LA TERCERA EDAD
“Si se llevasen el miedo, y nos dejasen lo bailado para enfrentar el presente... Si se llegase entrenado y con ánimo suficiente... Y después de darlo todo -en justa correspondencia- todo estuviese pagado y el carné de jubilado abriese todas las puertas... Quizá llegar a viejo Sería más llevadero, Más confortable, Más duradero...”
—Joan Manuel Serrat (Llegar a viejo)
Hace un par de días (aún no salgo de mi estupor) me di de bruces con una inobjetable realidad: soy una persona de la tercera edad.
Sí, como lo oyen, hasta ese día mi vida trascurría sin mayores angustias ni especiales prevenciones acerca de los años, ni de la edad que cada día a todos nos acorta el tiempo de existencia.
Iba con mi hija María Camila para encontrarnos con María Paula (mi otra amada hija) para ir a almorzar juntos, así que nos subimos a un bus de transmilenio para llegar hasta la zona T de Bogotá. No bien nos estábamos acomodando por el pasillo, cuando una chica joven me ofreció su silla azul para sentarme (las sillas azules de estos vehículos están destinadas especialmente para las personas mayores, embarazadas, minusválidos o con niños de brazos). Apenado le agradecí su gesto y le dije que permaneciera sentada, que no la necesitaba. Después del bochornoso momento me puse a pensar en por qué ella lo había hecho (no soy minusválido, no estoy embarazado y mi hija ya no es una niña de brazos sino de muchos besos y abrazos), luego sólo quedaba (por substracción de materia) que yo fuera una persona mayor y de la tercera edad. Me sentía ofendido en mi orgullo. Fue, entonces, María Camila quien me explicó que el gesto de la chica había sido amable y formal y que yo (quizás por una que otra visible cana y arruga) lucía algo mayor. ¿Cómo así que “algo”, le pregunté? ¿Acaso te parezco ya un viejo? No, papi, me dijo condescendiente y amorosa, pero acepta que ya tienes más de 60 años. ¡Ah!, dije: ¿Cómo así? ¿Acaso la tercera edad no comienza después de los 70?
Pues, no, papi, me dijo con plena seguridad mi hija. En Colombia una persona es considerada mayor a partir de los 60 años de edad. Las personas adultas mayores son sujetos de derecho, socialmente activos, con garantías y responsabilidades respecto de sí mismas, su familia y su sociedad.
Eso me pareció la definición de un abogado y no la de una linda psicóloga. Le dije que no estaba de acuerdo con esa definición y que yo no me sentía aún de la tercera edad, me sentía aún joven en una —quizás—y muy probable avanzada segunda edad.
El corto trayecto terminó y llegamos a la cita. No fue si no sentarnos cómodamente en el bonito restaurante para almorzar, cuando Camila dijo: Papi, cuéntale a María Paula lo que te pasó en el trasmilenio, a lo que Mapiz terció de inmediato con curiosidad para insistir con la pregunta: ¿Qué paso, papi?
Para demostrarle que no sufría de Alzheimer le relaté lo sucedido y su respuesta terminó por sacudirme del asiento cuando me dijo: la tercera edad empieza a los 60 años y va hasta más o menos los 72 años, luego de esa edad viene ya la cuarta etapa, la de la vejez.
Eso quiere decir que, si no bien me acabo de enterar de que no sólo soy de la tercera edad, sino que en muy breve tiempo saltaré (aunque no sé si la rodilla me lo permita) a la cuarta edad. Para consolarme me pregunto si acaso existe la quinta edad. De ser así, aspiro llegar a ella, así sea de rodillas…
Cajicá, a los 25.211 días de mi existencia.
Gerardo Cardona Velasco-Colombia. |