ASALTO A LA PUBERTAD

He vivido con mi mujer desde hace cuarenta años. Mi apariencia es de un hombre avanzado en edad, de cabellos, bigotes, barba y cejas hechas canas. Mis arrugas demuestran que he vivido intensamente tanto en la vida laboral, como en el amor. He amado a mi esposa hasta el cansancio y la seguiré amando hasta el último aliento de vida que se escape de mi cuerpo. Pronto llegará el bastón para ayudarme con mis movimientos y mis pasos serán lentos y con precaución. He visto perecer a mucha gente joven y anciana también, pero yo sigo aquí al lado de mi mujer, todos los días y todas las noches. El negocio del cual subsistimos nunca ha ido mal y siempre hemos tenido alimentos, cobijas y un techo donde guarecernos de las inclemencias del exterior. Cada día la veo más bella a pesar de que ha envejecido también y es precisamente esa energía que irradia la que me mantiene con la mentalidad de ser un muchacho de setenta y cinco años. Tenemos momentos de desacuerdos como todas las parejas pero al final de cuentas una invitación a salir y divertirnos termina opacando nuestras peleas. Claro debo decir que han aumentado continuamente, desde que se la pasa en el espejo casi todo el tiempo apreciando el enorme trasero que le ha crecido y la operación de senos que se hizo ya algún tiempo –––. Te vas a desgastar de tanto mirarte –––le digo a veces, pero ella muy pocas veces sonríe y las veces que lo hace me da un beso en la boca para que terminemos en la cama.
Han pasado dos años más y ya son cuarenta y dos de matrimonio. Tengo ahora setenta siete y una preocupación que casi no me deja dormir. Quisiera no pensar en ello, pero los celos me atrapan, si pudiera quitarme este mal pensamiento sería feliz como antes, pero no puedo cambiar las cosas o mejor dicho no puedo regenerar mi cuerpo y tener otra vez cincuenta y seis años que es la edad actual de mi esposa. Pienso que empiezo a pagar por lo que hice, asaltar su pubertad y hacerla mi esposa a temprana edad fue en esa época una batalla campal con sus padres, pero al final reconocieron que no he sido mal esposo y menos si le di los estudios que ella deseó. Aunque, siempre pagamos por lo que hacemos vuelvo a reprocharme y más doloroso será cuando mis alientos se hayan agotado y ella esté en los brazos de su pretendiente. En mi lápida se dirá: “Forjó a una gran mujer” o será ¿forzó?, bueno que sea lo que sea y se acabó.

13/02/2024