La madrugada de un jueves nació una niña en una de las Islas Canarias. Y gracias al gofio, la papa corrugada y el buen queso, creció en buen estado de salud. Pero al entrar en la adolescencia, su femineidad evolucionó de forma sorprendente. Tanto que un turista inglés de paso por su isla, la pretendió como novia.
Y pronto una armónica reciprocidad para con él de la chica, la convirtió en tal. Luego el anglosajón volvió a buscarla para hacerla su esposa. Y en el tiempo justo nació su única hija en Inglaterra. Hasta que una tarde, el padre decidió que todos sé fueran a residir a EUA. Específicamente, al estado de Georgia.
Y de repente, la niña ya con nueve años sufrió el impacto del abandono de su padre. Cosa qué perturbó la estabilidad de la madre y que en corto tiempo la llevó a regresar a su lar de origen. Pero justo al completar los doce años, la madre optó porque las dos sé establecieran en Madrid. Y movido por un impulso de su entorno familiar, la niñita fue obsequiada con una guitarra acústica de las más simples.
Momento aprovechado por la madre para mostrar su desacuerdo con la música y el favor hacia la educación regular. Negándole la petición suya de que le pagara el aprendizaje del uso del instrumento. Frente a lo cual, la niña en solitario investigó las formas de pisar las tríadas de un tono básico. Qué después de dominarlas, supo de que cada tono tenía otro relativo(menor ó mayor). Y con esas seis posiciones sé atrevió a ponerle encima un hilo melódico. Y poco a poco fue integrando pequeñas canciones a su escaso repertorio.
Entonces operó algo mágico: Nada más y nada menos que Manuel Alejandro, quiso poner en su boca un juguetito de canción. Algo tan tenue y oportuno, que con la voz asustadiza de la niña, sé colara el mensaje, apenas, insinuado. Y el intento fue un palo qué la pelota salió por ‘los 411 pies del estadio’. Porque sé trató de una protesta sutil y funcional, no solo en toda España, sino en toda latino América.
Por lo que otro grande de la composición: Perales. Puso en su leve é inocente chorrito melódico, un canto con la misma aceptación del anterior. Qué aunque no contenía la frase ‘Yo soy rebelde’, el pueblo le dio la misma connotación qué a la anterior.
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