Nadia
Tres años después del fallecimiento del esposo la desgracia se abatió nuevamente sobre Nadia; el hijo único, el adorado, perdió la vida en un entrenamiento del servicio militar.Sólo Leal, el perro, quedó con ella.
La mujer acogió a Leal en el gran lecho matrimonial. Su presencia le daba el mínimo de seguridad que necesitaba para conciliar el sueño.
Enseguida después del entierro del hijo volvió a su taller de costura como si nada hubiera sucedido,era notable su habilidad para arreglar y renovar indumentos pasados de moda. El perro no se movía de su lado mientras zumbaba la máquina de coser.

La vida de Nadia retomó su ritmo normal, cosía, visitaba a alguna amiga y a menudo paseaba por el parque dejando que Leal correteara a su antojo.
Poco tiempo después, la vida volvió a ensañarse con ella. Otra pérdida; un camión no pudo esquivar al perro en su carrera. Nadia lo llevó a la casa en la carretilla del jardinero y hasta decidir qué haría con él, le dejó en el cajón del congelador de la nevera.

Al día siguiente retomó el trabajo y parecía aceptar la muerte del perro con la misma facilidad como había superado la muerte del marido y del hijo.

Tres meses más tarde un grave desperfecto dejó a todo el vecindario sin corriente eléctrica durante tres días.
Desde entonces Nadia está internada en un hospital psiquiátrico.
Dicen que esta historia es verídica.