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		| Estoy vivo y mis manos son fríosabrazos tan pequeños y perdidos
 entre la locura y el vacío,
 que ya no puedo regresar sin daño.
 El aire entra y sale de mi cuerpo
 indiferente sin sabor a nada.
 Auyenta el recuerdo con el presente.
 Las mañanas son obscuras figuras
 que vienen y van lentas por el tiempo.
 El barco del destino las pasea
 arrojando las sombras al abismo,
 apilando hojas de primavera
 heridas de muerte por el porvenir,
 hechándole tierra y flores lilas
 en la tumba pétrea del hoy que ya fue.
 Le robé al día sus cálidos colores.
 Premedité quitarle su sorpresa,
 empujándolo dentro de mi cueva,
 para silenciar su ingenuo resplandor
 hasta agotar su brillo por completo.
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Texto agregado el 12-10-2004, y leído por 162 
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