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La micro 305.


La mañana era fría y el sol no alcanzaba a calentar mis débiles intensiones. La escarcha se amontonaba en el parabrisas del viejo wolskwagen, modelo escarabajo que esta abandonado en la calle enfrente de mi casa. También se veía escarcha en el pasto del parque. La gente que espera en el paradero se protege tras gruesos abrigos y chaquetones, algunos ocultan sus rostros bajo bufandas de diversos colores. La mañana es fría, pero yo no voy abrigado, solo llevo encima un poleron delgado y una camisa; nunca me ha gustado usar mucha ropa. Espero a que pase la micro que me sirve para llegar a mi trabajo, la 305, y trato de soportar el frío con pequeños brincos.

El día de hoy es especial o mas bien raro, o por lo menos pienso que va a ser raro, ya que hoy es mi ultimo día en mi trabajo. Hoy seré exonerado o como dice mi jefe, desvinculado- usan esa basura verbal para que suene mas bonito pero en el fondo lo que hacen es echarme a la calle como a un perro o como a un paria -. La verdad es que ya estaba aburrido de todos modos, de ese trabajo monótono, llevaba un buen tiempo atascado en ese lugar, así que decidí que antes de ser despedido, yo renunciaría para no darle el gusto a mi jefe de hacerlo, pues, de todas formas, igual me echarían, ya que he hecho méritos para que eso pasara.

Pasa la micro, es la 305, la hago parar y veo que esta vacía, como pasa casi siempre, yo soy el primer pasajero – ventajas de vivir cerca del terminal de la línea en cuestión- pago el pasaje que cuesta trescientos veinte pesos con trescientos cincuenta, el chofer extiende su mano y recibe las monedas, las ve y después a mi. Pero yo lo noto enseguida, sino que me distraigo mirando una calcomanía pegada sobre el retrovisor, es solo una pero no del tipo religioso, eso me llama la atención, porque los choferes de micro siempre las llevan pegadas por todas partes, en vez de eso hay solo una que dice “EL CUERVO”, nada mas que eso. Ahora si me doy cuenta de su mirada y eso me estremece un poco. Su rostro tiene algo raro, es un tipo de por lo menos unos cincuenta y tantos, tiene el pelo oscuro con manchas blancas de canas alrededor de las orejas, su cara es sombría y su contextura es gruesa. En sus ojos veo la expresión de alguien que mira y no ve, como si me utilizara para enfocar sus sentimientos retenidos. Después de unos segundos vuelve a la realidad fría y circular de la rutina y me dice con voz grave que no tiene vuelto.

- No se preocupe, quédeselo- le respondí tomando el boleto de su mano.
- No- me dijo- Cuando suban mas pasajeros y tenga mas sencillo le daré su vuelto.
- Como quiera, pero le repito, no se preocupe, son solo tres monedas.
- No, nada de que no se preocupe, se lo devolveré.
- Vale- le digo y me acomodo a tres asientos de distancia de donde el esta.

Me queda mirando por el retrovisor que tiene la calcomanía que dice “EL CUERVO”, siento un escalofrío por la espalda pero lo trato de atribuir a las condiciones climáticas. Intento distraer mi atención y miro por la ventana del bus. Concentro mis ojos en el paisaje. El asfalto se desliza rápido por debajo de la micro, miro con mas atención y la calle se transforma en líneas sempiternas y grisáceas. La micro comienza a recibir mas pasajeros y se empieza a llenar de sombras mudas e inexpresivas, las típicas de una mañana de invierno, todas las miradas son glaciales y si no fuera por el movimiento podría decir que hasta sin vida. En la mañana vez de todo: Amas de casa, obreros, profesores, estudiantes, perdedores, hipócritas, déspotas, etc. … todos con la misma expresión neutra, con cara de nada, yo también coloco mi mejor cara de indiferencia y me abstraigo de la situación.

