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MATADERO




Golpeé con fuerza la puerta con nerviosismo, con todo el énfasis para que me abrieran lo antes posible. Tiritaba tanto de frío como de pavor. Miraba con desesperación a la altura de la cerradura para visualizar el momento justo en que se girara para abrirse y, al mismo tiempo, volteaba mi vista hacia detrás apuntando mi arma, hacia el camino boscoso lóbrego y oscuro que acababa de abandonar, desde el cual apenas se distinguía cinco metros a mi alrededor, aún a pesar de estar el día ya amanecido, por culpa de la terrible ventisca de nieve. El ulular del viento congelado contra los árboles apenas hacía mella sobre el sonido de los latidos de mi corazón, que tambolireaban con fuerza desde el interior de mis oídos.

Desde dentro de la casa una voz familiar contestó - ¡Ya va!- con tono seco.
La pesada puerta comenzó a abrirse y yo empuje con todo mi cuerpo de modo que caí de rodillas en la entrada de la rústica cabaña de leños, llenando todo el portal de barro y nieve, mientras me esforzaba por recuperar la respiración.
- ...¡Pero, cielo santo Frank! - dijo mi viejo amigo sorprendido, agarrándome con fuerza de los brazos para hacer que me incorporara. - ¿Me puedes explicar qué te ocurre?.. Espera chico, primero quítate el abrigo y las botas, que están llenas de barro y escarcha y pasa conmigo a reconfortarte junto al fuego...
Yo apenas podía articular palabra y no hacía más que farfullar sonidos incoherentes. - La maldita!...eso no, no!..no debí entrar! Te juro que yo no creía..!¡Nunca he creído...!

Tom, en su consabida paciencia otorgada por los años, me miraba perplejo, pero en silencio, mientras me tranquilizaba y ayudaba a quitarme las prendas. Unos pocos instantes después estaba sentado junto a él frente al fuego, pero aún incapaz de articular palabra coherente.
Temblaba. Mi vista permanecía perdida en las peripecias que las llamas dibujaban surgiendo mágicamente de los leños, como si fueran almas vivas. Sin embargo, mi mente continuaba en otro lugar.
Tom consideró continuar en silencio, observándome, mientras mi cuerpo comenzaba a entrar en calor y mi corazón parecía descabalgar poco a poco. Se levantó y, dirigiéndose a la barra de los licores, sirvió dos vasos de coñac y me ofreció uno con la camaradería que acostumbraba.
Fui recuperando mis cabales y me sorprendió agradablemente que él continuara mirándome sin preguntar nada, dándome tiempo simplemente a reaccionar. Siempre me había maravillado su rudo aplomo Noruego.
Al cabo de unos minutos alcé mi vista hacia sus ojos que me aguantaron la mirada.
- ¿Ya estás más tranquilo?...-preguntó con voz grave y sosegada.

Me centré en sus pupilas azules y afirmé con la cabeza, mientras mi voz seguía un tanto entrecortada: - Tom, no creo en fantasmas...
Mi amigo enarcó las cejas sutilmente y pensó durante un par de segundos su contestación.
- Ni debes creer...- apeló con cierta sorpresa pero continuó;
- ...No sé qué es lo que te ha pasado esta noche en el bosque, pero por tu aspecto ha debido de ser horroroso. Ahora estamos a salvo en casa, delante del fuego; Ten toda la confianza de hablar con un amigo, chico. -dijo acomodándose en el sillón.

Suspiré, tomé un largo sorbo de coñac que me calentó el estómago y el ánimo. Más calmado, traté de explicarle con la mayor coherencia lo sucedido.
- ¿Recuerdas la vieja cabaña de madera que hay a unos seis kilómetros, donde está el antiguo matadero...?- Pregunté a sabiendas que sabía exactamente su posición.
El asintió lentamente con la cabeza .
-... La tormenta se cernía sobre mí a unos dos kilómetros de la cabaña. De por sí la noche ya era oscura, pero de repente unas nubes negras taparon la luna y comenzó a nevar con fiereza. La ventisca movía las copas de los árboles como si fueran simples hierbas.
Esta misma tarde había abatido a un venado y venía tirando de él con el trineo. En cuanto empezó a nevar y a oscurecerse el camino comencé a oír ciertos ruidos por entre la arboleda. Desde ese momento supe que no llegaría hasta aquí con la carne intacta...
- ¿ Lobos..? - preguntó con un respingo.
Permanecí en silencio unos segundos.
Tom se incorporó desde su sillón hacia mi y prestándome toda su atención me preguntó con enfasis:
- ¿Llegaste a ver a la manada?... ¿ Viste al negro, al alfa?- y acomodándose de nuevo en su sillón concluyó -¡No!- Si estás aquí es que no lo viste. ¡Ese maldito solo aparece cuando tiene la posibilidad certera de matar...!

