Mientras las tardes
morían sin remedio
éramos solo un hueco
dónde caían todas
las preguntas.
Cada crepúsculo tentaba
con sus duendes escarlatas
mientras los grises
se perdían
porque preferíamos cerrar los ojos.
Las añoranzas
quedaban relegadas
porque era mejor así.
Después le dimos cuerda
a los relojes.
Entonces se hizo tarde
las campanas dejaron de tañir
hubo un silencio respetuoso
y ninguno de los dos lloró.
Texto agregado el 01-03-2025, y leído por 51
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