La radio de la micro esta sintonizada en una emisora de canciones románticas, por los parlantes se escucha a Soraya, con una canción que dice algo como… Y casi se me acaba la fe / Y casi se me acaba el amor… Sometido a la dictadura demagógica, en cuanto a música se refiere, del chofer, voy tratando de no pensar en que en la otra esquina se subirá la muchacha que me rechazo hace un mes. Sé que va a subir, porque esta rutina ya es habitual y al parecer la vida se quiere encargar en hacerme entender que soy un perdedor congénito. La micro para y como ya lo había dicho antes sube la chica de la cual estoy enamorado, ella y sus cinco meses de embarazo por los cuales mi estomago se revuelve cada vez que la veo. La situación es graciosa, porque al verla, recuerdo toda la escena nuevamente. Un día de mayo, me arme de valor y me decidí a decirle que la amaba, nunca antes me había atrevido, solo la veía en la micro y la miraba a los ojos, ella me devolvía la mirada y yo me sentía el rey del mundo. Pero ese 3 de mayo, le hable. Ella se bajo en donde siempre lo hace y yo la seguí. Lo que le dije fue algo así como: Hola, ¿Qué tal?, Me llamo Manuel y estoy enamorado de ti, como lo hizo ed bloom en la película Big Fish. Ella me miró sorprendida y después a su vientre, yo hasta ese momento no me había dado cuenta que estaba embarazada. Sonrió y me dijo con voz suave, que no podía ser, tal vez hace un año, pero ahora ya no, que estaba esperando un hijo y que era muy probable de que se casara con el padre de la criatura que llevaba en su vientre. Yo la mire y sentí como mi cara enrojecía y mi corazón latía mas fuerte, ella respiro hondo y me dijo: Si tan solo me lo hubieras dicho antes… yo también respire hondo, la mire a los ojos y le dije: Perdón, no fue mi intención molestarte, di la vuelta y me fui.

La veo como paga su pasaje, toma el boleto y se sienta, parece no darse cuenta de mi presencia. Yo sigo mirando por la ventana de la micro, esta se sigue llenando. Ahora por la radio se escuchan noticias. Yo me concentro en las palabras que le diré a mi jefe cuando lo vea. Ojalá la mañana fuera de verdad la hora del día en que uno pudiera pensar mejor, pero no, cuando uno se levanta por las mañanas, es como si te hubieran reseteado toda la información que tenías en tu cabeza, se te olvida lo que ayer planeabas decir, la actitud que ibas a tomar, la mirada hiriente que ibas a poner, etc., etc. ... El sopor de la mañana hace mas interminable este viaje. Me acurruco en mi asiento y saco mi personal. Busco algo decente que escuchar. Tengo sueño y frío, aunque la primera sensación es mucho mas fuerte que la segunda. La micro avanza en esta rutina de cemento, las caras que se quedan debajo son cada vez mas frías.

Una señora sube con una niña pequeña, nadie le cede el asiento. Me paro, me saco el personal y se lo doy, ella me lo agradece y la niña que, ahora viéndola bien, es preciosa, como un ángel diminuto, me da un beso en la mejilla, yo siento que me ruborizo, y me alejo. Camino hacia atrás y me acomodo de pie, me coloco la mochila que llevo, en la espalda. Miro como la gente duerme en sus asientos. Me sujeto de un pilar y trato de no pensar. Las calles son mares de colores y caras sombrías, de bruma y rocío, de mañanas nacientes y soporíferas. Miro hacia delante, donde esta la muchacha de la cruel desilusión, en eso estoy cuando siento que alguien tira de mi mochila, me doy vuelta para ver, de que se trata y ahí esta, es Jorge, me saluda, yo le respondo. Un señor que esta sentado junto a mi amigo se para y se baja, yo aprovecho para ocupar su asiento.