Los ojos de mi viejo amigo brillaban con furia y un reflejo rojizo, que en principio atribuí a la hoguera, refulgía desde el interior de sus pupilas. Tom tenía motivos de sobra para odiar a aquel lobo. Aún recuerdo el estado en que llegó a nuestra cabaña, hace unos años, cuando por desgracia tuvo que enfrentarse a esa bestia negra en una escaramuza, una noche muy parecida a esta. Volvió destrozado, todas aquellas heridas de la cara y las que no se le veían en el cuerpo se las infringió sin ningún ápice de piedad ese lobo. Pero aún más severas fueron las que le dejó en su mente.
Tom odiaba con toda su alma a aquel animal. Entonces fui yo, a pesar de mi juventud e inexperiencia quien lo ayudó, quién lo curó, quién lo recompuso y reconfortó, como él estaba haciendo ahora conmigo.
Pero, más al contrario, yo no había visto ningún lobo.
Negué con la cabeza y su crispación pareció calmarse.
-... Solo oí ruidos Tom. Yo no he dicho nada de lobos aunque, créeme, lo hubiera preferido. En todo caso, aún portaba mi fusil y a duras penas podía arrastrar el trineo con el venado.
Sí, no voy a negar que mi primera suposición fueron los lobos, pero durante más de una hora estuve custodiando el venado con el arma cargada y a la espera entre la nieve a que alguna bestia asomara su miserable hocico.
Pero no lo hicieron. Los ruidos que escuchaba a mi alrededor ya no parecían ser de animales moviéndose, sino más bien...personas. No podía imaginar quién o quienes podían estar en este bosque tan solitario. ¿Y por qué me acechaban?
Después de un tiempo prácticamente me estaba quedando congelado y mi única solución era dejar el trineo con la pieza y refugiarme en la vieja cabaña del matadero, que era el único techado cercano a mí alrededor.
En un momento determinado decidí avanzar rápido, sin los aperos ni el venado, ya sin sigilo, en zig zag por el camino que apenas veía bajo mis pies...¡y podía oírlos...! a mi izquierda...¡y a mi derecha!
¡Oía como se desplazaban paralelos pero invisibles! A veces crujía una rama, otras veces oía la nieve caer de la copa del árbol. ¡No podía ver nada...! Absolutamente todo estaba oscuro entre la arboleda...
Pero los oía respirar... Oía como se silbaban entre ellos, como una clave, como si se trasmitieran secretas instrucciones unos a otros, confundiéndose con el viento. Si, estaba seguro que me estaban persiguiendo... Estaba casi seguro que...que me estaban...dando caza -dije esta última frase con un hilo de voz. Y extenuado, aterrorizado, casi congelado, alcancé a llegar a la cabaña y cerré por dentro con fuerza la vieja puerta de madera de la cabaña del matadero tras mía.

Tom frunció el ceño y emitió un pequeño pero grave gruñido, como solía hacer cuando debía enfrentarse a un dilema. Siempre hacía ese gesto cuando en las eternas noches de enero del Norte de Noruega disputábamos largas partidas de ajedrez hasta el amanecer. Pero ahora su mirada era más oscura. Como si su intuición estuviera develandole algún detalle ignoto para mi.

- Continúa...- dijo cálidamente sin levantar la vista de su vaso de licor.
Tomé aire y centré la mirada en el chisporroteo tranquilizador de la lumbre.
- Como ya te he dicho, no creo en fantasmas, pero Tom, algo pasó en esa cabaña que no puedo explicarme...¡Y ni siquiera sé si tú me creerás!
Hubo un silencio entre los dos. Denso, pesado como una losa.Como una advertencia velada.

- Inténtalo - dijo pausadamente - ...creo que deberías contarme el resto de la historia con todo detalle, tal y como lo viviste Frank. Sin especulaciones, sin suposiciones. Cuéntame lo sucedido llanamente. Tal cual pasó. No temas tanto mi juicio. Somos amigos desde hace años.
- ¡Si, lo sé Tom! No temo que me juzgues pero si siento temor por lo que te he de contar, porque entonces creerás que he perdido el juicio...y eso no lo soportaría. He sido tu amigo desde que era un joven y me importa mucho lo que opines de mi.

