Tengo que reconocer que la hazaña llegó a cumplirse; aún dentro de un caos que parecía no querer detenerse e inclusive a pesar de mí.

Ha sido como encontrar un libro olvidado en el caos de una Biblioteca antigua desordenada.

Y hoy soy Testigo de aquello, trascendente en su
importancia y estéril en tener que guardarlo para sí.

Pero, siempre fue así. Cuando estuve acompañada, nunca fue para ser testigo también y sorprenderse.

Y es seguro que tal vez cuando una maravilla resplandeciera, todos coincidirían en mirar hacia otro lado.

Llevo desde siempre este sabor a Testigo incógnito, tanto que ya me acostumbre a recrearme con mi certeza que allí estuve y atesorar el recuerdo. Sola en la compañía de los misterios revelados.

Hoy no podría ser diferente, es la tabla que siempre ha atravesado mis hombros.

¡Qué extraño empleo ha de ser aquel de guardar secretos!, siendo como el escritor que conoce la trama que los personajes ignoran y entiende los porqué inminentes con que se llegará al desenlace.

Pero, no llegamos a esto sin la voluntad de la mayoría. Al
punto que lo reproducible es lo que se quiere y no lo que es.

Y lo que se lleva es la entrega en cuerpo y alma a la abulia y el desinterés.

Pero, tengo la certeza que siempre ha sido así, que en un punto del pasado siempre existió un Hernando de Magallanes.