- Hola ¿cómo te va?- me pregunta Jorge.
- Bien, voy a mi trabajo.
- Si, tan temprano, ¿tu hora de entrada no era mas tarde?
- Bueno... si, me gusta llegar temprano.
- Si, claro. ¿O será por la señorita que esta sentada mas adelante?
- Ehh... creo que soy muy obvio no.
- Si, pero ya debería ser hora de que te la sacaras de la mente, o del corazón.
- Si, creo que tienes razón, pero este es mi ultimo día de trabajo, hoy renuncio, así que no tendré que tomar mas este recorrido, por lo tanto, ya no la veré más.
- ¿Hoy renuncias? ¿Por qué?
- Mmm... ya estaba aburrido del cerdo explotador de mi jefe, no lo aguanto mas, además, de todas formas yo tengo el presentimiento de que igual me iban a echar, así que todo bien.
- Uf... ¿pero no te preocupa quedar sin empleo?
- La verdad no, tengo algunas cosas en mente, y este trabajo es un poco incompatible con mis sueños, y de paso dejo de verla a ella.
- Pero lo ultimo solo es consecuencia de lo primero, o sea, la dejas de ver, pero solo porque vas a dejar tu empleo, no por voluntad propia. Ya te veo a ti, tomando esta micro en una semana sin ninguna razón aparente, que solo verla a ella, como ahora lo haces. No tienes necesidad de levantarte tan temprano y lo haces igual, solo para poder verla.
- Creo que tienes razón, eso fue un golpe bajo, sin embargo, que te puedo decir, es cierto.
- Me lo imaginaba... sabes ya me tengo que bajar, en la siguiente esquina.
- Ya, entonces nos vemos.

Se para toma sus cosas. Yo me paro para dejarlo pasar, y él sale al pasillo. Antes de irse me mira y me dice:

- Ya debería ser hora de que tomaras tus decisiones sin miedo, probablemente ella estaría contigo y no embarazada de otro- al decirme eso, el se escabulle como un suspiro en la mañana.- se baja y me mira desde la cuneta, la micro parte.

Me quedo sentado, golpeado por las palabras de mi amigo, que intenta darme una salida a la desdicha diaria del despertar. Repaso lo ultimo que dijo y a cada palabra, mas razón le encuentro.

La micro sigue su monótono viaje. La gente comienza a bajar, poco a poco, hasta que de pronto me doy cuenta de que quedan dos pasajeros, la chica de mis sueños y yo. Ya esta próxima la parada de ella. Miro su figura que esta en el primer asiento, ella parece absorta en el paisaje, se ve lejana como en otra dimensión. De pronto se para, le avisa su parada al chofer y se baja. Al igual que mi amigo Jorge, ella me mira con resignación desde abajo. La maquina se pone en marcha lentamente y con ella, mis esperanzas de ser un hombre completo. Yo pienso en bajarme y decirle todo lo que un hombre con valor y determinación le diría a la mujer que ama. Le diría que no me importa que este embarazada, que igual yo sería un buen padre, que ya no seré un cobarde, que me bajare mas adelante y le diré a mi jefe que es un cerdo, que ya no seré una sombra inmóvil en la micro, que por fin cambiare en algo esta asfixiante vida, pero antes de tomar cualquier decisión, la micro se aleja, mas y mas. La veo a ella, perdiéndose en el paisaje de hace un par de minutos atrás. El vehículo toma mas velocidad, yo me resigno y apoyo mi cabeza contra el vidrio y vuelvo a mirar como la calle pasa y se aleja por debajo de este bus, veo como se transforma nuevamente en líneas interminables de color gris. El movimiento de la micro me hace sentir débil, sin fuerzas, casi me dan ganas de dormir. Afuera el sol aparece tímidamente por entre medio de las nubes. Pienso otra vez en las palabras que utilizare cuando este frente a mi jefe, pero el sopor del viaje me hace tambalear en mi asiento. Ahora estoy solo en el bus. Miro de reojo al chofer, este parece perturbado, de echo hace muecas como si hablara consigo mismo, observo el retrovisor y la calcomanía que esta adherida al espejo, “EL CUERVO” dice. Observo el espejo y el chofer me esta mirando fijamente, incluso parece que no se diera cuenta del camino. Me asusto un poco, miro por el vidrio en el cual estoy apoyado, estoy cerca de mi destino. Otra vez veo el retrovisor y el chofer vuelve a tomar la concentración en el camino.

