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Entraron por la grieta que se había abierto por la noche en la pared de mi habitación, la intersección de dos mundos, como dos placas tectónicas solapándose, dos olas convergiendo en una misma orilla.

Varkon y Tesadio eran miembros de la resistencia Khandari. Tesadio era idéntico a mi hermano, pero no era él. La marca de nacimiento en el pómulo derecho, la sonrisa ladeada hacia el lado contrario. Me explicaron que nuestros mundos coexistían en una dicotomía. Cada uno de nosotros era la imagen invertida de alguien del otro lado. Tesadio hablaba apresuradamente, mientras Varkon me observaba tomando notas con la mano izquierda. En cada mundo ocupábamos roles y estatus distintos, éramos personas completamente diferentes. Nuestras sociedades habían evolucionado de manera muy distinta.

El tirano Drazhul tenía sometido al pueblo Khandari, después de que años atrás su padre, el implacable Ghor'Manak, invadiera su territorio. La legislación los privaba de cualquier derecho y las rebeliones eran reprimidas con sanguinaria fiereza.

Entonces supe mi papel en todo aquello. Iskara, la esposa de Drazhul, era mi contraparte en aquel mundo. Éramos como el reflejo de una gota de agua. Querían que ocupara el lugar de Iskara, aprovechando mi extraordinario parecido, y terminara con el tirano.

No lo dudé ni un instante, porque soy una mujer de corazón ardiente que no soporta la injusticia. No iba a rechazar la oportunidad de cambiar el destino de un pueblo que llevaba demasiado tiempo sometido al yugo de aquel tirano sanguinario.

A través de una gruta escondida en las montañas, alcanzamos el bosque que rodeaba el palacio presidencial, para encontrarnos con la primera dama a la hora de su paseo vespertino. Poco después era yo quien cabalgaba hacia el castillo, vestida con su ropas y con una pequeña dosis de veneno mortal en el interior de mi anillo.



—¿Y cuándo aprendiste a montar a caballo? —le pregunté—. Porque nunca me has contado que hubieras hecho clases de equitación.

Berta me miró como si acabara de hacerle una pregunta totalmente absurda.

—Cualquiera puede montar un caballo, que además conocía de memoria el camino de vuelta al palacio. No tenía más que dejarme llevar.

No era capaz de descubrirle ningún fallo en su historia. Siempre tenía respuestas para todo.

—Desde que he vuelto, tengo una ansiedad que no veas —siguió contándole Berta—. Lo de hacer un magnicidio puede parecer una tontería, pero no lo es. Sé que el pueblo Khandari me lo agradecerá, pero no me quito de la cabeza la imagen de Drazhul convulsionándose por el suelo.

Era la psicosis más hermosa que había conocido en todos mis años de psicóloga. Me hubiera pasado el día entero escuchándola. El mundo espejo, a mi hija le encantaban las novelas de la saga, pero Berta realmente creía vivir en ese universo. Mi trabajo era traerla de vuelta al mundo real, con suavidad, para que pudiera encarar sus verdaderos problemas.

—¿Y dices que los Khandari te han dejado una buena grieta en el dormitorio?

—Sí. Enorme. He llamado al seguro, pero no se quieren hacer cargo. Cuando les expliqué lo de la convergencia de los dos mundos me miraron como si estuviera loca.



Me despedí de Berta después de darle cita para el martes siguiente. El próximo paciente había cancelado en el último momento, por lo que tenía casi una hora libre antes de la siguiente sesión, lo cual me venía perfecto, porque estaba algo cansada y necesitaba adelantar trabajo. Me senté en el sillón un momento y cerré los ojos.

Vi a una mujer surcando los cielos a lomos de un ave majestuosa. Cientos de metros más abajo dos ejércitos libraban una cruenta batalla sobre un prado verde. Al observar el rostro de la mujer, descubrí que era yo misma, sobrevolando las montañas sobre una criatura de plumas irisadas.

Abrí los ojos. Recordé el momento en el que me despedí de Berta. Algo no había sido del todo normal. Berta se había despedido ofreciéndome la mano izquierda. Nuestros dedos se habían entrechocado. Todo había quedado en unas risas. Volví a visualizar su cara durante la sesión y me asaltó la duda. Aquel lunar tan característico que tenía sobre el labio, ¿no estaba en el lado equivocado?

Inmensos ejércitos combatiendo entre las montañas, sobrevolando las nubes a lomos de una criatura fantástica, el aire contra mi cara, la rebelión de un pueblo… Mis pensamientos perdiendo cualquier atisbo de lógica.

Fui al cuarto de baño. Me refresqué la cara. Me quedé mirando el espejo mientras me secaba con la toalla, hipnotizada ante mi propio reflejo. Entonces sucedió: una vibración casi imperceptible, un súbito crujido y una grieta que atravesó el espejo partiendo la imagen en dos.

Texto agregado el 21-04-2025, y leído por 67 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
22-04-2025 Me recordó los últimos días de mi cansado padre quién empezó a imaginar la entrada de personajes por las grietas de las paredes y comenzó a vivir en otra realidad hasta que nos abandonó hacia el infinito. Me gustó mucho. Binito
22-04-2025 Que lindo cuento y como Spirits creo que debería continuar, es atrapante, saludos. ome
22-04-2025 Hay universos paralelos, vivimos en mundos dimensionales. Tiene una buena trama tu historia, ¿continuará? Espero que si. Felicitaciones!!! spirits
21-04-2025 Buen esbozo de la literatura del futuro, perspectiva cuántica y multidimensional. La riqueza de los mundos ilusorios. En los que caímos, o llegamos, por un misterio insondable. buhonero
 
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