__ A mi hermano

¿Dónde te quedaste
pintor atormentado?
Durmiendo en las sombras
de los claros oscuros.
En las tinieblas que nunca
disiparon tus habitaciones sombrías.
En una paleta de colores fríos
para iluminar al mundo.

¿Dónde te quedaste
poeta maldito?
En la profundidad
de un corazón desdichado.
En el dolor del canto
fúnebre de versos
nunca pronunciados.


Reposabas bajo
los floridos cardenales
montando caracoles.
Escondiéndote del sol.
Guardaste tus empolvadas alas
junto a las enormes polillas
de vuelo nocturno.


¿Dónde te quedaste
profeta fracasado?
Cambiaste tu corona de espinas
por un sombrero aguadeño,
y te fuiste a buscar sepultura
abrigada en la soledad.
Silenciaste tu palabra
con odiosas quejas.


Te empeñaste en sacudir
los viejos visillos
que acumularon el polvo,
y en las sombras cómplices,
donde la luz ya no penetraba,
te hiciste lámpara atenuada.


¿Dónde te quedaste
aprendiz de filósofo?
En el temor al vuelo sin retorno
de reflexiones elevadas.
En el lápiz de tinta apunada
sobre las hojas vírgenes,
que como alborotadas primerizas
buscaban los hilos
de una verdad cuadriculada.


¿Dónde te quedaste
genio perdido?
Te atreviste a pisotear
al mundo descalzo,
sin temor a desangrar
tus delicadas plantas.
Pintaste el tiempo
con sangre verde
de los jardines resecos.


Escupiste flores abotonadas,
como promesas de belleza,
que nunca se abrirán al sol.
Te fuiste quedando,
de a poco, dormido.
En silencio. Despacio.
En los óleos descoloridos
de tiempos pasados.