Me dijiste que querías conocer Iruya, que cuando fuiste la última vez con tu última novia no tuvieron oportunidad. El camino es muy largo y sinuoso, hay que llegar a las cumbres de Salta y luego bajar para ver ese pueblito colgado de la montaña no contaminado por la mano avariciosa de los hombres.
Recién me enteré que igual no podrías haberlo visitado. Se necesitaba tener capacidad pulmonar, no apunarse, no tener problemas cardíacos, ni stents y diabetes, ni haber sido fumador en los últimos 10 años.
Sin embargo, tu camioneta, esa vieja y sucia, te llevó a San Martín de los Andes, a Quila Quina ese maravilloso y paradisíaco lugar al borde del lago Lacar, con los tres picos de las montañas que dieron origen a su nombre Mapuche y donde se observa sobrevolar a los cóndores.
Tiempo después te dejo, te puso la perimetral.
Creo que te puso la perimetral porque no aguantaba mas tus celos ni tu modo de ser indolente con la limpieza de tu casa.
No sabias el motivo y nunca lo averiguaste, porque te moriste el 1 de enero, y ya se va a cumplir un aniversario.
Tras quedaron los paisajes de ese maravilloso lugar, enclavado en las alturas.
Los últimos días juntos me dijiste que ojala envejezcamos sin enfermedades en ese lugar solitario donde abrevan los patos y las garzas blancas en ese pueblito pequeño donde te fuiste a vivir cuando ella te dejo.