- Continúa...- volvió a pronunciar Frank, pero esta vez su voz ya no era cálida. Fue imperativa, urgente, firme.

Algo sorprendido por ese cambio de tono me arme de valor y decidí contarle todo lo acahecido, con la oculta esperanza de que mi viejo amigo pudiera explicarme o darme algún tipo de razón a lo que había vivido con tanto terror.
Miré fijamente a Tom que seguía observando con detenimiento su vaso de licor y comprendí por su silencio que era el momento de hablar.

- Cuando cerré la puerta de la cabaña pegué la oreja a la madera por si pudiese oír pasos acercándose y preparar mi arma para defenderme. No hubo pasos. La ventisca golpeaba furiosamente en el exterior y tenía la sensación pavorosa de que estaba en peligro de muerte inminente. Pero a mí alrededor, en el interior de la cabaña, solo reinaba la oscuridad y el silencio.
El más absoluto e irreal silencio.
De pronto comprendí la insensatez de que tras la puerta hubiera una tormenta de mil demonios y sin embargo a mi espalda, no se apreciaba el más mínimo crujido de la madera. Pareciera que hubiese penetrado en el interior de una burbuja aislada del tiempo y el espacio.

Por más que me esforzara me resultaba imposible ver y oír nada que viniera desde el interior de la cabaña, así que saqué mi pequeño mechero de la zamarra, pero la llama era insuficiente. Apenas veía algunos centímetros delante de mi nariz. De pronto recordé que llevaba en el abrigo trozos de grasa que había cortado cuando destripé el venado. Había guardado el tocino para ir consumiendo durante la vuelta, como hacemos siempre para paliar el frío. Arranqué un manojo de pelos de mi abrigo e improvisé una pequeña mecha que apreté sobre el tocino fabricando así una pequeña lámpara. Acerqué el pequeño mechero al pelo impregnado en grasa y una luz más agradable y amplia, aunque no demasiado, me envolvió.
Apenas me daba un radio de un metro a mí alrededor, pero me bastaba para poder caminar y explorar el entorno.
La cabaña era de dimensiones mayores de las que en un principio pudiera parecer desde fuera. Según pude contar tres pasos a mi izquierda y otros tres a mí derecha le daban una amplitud, para mi sorpresa de seis metros aproximados, mientras que por enfrente, la precaria lampara no me daba para determinar su dimensión en largura. Esa oscuridad tan absoluta en frente me asustó y decidí empezar a explorar la cabaña por el lateral derecho. Comencé a andar pegado a la pared, en una mano la lámpara y en la otra el fusil. En mi interior el frío glacial de Noruega parecía haberse instalado en mis huesos, a pesar de mi ascendencia germánica, donde llevamos el frío por naturaleza en la sangre, y ahora incluso aún estando cobijado tiritaba.
Porque era un frío distinto.
Andé con precaución como unos cuatro metros rozando la lisa y vacía pared de madera sorprendiéndome sin cesar de cuan estaba equivocado del tamaño de aquel lugar, que en alguna ocasión había oteado desde la lejanía en otras de mis cacerías. Hasta que de pronto empecé a perfilar delante de mi la forma familiar y rectangular de lo que parecía el marco de un cuadro.
Me separé unos palmos de la pared y acerqué la lámpara frontalmente para descubrir con más detenimiento de que se trataba.
Me horroricé.
El marco tendría 1x50 cm y lo que había en su interior era un cara masculina de indescriptible sufrimiento y al mismo tiempo groseramente desagradable. Su rictus retorcido de dolor hasta lo inimaginable se aunaba con carnes retorcidas, grotescas, sanguinolentas y purulentas. Dientes rotos y heridas en la cara terminaban de rematar el aspecto más espantoso que nunca imaginé en un rostro. En sus ojos existía una infinitud de pánico, que más que sensación de pena, lo convertía en una gárgola de mal gusto artistico y que inspiraba más pavor que lástima.
Me atreví a pasar los dedos por encima del lienzo, para descubrir con asco que las texturas estaban ciertamente sobredimensionadas, como de algunos artistas que pude ver cuándo mi niñez en algunos museos de Berlín.
Nunca entendí ese tipo de arte, pero algo más acuciante me taladraba la sesera en ese instante:
¿Que hace un cuadro de esas características en una cabaña en medio de un bosque perdido del Norte de Noruega?
Quizás el miedo remitió durante unos minutos ante tal incógnita y, con mucha más curiosidad que reparo, continúe al que adivinaba el siguiente marco que se entreveía a pocos centímetros del primero.
Alumbré con mi improvisada lámpara al siguiente marco de las mismas proporciones, pero este trataba de rostros de niños igualmente deformados, con heridas horribles, ojos saltados, sangre en la mirada... aún más horrible que el anterior.
Corrí paralelo a la pared alumbrando el siguiente, y el siguiente y todos eran de la misma desagradable temática.¡Estaba espantado por el horror que reflejaban esas muecas, esas expresiones de terror y muerte en estado puro y que parecían no terminar nunca!

