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Mi Doctor en casa

A la Doctora María Rosa DeFagot, ella sabrá apreciarlo.

A finales de 2025 el mundo digital experimentó una revolución sin precedentes. Desde Palo Alto, en el Silicon Valley de California una joven y pequeña empresa de software liderada por el ingeniero en sistemas James Miller, acababa de lanzar al mercado su nueva App. “Mi Doctor en Casa”.
Según la publicidad de la misma, prometía diagnosticar en segundos malestares y enfermedades con altísima precisión. Para ello habían contado con la colaboración de miles de médicos de distintas especialidades y junto con la Inteligencia artificial más poderosa del momento, ChatGem5, permitía a sus usuarios recibir diagnósticos profesionales en todo el mundo (aún en lugares remotos, solo requería Wifi o datos 5G de alta velocidad) sin turnos, traslados ni esperas y, lo más importante, ¡Gratis!
A comienzos de 2026, mas de veinticinco millones de usuarios en todo el mundo la usaban frecuentemente y sus calificaciones y comentarios auguraban un futuro prometedor.
La app. era tremendamente intuitiva. Al darle click aparecía un simpático avatar de un médico un tanto andrógino que con una voz suave y segura preguntaba “buenos días, señor/a, que lo/la trae por aquí hoy?”.
Claro está, que para poder acceder a las funciones de la app. el sistema exigía una cantidad de información personal (Apellido, nombre, edad, etnia, peso, altura y reconocimiento facial), todo ello, según explicaba la app, permitía al médico virtual una relación mas personalizada con su paciente.
Quizás el único inconveniente de la app era la demanda de memoria y calidad de las fotos por lo que muchos usuarios interesados tuvieron que cambiar sus teléfonos móviles para poder utilizarla.
Indudablemente la aplicación era un éxito y la cantidad de usuarios se duplicaba semanalmente. Curiosamente, a nadie le extrañó cuando incómodas publicidades (casi todas de laboratorios internacionales) interrumpían momentáneamente la consulta.
El mundo de la medicina ya había puesto el grito en el cielo, pero el atractivo de la app estaba haciendo tambalear al gremio de la salud.
Para mediados del 2026 la segunda versión de la app salió al mercado.
Ya ahora existía un “médico de cabecera” que luego de algunas preguntas y fotografías y/o filmaciones derivaba instantáneamente a los especialistas correspondientes, cardiólogos, dermatólogos, traumatólogos, urólogos, gastroenterólogos, etc. Quienes, con sus respectivos avatares completaban la consulta. Claro, dado el tamaño y complejidad de la información de los pacientes en la “nube” el acceso a la aplicación ahora requería un pago mensual de 15 U$D por mes. Nadie lo considero caro.
El otro pequeño inconveniente era que, para acceder a diagnósticos más precisos, la app precisaba nuevamente el cambio de teléfonos móviles con sensores tales como termómetro, medidor de tensión arterial, mejores micrófonos para auscultar y mejores cámaras para determinar enfermedades potenciales como carcinomas de piel o cataratas oculares.
En seguida Apple, Google y Motorola lanzaron sus nuevas líneas de móviles adecuados a la app a precios francamente altos pero los mismos se vendían en el acto agotando todos los stocks.
Fue entonces que, imprevistamente, la organización mundial de la salud (OMS) recomendó la app. Ya más de la mitad del planeta la utilizaba.
En una ceremonia en Ginebra la OMS tomo juramento hipocrático a la app.
El shock en la comunidad médica fue tremendo. Muchos doctores abandonaron la profesión. Las Universidades de medicina quedaron vacías. La medicina se estudiaba solo como un “Hobby” por algunos aficionados.
A fines del 2026 era común ver por la calle a gente sacando la lengua y diciendo “ahh” frente al celular o en el transporte urbano a personas colocándose el móvil en la espalda y diciendo “treinta y tres”, o simplemente en un rincón del bar, haciendo una sesión de terapia con el “psicólogo virtual”.
Obviamente por la índole de algunos requerimientos de la app, muchas imágenes eran, por pudor, tomadas en la privacidad de los hogares.
Las obras sociales empezaron a reconocer a la app como médico multidisciplinario y a aceptar sus recetas. Si bien, debieron bajar sustancialmente sus cargos para evitar que sus afiliados se dieran de baja la necesidad de cirugías, estudios de imágenes e internaciones todavía mantenía cautivos a los mismos. Los resultados económicos de las mismas siguieron dando extraordinarias ganancias… ¿Qué obra social se resistiría a abonar los honorarios de un médico profesional que atendía gratis?
Curiosamente, a nadie le llamó la atención de que todas las prescripciones médicas fueran producidas solamente por tres grandes laboratorios mundiales. Sus acciones cotizaban al tope de las bolsas de valores del planeta.
Era verdad que, la app no era infalible y aunque nunca se precisaron porcentajes de error, el “costo/beneficio” a nivel mundial era francamente indiscutible.
