Estupidez artificial

Jober Rocha

Ese país subdesarrollado del continente iba contra la corriente de todos los demás. Parece que sus autoridades se complacían en hacer las cosas mal, si no por simple ignorancia, tal vez incluso por placer.
El caso es que allí todo estaba burocratizado; Economía dio un paso adelante y, poco después, retrocedió dos.
Nadie podía entender realmente lo que estaba pasando allí. Los corresponsales internacionales acreditados que lo visitaron regresaron sin entender las razones de tantos errores, de tantas decisiones absurdas, de tanta incompetencia por parte de las autoridades. Su gran preocupación era la recaudación de impuestos, para pagar la enorme cantidad de privilegios y prebendas de que disfrutaban todos los jefes de las tres potencias.
Después de ver muchos errores sucesivos cometidos por las autoridades del país y muchas decisiones equivocadas que causaron enormes pérdidas al tesoro nacional; un joven periodista de investigación decidió profundizar en las complejidades del gobierno, el inframundo de la competencia, la maraña de leyes en conflicto y el laberinto de sentencias judiciales ininteligibles.
Pasó varios meses leyendo textos, actas, proyectos, decisiones y leyes en las bibliotecas de la Cámara y del Senado; sentencias, dictámenes, decisiones y actas en los más altos tribunales judiciales; decretos, informes, avisos y dictámenes de organismos públicos de administración directa e indirecta. Además, entrevistó a miles de empleados de diferentes niveles en los tres poderes.
Finalmente, después de mucho trabajo, el joven periodista logró desentrañar el porqué de aquel misterio que intrigaba a los corresponsales extranjeros y a todas las personas medianamente inteligentes que vivían en ese país.
El hecho, aunque difícil de desentrañar para quienes desconocían las idiosincrasias del país, en realidad era bastante simple.
Las autoridades del país, tratando de entrar en la era de la modernidad, buscaron informatizar todos los sectores de la vida pública . Para ello, se programaron numerosos concursos para la adquisición de equipos informáticos y software de gestión mediante Inteligencia Artificial – AI.
Resulta que en ese país las licitaciones fueron casi todas amañadas, por lo que las autoridades se quedaron con una parte sustancial de los recursos destinados a estas licitaciones. El fraude siempre implicaba la adquisición de los artículos más deficientes en el mercado a los precios más caros, de modo que el volumen de recursos públicos que quedaban en posesión de las autoridades fuera el mayor posible.
Así, los directivos compraron lo que era más deficiente en el mercado, es decir, la Estupidez Artificial – EA. Por eso, allí, en ese país, todas las decisiones y procedimientos que se tomaban provocaban errores y pérdidas a la administración pública.
El lector me preguntará: - ¿Qué país es este?
Yo te responderé: - Haz un examen de conciencia y descubrirás que estás viviendo en ello...