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Algo se asentó, una vez, en el corazón de Quique
algo tan pesado como un siglo
y más y llanto insomne, en todo ese tiempo
Quique no pudo hacer nada bien.
En los oídos de Quique aparece un zumbido
en alguna parte, un hedor, un tintineo.
Y hay otra cosa más en su mente
como una máscara mortuoria que en mil años
no podrá borrar el perfilado reproche del Espanto
al que asiste con los ojos abiertos, ciego.
Todas las campanas dicen: demasiado tarde.
Esto no es para llorar; pienso.
Pero nunca pudo hacer lo que pensó que haría
nunca acabó despedazando su cuerpo
y escondiendo sus partes, donde pudieran ser encontradas.
Él sabe que pasó de todos y nadie lo extraña.
A veces, al amanecer, los enumera.
No extraña nunca a nadie.
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Texto agregado el 28-11-2024, y leído por 32
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