EL PODER DE LA FECUNDACIÓN

La mujer domina su cuerpo según los criterios de la sociedad, pero a nivel celular los hechos demuestran una situación diferente. Soy el doctor Pertuzco Locupeira y operé a una dama que contrató los servicios de la clínica en donde estoy trabajando. La intervención quirúrgica fue requerida para ligar las trompas de Falopio por medio de un corte y su posterior cauterización. Alcanzado el éxito de la operación la mujer se sintió segura para seguir manteniendo relaciones con su pareja. Pasó un año y dicha mujer volvió a quedar en embarazo ¡Qué sorpresa!, cuando menos lo imaginaba se hallaba ante la realidad de ser madre una vez más. Una demanda a la clínica no se hizo esperar y ésta corrió con los gastos de la gestación. Nueve meses y el bebé respiraba el aire frio de la sala de parto.

Como cirujano no entendía que había pasado ya que quemé muy bien los extremos de las trompas uterinas, además este tipo de procedimiento es la esterilización más efectiva que se puede realizar. Al pedirme explicación el director de la clínica revisé los videos de la cirugía y efectivamente quedaba claro que actué correctamente, por lo tanto legalmente no existía ninguna mala praxis. Pero me preguntaba de todas maneras, cómo los ovocitos pudieron pasar la barrera quirúrgica. Pensé que pudo haber sido una regeneración de los segmentos divididos, para superar el vacío entre éstos. Hipótesis descartada posteriormente porque al hacer la ecografía seguían separados. Una inadvertida idea pasó por mi mente –––. ¿Y si sobrevivieron ovocitos en el segmento que se une al útero y ahora han sido los culpables de la fecundación? –––cerré mis ojos y respiré profundamente para razonar –––. Soy un estúpido, los ovocitos tiene una vida útil de 12 a 24 horas, después de eso son arrojados por la menstruación. Estuve durante días en silencio hasta que pensé en una mutación del óvulo que fue fecundado. Calculé la posibilidad de que esta célula sexual se convirtió en una especie de macrófago que penetró a través de la capa serosa, muscular y mucosa hasta llegar a encontrarse con su amado espermatozoide. Con alegría grité –––. ¡Sorprendente!
Con mi pensamiento y conocimiento imaginé penetrar en las cavidades de las trompas de Falopio. Oler, escuchar y palpar el interior mucoso para recoger los ovocitos como guirnaldas.

Entonces, empecé mi diagnóstico de la siguiente manera:
Imaginemos a una prisión que somete a los ovocitos, a un túnel (lumen) que ha sido cerrado por un portón quirúrgico. Encerrados en un castillo y que a su alrededor hay un vació en condiciones iónicas por la cauterización con corriente eléctrica. Imaginemos la depresión y la ansiedad que viven los ovocitos al no poder ser fecundados. Pensemos en los espermatozoides del otro lado del segmento falopiano, si se me permite el término. Estas células sexuales masculinas vociferan, gritan y claman liberación para los ovocitos. De tal manera que de un lado empujan estos y del otro los espermatozoides. Tanta es la fuerza del movimiento muscular de las trompas hacía el corte quirúrgico, como lo hacían anteriormente hacia el útero, la cinética de los ovocitos al moverse por las paredes llenas de células ciliares, que hay ruptura en la capa mucosa, muscular y serosa donde está la cicatrización. El ovocito con el poder de su deseo de fecundación busca la abrasión producida y sale dando un salto cuántico hasta el otro extremo. Se agarra fuerte para no resbalarse por la capa serosa, se introduce en la otra ruptura hecha por la fricción de los espermatozoides y una vez en el interior abraza a la célula sexual masculina que ha elegido para fusionarse y multiplicarse con características hereditarias.

Es así como fue formado el embrión que dio cuerpo a una hermosa niña llena de fuerza, empuje y deseos de nacer.

Att. Dr. Pertuzco Locupeira