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Todavía la hilera de ranchos salteados, no se había aproximado tanto al cementerio viejo. Sin embargo, los ocupantes de los mismos, comenzaron a violar la no poco alta baranda del camposanto del pueblo. Además, ya las escabrosas leyendas nocturnas, tomaban formas en las mentes de los aledaños al vecindario.

Siendo la primera, la que hablaba de la procura de los escombros sacados de las viejas y rústicas tumbas, para usarlos en los fogones. Y los que al momento éramos niños, nos costaba más trabajo creerlo. Pero no por lo del miedo que eso provocaba, sino por el asco. Porque se nos hacía dudoso asimilar, que los alimentos ordinarios, fuesen cocidos con tal tipo de leñas.

Hasta que un escalofriante rumor comenzó a difundirse por el sector: Y era, que a las siete y treinta de cada noche, de manera infalible, sé oía el llanto de sexo indefinido, qué subía de tono con los segundos. Pero que no sólo, era por lo agudo, sino qué también sé multiplicaba el estupor. Y un estupor cortado por una agonía respiratoria, cada vez más lejos de la humana.

Y algunos valientes comenzaron a acercarse al muro sur del lugar de calaveras. Aunque limitados por algo que les impedía saltar la verja. Y que no era la oscuridad reinante, sino más bien, lo grimoso del ruido y lo tenso del momento. Porque el misterio aumentaba con el desvío de los pujos hacia la parte de atrás de un nicho negro y bastante alto.

Pero una noche uno de los valientes, llegó al grupo con la intención de descifrarlo todo. Y lo primero que hizo fue volar por encima del muro. Y con los pies firmes sobre el suelo húmedo, avanzó hacia el sitio de origen de los horripilantes quejidos. Caminando, uno, dos, tres… Y un largo cuarto paso. ¡Pero ahí lo detuvo la impresión de que su avanzar lo alejaba del secreto!

Entonces, el grupo desde afuera, qué sabía que lo fuerte del ‘valiente’, era que podía hablar con los muertos, le gritó: “pregúntales, qué cosa es la que él quiere”. Y el guapo lo hizo: ¿Muertooo…qué tú quiéresss? Y una preguntona y desesperada voz, del otro lado le respondió: ¿Yóoo? ¡Un pedazo de papel!


Texto agregado el 15-10-2022, y leído por 119 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
27-10-2022 jajajajajajaja -Vincho-
24-10-2022 Inesperado final, transité del terror angustiante y sí, coincido plenamente con los maderos para cocinar nada de salubres y terminar en ese papel, jajaja, me sacó risa. 5* jdp
16-10-2022 Pedro, esta genial! MujerDiosa
15-10-2022 Buena narración que atrapa desde el principio y deja al lector cautivo en su misterio. Con humor se lee la última oración para plantear otro problema que pone a volar la imaginación sobre el uso del papel. azariel
15-10-2022 —¡Ja, ja, ja... buen cuento! Me deja pensando en el temor de aquellos que necesitaban del combustible para sus fogones, también en la desición del atrevido valiente, pero no por ello dejo de pensar que los muertos no tienen esa necesidad que tienen los vivos, en la que requieren de papel. Buen cuento.—Saludos. vicenterreramarquez
15-10-2022 Je, je, gracioso, hilarante y tenebroso relato, amigo. Este "vivo" no era precavido. Saludos Pedro. maparo55
15-10-2022 Jajaja está buenísimo, solo queria papel y para asearse.***** Abrazo Lagunita
 
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