Ya me bajare y conmigo se irán todos mis miedos. Me paro, camino hasta la puerta de salida, la trasera, siempre la trasera. Veo el timbre que esta en un pilar, lo toco, este suena, pero el chofer no se detiene, toco nuevamente, pero nada. Veo como el paradero pasa veloz por fuera de la micro.

- Oiga ¿qué le pasa, no se da cuenta que me quiero bajar?- le digo al chofer, mientras camino por el pasillo hasta su asiento -.
- Ya le dije que le iba a dar su vuelto.
- ¿Mi vuelto, pero que mas da? Quédeselo, no me interesa.

Miro la cara del chofer, esta se deforma en una mueca de desprecio y odio que no logro entender. Me mira y esta vez se olvida del camino y del volante de la maquina.

- Te dije que te daría tu mugroso vuelto, ¡siempre es la misma historia!
- Pero ¿qué le pasa?, Tome el volante, idiota- la desesperación me empezaba a correr por la cara en forma de sudor- ¿no ve que vamos a chocar?
- Si, siempre es igual, ahora te daré tu vuelto- de pronto, de una cavidad que esta sobre el asiento, saca un cuchillo, que ya esta ensangrentado- aquí esta te lo daré para que por fin cierres tu boca, maldita perra.

En ese momento sentí miedo. El sol ahora, ya había abandonado su pereza y se alzaba imponente sobre el cielo, la luz entraba por las ventanas como si esta proviniera de la tierra por la cual nos desplazábamos y no del cuerpo que esta prendido del manto azul del éter. Esta rebotaba por el retrovisor que tenía una calcomanía que decía “EL CUERVO”, por un momento, me encandilo y no pude ver. Antes de perder la visión vi al demente acercándose hacia mi, después de un momento volví a recuperar la forma de los contornos y colores de la vista. Ya estaba sobre mi, con el cuchillo alzado, listo para asestar un golpe.

- Ya te dije que te lo daría, ahora será todo tuyo.

En el camino había un bache, y la micro salto y junto con ella nosotros. Caímos. El cuchillo se clavo en un asiento. Me di cuenta de eso y di gracias a la municipalidad de que no hubieran echo el trabajo de reparar las calles de este sector. Estaba en el suelo, la micro seguía su loca carrera, el demente estaba tirado boca abajo. Me acurruque en un asiento, el loco se paro nuevamente, estaba sangrando por la nariz y la boca, al parecer se golpeo con algo, no sé. Mire a mi alrededor buscando alguna salida, me encontré con el vidrio y a su lado un martillo que tenía sobre si, una inscripción que decía: “ÚSELO EN CASO DE EMERGENCIA”. Esta era un emergencia, lo tome pero este estaba sujeto por unas abrazaderas que no me permitían soltarlo de su prisión. Hice fuerza, pero nada. El loco chofer, que ya había recuperado el hilo de su demencia, tomo el cuchillo nuevamente, lo arranco del asiento y me miro, después se dio cuenta de su sangre y se detuvo como tratando de recordar algo, como si la sangre lo transportara a otra línea temporal de tiempo. Yo hacía mas fuerza, el se empezó a reír como burlándose de mi esfuerzo.

- No te vas a salir con la tuya- me dijo con el cuchillo alzado nuevamente –perra.

Caminaba zigzagueando, aturdido por el golpe, yo veía su cara y el terror se apoderaba de mi. Mire el espejo retrovisor y mi cara estaba perlada de sudor. El estúpido martillo no cedía, el elemento que me serviría para salir de esta situación estaba decidido a no ayudarme. Se acercaba mas y mas, ahora veía mi fin muy cerca.

