"Yo que soy el que ahora está cantando
Seré mañana el misterioso, el muerto"
Jorge Luis Borges
En memoria de todos los que han sido
un cuento sin final en esta página;
en memoria de todos esos nombres,
en memoria de todas sus palabras...
En memoria de alumnos y maestros
(si se distingue el tronco de las ramas);
en memoria de fuegos de artficio,
de noches sin Beethoven ni sonata;
en memoria de anónimos ensueños
que alcanzaron su ápice de fama;
en memoria de aquellos que están vivos
y tienen a Calíope enterrada;
en memoria de todos los que han muerto
y viven en el verbo que los guarda;
en memoria de Altorcan, de Giuliano,
en memoria del céfiro y las ráfagas,
en memoria de Jorge y de Leticia,
disputando sus leyes y sus trampas,
en memoria de todos los que olvido,
vistiendo así de amnesia mi ignorancia,
en memoria de Andrea y de Zepol
que hermanaron su hechizo con la magia,
en memoria de Nínive en Egipto,
de algún Jonás en Tarsis o en la Atlántida;
en memoria de ti que estás leyendo,
y en memoria de mí, que estoy en pausa,
escribo, casi a tientas, un poema
por todo lo que fluye hacia la Nada.
Abajo, donde van los comentarios,
puedes no comentar, pero...¡espera!
¿No sabes que el olvido significa
la muerte silenciosa del poeta?
Que no te engañen tristes obituarios
ni la autopsia macabra de la ciencia:
nuestra muerte, escritor, es muy distinta,
pues tiene más que ver con la ceguera.
Pues tiene más que ver con el olvido,
con la pérdida al fin de la conciencia,
con la historia enterrada de algún cuento
que nadie en esta página recuerda,
con la armadura inútil de un soneto
que nadie, por inútil, interpreta.
Pero allí está, esperando ser hallado,
para brotar en tallos de indulgencia,
para decir, paciente, que nos guarda
algún sitio espacioso bajo tierra.
Abajo, donde van las estrellitas,
abajo, donde van los comentarios,
recuerda recordar que tus mentores
tuvieron nombres para ser nombrados.
Que así, como nosotros, escribieron,
que así, como nosotros, han soñado
hasta hacer tan real su fantasía
que hoy viven en grafía y pleonasmo.
Algunos se leen tristes, como ahora
mis versos se me antojan apagados;
como si el mismo ayer los mantuviera
con un dedo partiéndole los labios;
otros te harán reír (están alegres),
con todas sus chisteras y payasos,
pero que arrancan lágrimas al viento
y al viento mismo algún perdido sayo...
¿No los ves desfilando con paciencia
cada vez que te ves ante-el-teclado?
El cursor es el tiempo que los busca,
porque no existe tumba sin su Lázaro.
Como lector hoy puedes revivirlos,
o por lo menos puedes exhumarlos...
Estás a un simple clic de que la noche
devuelva sus penumbras al espacio.
Pues un principio rige como regla,
autores y lectores conjugados:
sus manos hoy dependen de mis ojos
y mis ojos dependen de sus manos.
Si no entiendes la cruda viceversa,
si no entiendes que existes por el prójimo,
destroza de un tirón lo que has escrito,
pues al mundo lo integran los escombros.
Hoy Bécquer y mi madre son lo mismo,
como la rosa y Góngora en el polvo,
pues en algún recodo del camino,
el camino se queda sin recodo.
Y no es un juego burdo de palabras,
¡no!, lo escribo sabiéndome juicioso,
pues al pensar en deudas y reproches,
las bóvedas sin deudos son los foros.
Y los años aquí pasan tan rápido
que somos un relámpago en el cosmos:
si se puede dejar alguna luz,
constará en la mirada de algún otro.
Hoy depende de un sueño de verano
despertar el crepúsculo de otoño,
sin lo cual, cada libro que se ignora,
halla en Borges al muerto misterioso.
L.G.C.
BS. AS. 16 DE MAYO DEL 2025
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