De pronto, un tremendo relámpago iluminó durante segundos, transmitiendo su luz por cada rendija del techo y paredes de la cabaña y me di cuenta que ambas paredes estaban repletas de esos extraños cuadros de rostros de hombres, mujeres y niños horriblemente interpretados, pero con la particularidad que el fondo de la cabaña se perdía en un fondo oscuro que parecía no tener fin, y a cada lado de las paredes, y hasta el infinito, se cubrían de esas extrañas y terroríficas obras. Quedé anonadado sin comprender como esa minúscula cabaña parecía tener en su interior las dimensiones de un pasillo infinito de horror.
Asustado caí de espaldas ante la inmensidad que enfrentaba y se apagó la precaria lámpara que sujetaba.
Justo en ese instante un segundo rayo cayó de pleno sobre la cabaña, como una bomba, como una explosión, con tal magnitud que me dejó sin sentido.

Tom se puso de pie, dejó el vaso de licor sobre la mesa y sin mirarme, con las manos atrás, se acercó lentamente al fuego. Yo permanecía sentado, casi temblando aún, esperando en cierto modo que me dijera que me había conmocionado por aquel rayo. Que había sufrido una alucinación. En mi pensamiento aún quedaba un misterio por desvelar, pero prefería oír primero lo que Tom fuera a decirme. Temía lo que fuera a decirme.

Pasaron algunos segundos y su figura seguía en silencio, frente a mi dándome la espalda, contrastada por la luminosidad del fuego.

De pronto dijo;
- ¿Que más pasó? - con la voz más grave que nunca le había oído.
- Desperté cuando asomaban las primeras luces, en el suelo de la cabaña...- contesté temeroso de continuar mi frase.
-¿Y que viste? - inquirió rápidamente.
- Que no eran cuadros Tom...- contesté con un hilo de voz - ...en las paredes de la caseta del matadero, solo habían ventanas.

Tom ni se inmutó. Yo empecé a hablarle atropelladamente. Le conté que en cuanto mi mente asimiló que aquellos horrores que yo había creído pinturas en realidad eran seres asomados a las ventanas, paralizados, estáticos, como detenidos en el tiempo, salí corriendo de aquella cabaña maldita mientras aún en medio de la tormenta seguía oyendo como me seguían, sin verlos, pero oyendo como se silbaban entre ellos confundiéndose con el viento, persiguiendome hasta la puerta de nuestra cabaña.

- ¡Yo no creo en fantasmas Tom! Ha de haber una explicación...o acaso me estoy volviendo loco...- farfullé ya en voz más queda.

Tom se giró despacio hacia donde yo estaba, se puso frente a mi y comenzó a hablarme con un tono de voz extraño, desconocido hasta ahora para mi. Dijo;
- Igual ya va siendo hora que creas en fantasmas Frank...
-¡Pero que estás diciendo!- contesté con cierto desprecio - ¡Acaso eres tú quien está chocheando! ¡Te he dicho que no creo en fantasmas!- grité más asustado que convincente.
- Es la hora -dijo gravemente-...es hora de que conozcas la verdad de tu destino. Y te digo que si deberías creer por dos motivos.
- ¿Que quieres decir...? ¡Tom me asustas! ¿De qué motivos hablas?
-El primer motivo es que lo que viste es real. Ellos vienen a por ti. De hecho, están llegando ya.
Enmudeci. Realmente no sabía que responder a lo que me estaba diciendo ni llegaba a entenderlo. Pero se me erizaron todos los pelos de la nuca. Tom continuó;

