Sos la excusa a la que me acostumbré, la justificación precisa de mi autoboicot para no reacomodar las tripas que cuelgan del corazón.

Y esta es otra de esas noches en donde merodeo tu ausencia para encontrar una pista de vos, algo, un retazo de interés capaz, cualquier cosa con tal de volver al mismo lugar donde estaba cuando te conocí. A ese lugar chiquito, indiferente, inquieto.

Las redes sociales se disfrazan de ventanas diminutas donde solo me dejan ver perfiles escondidos que invitan a mi imaginación a pensar. Es que siento que si te pienso mucho seguro me stalkeas, y hasta me escribís para saber cómo sigue mi vida ... Mis mañas ... Mi cuerpo. Como si una parte mía realmente deseara volver con vos, volver a sentir tu boca y tu forma de ignorarme.

No, no te extraño, hace tiempo deje de hacerlo. Es que me asusta irme de la mediocridad que fue nuestra no-historia, y de las noches en las que me pase con amigas hablando sobre lo que me hiciste y me hice a tu lado. Entendés lo que te digo ¿Verdad? Es miedo a quererme lo que me pasa, por eso hoy te nombro, por eso cada tanto vuelvo a buscarte sin que sepas, a averiguar cualquier noticia que me traiga la excusa justa y precisa para seguir perdiendo el tiempo ... Acá no importa si me amaste o no, ya no tengo hambre de eso. Ni siquiera me interesa saber las veces que me nombraste en silencio cuando acababas.

Solo quiero dejar de jugar a esto ... Por qué no se trata de olvidarte. Yo te olvide, lo juro ... Pero mi autoestima quedó en terapia intensiva y es ella la que sigue escribiendo tu nombre cuando le juro a la Luna que ahora me toca a mí ponerme primera.