- Ya cabrón, toma- se acerco mas a mi. Yo estaba petrificado por el miedo, con mis manos en el martillo que no quería salir de la pared de la micro -.

Sentí como se clavaba, pero no mire. La sensación me dio una nueva fortaleza, tire mas fuerte del martillo y este cedió. Con la fuerza golpee al chofer en la cara, quitándole de paso la sonrisa que llevaba puesta

- ¿Qué has hecho?, Perra- me dijo.

Otra vez alzo el cuchillo, esta vez se veía mas aturdido que antes.

- ¡Maldición yo solo me quería bajar!- grite, golpeándolo nuevamente en la cara -.

Esta vez aproveche su estado de aturdimiento para darle una patada. Lo golpee con todas mis fuerzas en el estomago, el chofer se balanceo, la micro paso sobre otro bache y el tipo se tropezó en un asiento. Cayo sobre el vidrio que yo quería destruir con el martillo para escapar. El vidrio se rompió en miles de fragmentos que parecían copos de nieves, que iban adquiriendo distintos colores por el sol que los cubría, como si se tratara de un prisma. El tipo cayo fuera del vehículo en movimiento, yo lo mire con satisfacción. Después me di cuenta de mi propio estado. La herida estaba en mi estomago, la sangre cubría el poleron que llevaba. La vista se empezó a nublar, mis fuerzas me abandonaban. Por un instante vencí mi miedo, por un instinto mas fuerte que ese, la supervivencia. Mire hacia el camino, hacía bastante rato que nos habíamos salido de la avenida, la micro pasaba sobre el césped de un parque que no reconocí. La velocidad disminuía. Frente al bus, se acercaba un árbol, sentí el golpe, cerré los ojos, cuando los volví a abrir, estaba en el suelo, después me desmaye.

Cuando recupere la consciencia, estaba en un hospital. Rodeado de mis familiares, también estaba mi amigo Jorge, todos lloraban cuando desperté.

- Hola- dije y todos sonrieron con lagrimas en los ojos, mi madre me abrazo.

Con el tiempo supe que el tipo, el chofer, era un esquizofrénico. Aquel día había peleado con su mujer, el había ido a comprar pan para el desayuno, mientras que ella lo esperaba, el dinero se lo había dado ella. Después de que el volvió con la compra hecha, su mujer le pidió el vuelto para pagar el pasaje de la micro que debía tomar para su trabajo. El demente en un acceso de locura tomo el cuchillo con que iba a partir el pan del desayuno y se lo clavo en el estomago como a mi, después huyo, la mujer se salvo.

Cuando se iba con el cuchillo ensangrentado le dijo algo así :

- Toma tu vuelto, perra.

Esa fue la historia, ahora me recupero en mi casa de mi dolencia abdominal y mi amigo Jorge esta a mi lado, me vino a visitar.

- Y ahora, cuando ya puedas levantarte ¿Que vas a hacer?.
- Mmm... tengo que renunciar a mi trabajo... también debo cumplir mis sueños... y... decirle a la chica que amo, que a pesar de las circunstancias, igual lucharé por ella hasta el final.
- Eres un idiota, ¿No has aprendido nada con lo que te paso?
- Si, por eso lo voy a hacer. Por un momento, tuve el valor de enfrentarme a las circunstancias por miedo a perder la vida, ahora lo haré por gusto.
- ¿Por gusto a que?
- A vivirla.

Jorge me sonríe con complicidad y yo me recuesto otra vez, hasta que me pueda poner de pie y volver a mi trabajo, esta vez usare el metro.


El Cuervo__

Texto agregado el 14-10-2004, y leído por 162 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
14-10-2004 amigo he realizado una proeza como nunca.... he leido este tremendo escrito extensisimo a primera vista... pero lo he sentido casi real y cercano... eres chileno? cosa
 
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