- Yo estaba en el pueblo, en Hammerfest, cuando me llegaron noticias de que un joven y aventurero alemán se había instalado en esta cabaña para vivir sus propias aventuras.
Esa noche me predispuse a venir en tu busca para matarte, pero no pude.
Un lobo negro, de la manada más grande del bosque, el macho alfa más poderoso, me segó la yugular en una emboscada en el bosque. Pero mi propósito era más importante que mi propia vida. Y vine.
Así que el segundo motivo para creer en fantasmas es que llevas años viviendo con uno.
- ¡Pero que estás diciendo!- le grité - ¡Te has vuelto completamente loco o pretendes asustarme aún más!
- Mi razón para permanecer encarnado para ti era esperar a que ellos llegarán, cuidarte y mantenerte vivo en estos bosques hasta que fuera el tiempo de sus venidas... Ellos, al contrario que yo, se perdieron en el camino y necesitaban encontrar la manera de volver. Les ha costado los 15 años que llevo contigo más los 40 que estuvieron perdidos para encontrarte y vengarse.

- ¿Pero por qué, que mal he hecho yo a nadie, quienes son esas personas?

- Tú no has hecho daño a nadie, pero tú padre si. Tú padre era un oficial nazi en la ocupación que los masacró antes de la rendición de Alemania, cuando quedaban tres días para el final de la segunda gran guerra. Los hizo matar a palos, quemar, fusilar, violar y descuartizar. Precisamente allí, en aquella cabaña. Por eso la llaman "matadero". Pero nunca fue de animales sino de personas. Y ahora reclaman su venganza.

-¿Y eso que tiene que ver conmigo? ¡Si yo no había nacido siquiera!- grité angustiado.
Tom siguió hablando en voz más queda;
- Yo era un niño, apenas tenía 10 años y desde mi escondite vi como tú padre mataba a tiros a mis padres y a mi hermana Ingrid. Nunca he podido olvidar la expresión de sus ojos, incluso aún después de haber sido asesinado por ese lobo. Siempre está en mi mente, cómo está en la mente de ellos la sangre que corre por tus venas. La sangre es la sangre. Y la que corre por tus venas corrió antes por las de tu padre. Yo he aprendido a perdonarte durante estos años y no te haré ningún daño pero ellos necesitan descansar.

La puerta se abrió de golpe y una ventisca de nieve atravesó toda la estancia. Y allí, de entre la nieve y el viento pude distinguir sus verdaderos rostros, los que tenían antes de ser asesinados, y que se intercambiaban con los horrores que había visto en el matadero. Algunos eran pequeños como copos de nieve, otros gigantes atravesaban la habitación de arriba abajo. Todos juntos eran todo y nada. Eran materia, eran venganza en estado puro, eran dolor, eran frío y rabia. Eran pena y llanto.
Y sentí en mi cuerpo cada uno de sus asesinatos, sentí los disparos, sentí las violaciones, sentí los descuartizamientos. Desde el primero hasta el último, y fueron cientos, me trasladaron su dolor.

Fue algo tan enorme que cuando mis ojos se cristalizaron y mi mente se sumió en la negrura más infinita, sentí que por fin, después de aquella eternidad, descansaba.


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( Basado libremente en el pueblo de Hammerfest al Norte de Noruega.
Entre el 5 y el 8 de mayo de 1945 ante la rendición de la Alemania nazi y debido a la poca trascendencia de dicho frente bélico que causó que las tropas soviéticas no avanzaran más por las regiones montañosas y gélidas del Norte de Noruega, dirigiéndose en su mayoría a otros frentes mucho más decisivos, está población quedó desprotegida. No obstante, los alemanes ordenaron un plan de tierra arrasada que, unido al duro invierno de la región de Finnmark, causaron grandes penalidades a la población noruega de esa zona. Los soldados y oficiales nazis siguiendo las órdenes de sus superiores de arrasar todas las posiciones ocupadas por ellos, derruyeron e incendiaron todos los edificios del pueblo excepto la capilla, masacrando de paso a cierto número de habitantes que no lograron huir a tiempo, siendo estos afortunadamente la mayoría. Este último párrafo es historia verdadera. )

Todo lo anterior es fantasía.
Sólo, si el lector así lo desea.



Texto agregado el 08-12-2022, y leído por 116 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
21-10-2023 !Hijueputa, usted ya se va a suicidar! scire
09-12-2022 Querido Vigia, es impactante y me encuentro impresionada. Excelente!!! MujerDiosa
08-12-2022 Cruelmente real lo que has contado aunque me dura el escalofrio por tu cuento y muy bien narrado yosoyasi
 
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