No se sabe cuándo el Sol se enamoró de los árboles de la Tierra. Fue algo tan natural que, sin pedir nada a cambio, derramó la luz y el calor de sus rayos sobre todos ellos. Los árboles, agradecidos con su bondad, aprovecharon los rayos y le correspondieron poniendo todas sus hojas verdes, que los hacían ver en verdad hermosos. Los pájaros también se enamoraron de ese verdor e igual las nubes, que en el tiempo adecuado, dejaron caer su lluvia para refrescarlos.
-No podemos tener nuestras hojas verdes todo el tiempo, - susurraron los árboles - tenemos que cambiarlas al paso de las estaciones.
En Otoño e Invierno, las hojas de los árboles mudan de color, se secan y caen para renovarse al llegar la Primavera.
Es así como entre el sol, los árboles, los pájaros, las nubes y su bendita lluvia, guardan una amistad inquebrantable.