El idioma del mar
Salí antes del sol.
La ciudad dormía, aún borracha de la medianoche.
Encendí la moto como quien despierta una bestia dormida,
y me lancé al camino buscando algo sin nombre.
Las calles vacías eran promesas.
El viento me hablaba en ráfagas suaves.
Yo, un hombre solo,
deseando mirar de frente el primer día del mundo.
Llegué al mar.
Las personas, dispersas sobre la arena,
seguían soñando, como si el amanecer no las hubiera tocado.
El agua hablaba.
Sus olas eran lenguas de un idioma marítimo,
que solo decía la.opera del silencio.
Me senté sobre maderos húmedos, sin edad.
Los toqué como quien roza a una bestia dormida.
Solo escuché la brisa,
bailando con las aves blancas
que dibujaban arabescos,
mensajes del cielo,
amantes del viento.
Cogí mis piernas y quise volar.
Toqué el hombro de un hombre mayor.
Olía a sal, a mar.
Era un pescador de ilusiones.
Como yo.
Partí lleno de imágenes y con hambre en el cuerpo.
Subí a mi moto y regresé a la gris realidad del mundo,
donde nadie puede verse ni hablarse
a menos que huela a nada.
Por mi paso, hermosas sirenas pedían ayuda.
Querían volver.
No, me dije,
mejor dejarlas en ese cuadro infinito
que se graba en mi psique,
y con el tiempo
brillará en una hoja con olor a mar. |