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Por lo general, en todo ámbito en que he permanecido durante tiempo corto o de prolongación añorada, se me ha encomendado redactar algún discurso para tal persona, para el jefe que se va, para la niña que sufrió una desgracia, para el que llegaba y el que buscaba mejores rumbos, para tal y para todos. Y como esto lo tomaba como un desafío, atendiendo personas y ocurriéndose una idea en la luz de algún ojo ajeno, en la sonrisa de una dama o en algún mohín ligero de cualquiera, sobre todo, en esas imágenes que me acuciaban para que las transformase en palabras, pulsándome también al unísono las notas musicales que podrían secundar este relato. Y entre apuros, entrega de documentos y mirada al firmamento, iba redondeando las palabras que después leería otro. Yo jamás me ofrecía a hacerlo porque estaba convencido que no lograría dotarla de aquello mismo que intentaba expresar con mis palabras. Por supuesto que no era otra cosa que mi profunda timidez que buscaba excusas para no plantarme delante de todos.
Esta vez es distinto. Hoy tengo todo el tiempo del mundo para enhebrar los vidriecitos y la pedrería que guste, reemplazando, tratando de ofrecerle un matiz distinto a ese que pretendo que sea un diamante y que no se me transforme en un cristal de Swarovski. Porque aquí, a las mujeres se las respeta, especialmente si ella viene investida de una divinidad que por sólo el hecho de ser divinidad se le brinda devoción. ¿O no es que respetamos desde siglos y después por la inercia de los hechos a seres que a ojo práctico se nos hacen inauditos? Pero eso es otro cuento y no echemos a perder el decorado de querubines de azúcar y las enormes nubes de algodón que flotan sobre nuestras cabezas. Una música que va creciendo, tambores que tremolan con insistencia para frenarse con un platillazo feroz. ¡Y aparece ella, vestida de blanco ¿O es celeste? Sonríe y sus labios se distienden generosos. Cuidado, ella sabe más de nosotros que nosotros de ella. Conformémonos con contemplarla, admirarla e imaginarla que somos sus súbditos.
Bueno, aquí yo me adelanto y le dirijo unas palabras. Los demás se quedan absortos.
¡Amiga Mujer Diosa! O Delia, ambas en una -hablo, y mi voz extraña adquiere ecos que me asombran. Suena y resuena importantísima y aún no he dicho nada. Pero esto no es mi celebración y un ejercicio de autorreferencia y por lo mismo, prosigo:
-Querida amiga, generosa en tus comentarios, creadora sin par de mundos oníricos, de señoras torpes que salen indemnes a todas sus trapacerías, de bosques encantados y voces milenarias.
¿Qué otra cosa menos trivial puedo decir que no sea ese que los cumplas feliz, feliz, feliz a sabiendas que no los cumples por el solo hecho de ser diosa y que lo tuyo no son los cuantos sino los quantum?
Sonríe, imperceptible pero es un dedo para arriba que me alienta el corazón. Prosigo:
-Sé que eres una deidad que nos tranquiliza, sabiendo que nos aprecias, nos brindas cobijo, nos alientas y nos prestas con generosidad plena esas estrellitas que nos acarician el ego. Vivimos tiempos inciertos, el hoy lo miramos con desconfianza, lo hurgamos, lo damos vuelta para convencernos que está aquí. Tampoco es ese el problema. Lo es el mañana, cada vez más diluido, más improbable, suena una matraca y surge en la prensa o nos golpea en las narices un pantallazo: la humanidad como la conocemos no sobrevivirá más allá de 2040. Todo un zuácate para quienes proyectan una familia, estabilidad laboral, bonanza en todos los sentidos. No te preocupes, tú, Mujer Diosa. Sobrevivirás a todo y a todos. Está bien, ya dije alguna vez que la supervivencia de los inmortales depende lamentablemente de los simples mortales. Lo arreglarás, estoy seguro. Encomendarás a la Señora D para que solucione este problema y cree otro peor.
Una cosa te pido, estimada compañera. No psicoanalices este relato, por lo menos no antes de partir la torta y repartirla entre los invitados. Permite ahora que te abrace, que palpe tu espalda de diosa y me surjan al instante infinitos desfiladeros extendiéndose en miríadas de colores. Permite que te agradezca por la confianza brindada, por tus palabras generosas, por todo y por todos, ambos sujetos en este instante imaginario y el resto aplaudiendo dichoso en este escenario celeste tirando a castaño oscuro .












Texto agregado el 28-05-2023, y leído por 159 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
30-05-2023 Hola compañero de los cuentos Net. Realmente te brindastes con nuestra querida e irrepetible amiga Diosita, como yo la llamo, te agradezco por ello, muy feliz de leerlo, y saber que todos sentimos mucho cariño por ella, gracias Que sigan los aplausos ***** Abrazo Lagunita
30-05-2023 Que bueno está guidos. Me emocionó leerte para quien se ganó el cariño de toda una página yosoyasi
30-05-2023 Cómo siempre dentro tus escritos me gusta lo clásico. Gran inspiración en la fecha de una Diosa, que en su vida terrenal se llama Delia. Un abrazo. Azariel
29-05-2023 Hermoso lo tuyo, Guidos, aplausos y más aplausos. Gracias. gsap
28-05-2023 Guido, te has lucido completamente con estas felicitaciones a mi querida amiga Delia, felicidades a ambos, muy buen texto. Saludos. ome
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