—Habla quedo. Que no se oiga.
—Es tan bonito decirte que me gustas… toda.
—¿No sabes que las paredes oyen?
—Y si oyen… ¿qué?
—Me espanta que nos recuerden.
—¿Después de tanto tiempo?
—¿Tanto? Para ellos no hay reloj.
Un crujido.
—¿Escuchaste?
—Gatos, quizá.
—No. Ese vaivén… ¿lo sientes?
—Arriba. La pieza de mi abuela.
—La de sus tres maridos.
—Siempre prefería las noches con luna.
Silencio.
—No hagas ruido —dice ella—. No sea que despierte… la prima.
—¿La viva?
—No. La celosa.
*Sin buscar imitar a Rulfo, reconozco en este texto su herencia.
Texto agregado el 09-05-2025, y leído por 16
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