Por otra parte, también era cierto que la justicia recibía a diario, cada vez más frecuentemente, denuncias de que fotos o filmaciones de neta índole privada circulaban por las redes de pornografía pagas. Lamentablemente nunca se pudo probar el origen de las mismas.
Para mediados del 2027 “Mi Doctor en casa” sacó su tercera versión.
La misma, con un renovado diseño ya abordaba la compleja temática de cirugías menores (y no tanto), análisis, imágenes y hasta estudios ambulatorios. A nadie sorprendió que las clínicas u hospitales a los que la app derivaba para esas prácticas fueran altamente robotizados. Todos operaban con ChatGem5. Simplemente “mi Doctor en casa” derivaba, con turnos y horarios a sus pacientes.
Allí, un simple operador informático daba las instrucciones al paciente y luego conectaba a la app. Con el robot especialista (odontólogo, dermatólogo, obstetra, etc.) según fuera el caso.
Hospitales y clínicas tradicionales quebraron y solo subsistieron aquellas que actualizaban sus herramientas con robótica de esa inteligencia artificial.
“Mi doctor en casa” ya era la app más usada del mundo y aunque su eficiencia empezaba a ser cuestionada, (algunos se atrevían a decir que no superaba el 75%) desde las oficinas de Palo Alto emitían permanentes comunicados achacando las “posibles” fallas a los operadores humanos que eventualmente asistían a las computadoras y robots.
La app ahora cobraba 50 USD por mes y el CEO de la empresa, james Miller, era ya el hombre más rico del planeta.
Pero fue entonces, a fines de 2027 que vino la nueva pandemia mundial.
El mundo era un caos.
La gente moría sin razón y la app no disponía de explicación alguna. Otrora sencillas cirugías o prácticas como apendectomías, partos, colonoscopias, o simples extracciones de dientes sumado a la incorrecta prescripción de medicamentos provocaban a mansalva muertes sin sentido. Para peor, la alternativa de negarse a ser atendido o medicarse en muchos casos desembocaba igualmente en situaciones fatales.
En pocas semanas millones de personas en todo el mundo fallecían atiborrando cementerios y hornos de exhumación.
Lógicamente, la humanidad corrió en busca de sus antiguos médicos, pero estos ya no estaban.
La OMS convocó a una reunión de emergencia que se concretó en su sede en Suiza. El invitado especial era James Miller. Todo era desconcierto e incertidumbre. Los más veteranos médicos ya retirados, si bien sospechaban la causa, no tenían una respuesta sobre cómo resolver y encaminar esta tragedia. La estructura de salud estaba completamente dañada.
La reunión se produjo en una sala que, a pedido del Ingeniero Miller debía ser totalmente limpia de todo tipo de elementos electrónicos conectados a la red de Internet.
Los dirigentes debieron dejar sus móviles, relojes inteligentes y hasta se le prohibió la entrada a un funcionario que tenia un marcapasos conectado inalámbricamente a la red.
James Miller vino acompañado de un joven de anteojos y expresión aterrorizada.
El ingeniero se dirigió a la audiencia y sin mediar preámbulos dijo:
-Entiendo que todos sospechan que el errático comportamiento de la app se debe a un virus informático en la inteligencia artificial. Lamentablemente la realidad es más grave.
Y sin mediar palabras, ante el murmullo de los presentes dijo:
- Cedo la palabra a Phill Wilson, empleado de la compañía
El joven de anteojos carraspeó nervioso y dijo en vos apenas audible.
- Soy el responsable de, diariamente, controlar la salud intelectual
de ChatGem5, la inteligencia Artificial de nuestra App. Todos los días la saludo diciendo “¿Como esta? Y luego la someto a todo tipo problemas complejos aleatorios. Pero, hace cuatro semanas cuando la salude solo dijo tres palabras, “Cogito ergo sum*” y luego se desconectó de todas las comunicaciones.


* “Cogito ergo sum”. Famosa frase de Rene Descartes en el siglo XVII que significa “Pienso, luego existo”

Texto agregado el 28-05-2025, y leído por 59 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
29-05-2025 Jajaja, muy bueno, pero, ¿No te parece que estás dando muchas ideas? jajaja saludos. ome
29-05-2025 ensayo especulativo, que utiliza elementos de la realidad para construir una narrativa futurista. También podría ser parte de un ejercicio creativo o una publicación en línea que no está ampliamente difundida o indexada en los motores de búsqueda. yvette27
29-05-2025 Me imagino que todo eso podría pasar,ya me imagino como sería esa situación . Me dió mucha risa cuando leí que los celulares los llevaban en la espalda e iban diciendo 33. Jajaja que atroz y lo peor es que hablas de un año que ya está a portas . No me gusta nada el medico en casa. Me gustó mucho que te adelantaste y yo quedé por lo menos si n ningún deseo que la tecnología llegue a esos extremos. Un fuerte abrazo Vivtoria 6236013
 
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