Aunque estaban oscuras las nubes
podía seguir tu paso,
allí todo era horizonte de melancolía,
rojo intenso, algo anaranjado,
cuando cayó la noche te sentí preocupado,
otra vez la voz de dolor por la experiencia,
raíz del marino que ha naufragado
demasiadas veces frente a la playa.

La experiencia huyó de nuestros zapatos
cuando el alba trazó sus primeros garabatos,
estabas de nuevo listo para la batalla
pero ya habíamos roto demasiados platos,
así que compartimos una cornisa para echarnos,
al fin perdurar en algún lado
mirando al cielo de rostro anciano
jugando al ajedrez con el Diablo.