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Un fin de semana en Jumentoland

Jober Rocha
Jumentoland, para quien no lo sepa, consiste en un país lejano rodeado por las aguas de un océano y un gran bosque, ubicado en los confines del mundo y habitado por una población donde todos, todos, son burros.
Como tales, políticos, administradores de asuntos públicos, magistrados, agentes de seguridad pública y nacional, servidores públicos en general, electores, empresarios, trabajadores, etc., pertenecen a la especie Equus Asinus, de la familia Equidae, caracterizada por su resistencia, tamaño mediano a pequeños y orejas grandes.
En este aciago país, todas las normas, ordenanzas, reglamentos, leyes, opiniones, agendas, sentencias, proyectos, estudios, tesis, son, evidentemente, hechas por los propios habitantes locales.
Los lectores más perspicaces ya se han dado cuenta de que allí nada puede funcionar correctamente, ni ninguna buena idea puede concretarse, dado que tienen un vicio de origen que es el propio ADN del pueblo que contiene sólo 62 cromosomas.
Los turistas que abandonan sus países de origen para visitar lugares exóticos casi siempre se detienen en Jumentoland, conocida por sus leyes extrañas y extravagantes, la corrupción desenfrenada, el turismo sexual, la impunidad generalizada, la creencia de los habitantes y el contrabando, por fomentar el crimen y desperdiciar todo tipos de residuos. En definitiva, una tierra sin dueño donde todos mandan y nadie respeta a nadie.
Evidentemente, se trata de un paraíso para gente inteligente y malversadores internacionales, que hacen fortuna allí y luego desaparecen sin dejar rastro de su paso.
Por simple curiosidad, también decidí pasar un fin de semana en ese lugar, sólo para confirmar lo que todos decían al respecto.
Preparé una maleta, tomé un avión y desembarqué en el principal aeropuerto del país.
Cuando desembarcas, ya puedes notar algo extraño en el aire: el olor a estiércol, que domina todos los ambientes, desde las afueras, donde viven los burros más pobres, hasta las oficinas y palacios más ricos, donde viven los burros más ricos.
Caminando por las calles, siguen a los burros con la cabeza gacha y con expresiones de imbecilidad. Siempre relinchan e intercambian patadas entre ellos. Cualquier césped de cualquier plaza es disputado con avidez por ellos, en su afán de satisfacer su hambre crónica. Dejan todo lo que están haciendo para comer algo de hierba cuando la encuentran en las calles, parques y jardines.
Las colas de burros son una constante en la vida del país. Hay cola para todo. Creo que esta costumbre viene de la época del reinado, cuando se transportaban cargas, en fila india, desde el interior del país hasta los puertos marítimos y ciudades más grandes.
La suciedad prevalece por todas partes. Parece que no les importa vivir con ella o incluso que la extrañan. Orinan y defecan dondequiera que estén. Los insectos proliferan por las ciudades; así como ratas, gatos y perros.
Todo aquel que es funcionario público busca sacar alguna ventaja o cobrar un soborno por los servicios que realiza, olvidando que, en un efecto cascada, todos los sobornos dados se repercuten en costos, aumentando así los precios de todos los productos y servicios en Jumentoland y perjudicando a toda la población de burros.
Las leyes votadas en los parlamentos, en general, van en contra de los intereses de la propia población. El dinero público recaudado de los impuestos se gasta en cosas superfluas, se presta a países amigos pero morosos, o simplemente se lo apropian quienes hacen las leyes, sus amigos y socios.
Como las leyes sobre un mismo tema siempre cambian, casi nadie las cumple, porque lo que hoy está permitido mañana está prohibido y viceversa, por lo que nadie sabe con certeza si puede o no hacer algo.
La burocracia es enorme y está presente en todos los sectores de la vida pública. Para obtener cualquier servicio o documento público es necesario seguir un ritual casi imposible, realizando tareas innecesarias y pagando honorarios exorbitantes, desincentivando la iniciativa y la creatividad privadas y dificultando el empleo y la generación de ingresos.
La justicia es un 'arma de doble filo' que mantiene alejada a la mayoría de quienes la buscan en busca de justicia para sus problemas. La ley se interpreta de una manera para los amigos y de otra para los enemigos y los indiferentes. Se pierden los casos correctos y se ganan los casos equivocados, en un juego de sillas musicales en el que quien controla la música hace que se detenga cuando quiera...
La mayoría de los empleados sólo quieren un lugar para sentarse y un periódico para leer o un teléfono para charlar con amigos y familiares durante el horario de oficina.
Los burros que han cometido una infracción o delito y que por tanto son detenidos o encarcelados, casi siempre tienen más derechos que aquellos que no lo han cometido. El hecho es que ganan un salario en prisión superior al salario mínimo, que ganan esos otros burros que trabajan y tienen antecedentes limpios en los tribunales.
En general, se anima a los burros emprendedores a vivir de inversiones financieras y no de la producción o el comercio, ya que dichas aplicaciones rinden más y con menos trabajo que las actividades comerciales, industriales y de servicios.
El caso, queridos lectores, es que aunque reservé un hotel para un fin de semana, tuve que regresar a mi país al día siguiente, ya que no podría pasar dos días allí, en Jumentoland, porque si no caería gravemente enfermo. .
No recomiendo el tour. Si alguno de mis lectores quiere confirmar todo lo que dije, hágalo bajo su propio riesgo. Una advertencia: lleva Ivermectina y Cloroquina en tu maleta, que ahí todavía hay Covid.


Texto agregado el 19-12-2023, y leído por 46 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
23-12-2023 No estoy seguro si este cuento calce en lo realfantástico pero, de que tiene visos de cotidianeidad tercermundista, los tiene y en gráfica abundancia. Jumentoland bien puede ser Perú, el Perú de estos últimos días de diciembre. El mundo al revés, dónde -sin duda- los equus asinus están en todas partes y con descarada coruptela maldirigen a una nación. No es recomendable (menos saludable) visitar ni vivir en espacios geográficos y políticos como de Jumentoland. Saludos. cvargas
20-12-2023 Mi hijo, el menor, tiene 23 cromosomas y es y nos hace felices. yosoyasi
19-12-2023 Me gusto bastante este cuento, aunque me entristece un poco los Jumentolandeces, no porque pertenecen a la especie Equus Asinus son merecedores de tantas atrocidades Vientosusurrante
 
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