lugar de los sucesos. El tipo se detuvo frente a ella y le dijo:
-Lamento comunicarle que el perro se escapó de mi casa.
Ella lo miró con odio y luego le contestó:
-La culpa es suya por no entregarlo pronto, ya viene la policía.
El tipejo le dijo:
-Que venga, yo no he cometido ningún delito, además usted no tiene ninguna prueba contra mi, no hay docuemntos que me pongan en evidencia, nadie nos vio cuando me entregó el dinero.
Apenas dijo esas palabras llegaron tres policías que de inmediato lo esposaron, al rato llegó onix con la chuspa de dinero en su boca. El olor de Úrsula lo atrajo pues no estaba tan lejos de ahí. Llegó después de ese estafador porque se tuvo que esconder para que no lo volviera a atrapar.

AUTOR: PEDRO MORENO MORA
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Texto agregado el 19-09-2022, y leído por 122 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
20-09-2022 Algo así me imaginaba, qué bueno! MujerDiosa
 
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