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En la cocina había un clima de caricias ocultas bajo la mesa. A simple vista, solo se veía a una pareja compartiendo una cerveza.

Desde allí, la joven podía ver la nuca de su madre, que no apartaba la vista de la televisión. Como tenía problemas de audición, leía los subtítulos. Estaba hundida en su sillón, disfrutando de aquellas películas gringas que tanto le gustaban.

Bajo la mesa, el pie de ella subía por las piernas de su amigo hasta llegar al ingle. Frotaba y se retiraba. Frotaba, volvía, insistía. Al cabo de una hora, los ojos de él brillaban como reflejo de lo que por dentro ardía.

La madre le hizo una seña. Ella dejó el juego y se recargó en el filo del mueble, su cuerpo formando un arco. Pegó la mejilla a la de su madre. Le contaba algo. Llevaba una falda corta, y al moverse quedaban visibles los pliegues y el borde de su ropa interior.

El muchacho se acercó y se colocó detrás. La madre, ajena, no podía verlo. Las yemas de sus dedos recorrieron la blancura de las piernas de ella, como si fuesen labios sutiles deslizándose por la piel interior. Subía desde el hueco de la rodilla hasta el ángulo del muslo.

Ella le hacía señas con la mano para que se calmara, pero él seguía. Al querer apartarlo, tocó lo que no esperaba. Él se recargó. Ella resistió un poco más, pero era inútil.

Entonces lo tomó, cerró el puño, y lo guió —con torpeza y decisión— desde su rodilla hasta situarlo entre sus piernas.

La madre terminó su plática. Ambas regresaron a la mesa y siguieron compartiendo el queso y la cerveza.

Cerca de la medianoche, él se despidió. Para llegar a la puerta había que bajar unos escalones en penumbra. El camino no estaba en buen estado.

—Te acompaño —dijo ella.

—Gracias —respondió él, y disimuladamente tomó un cojín pequeño que adornaba la sala.

En el trayecto, recargados en la pared, se soltaron en besos prolongados. No les importaron los chasquidos de los labios, ni las palabras entrecortadas.

Cuando él iba a poner el cojín sobre uno de los escalones, se oyó la voz de la madre:

—¡Ya súbete! Y por favor no maltrates el almohadón, que es el que hace juego con el color de la sala.

Texto agregado el 04-06-2025, y leído por 68 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
06-06-2025 Obviamente, este texto es parte de una creación mas larga Como un fragmento sacado de alguna parte y puesto acá Creo que es una historia bien contada, se lee ágil y fluidamente Me pasó que tuve que leerlo tres veces para entender bien lo que nos cuenta, pero es que estos días ando lento de entendederas Muy bien Ishamael
06-06-2025 —Cuando el posible yerno va creo entender que la probable suegra ya viene de vuelta (La experiencia es pariente cercana del saber). —Saludos. vicenterreramarquez
05-06-2025 Como van a llamar "Maestro" a este mediocre beethoveniano67
05-06-2025 Este viejo ya no tiene arreglo. Las estupideces que cuenta beethoveniano67
05-06-2025 Sos un maestro en eso de lograr una atmósfera delicadamente erótica. Un beso. MujerDiosa_siempre
04-06-2025 Es una mirada elegante y sutil sobre el despertar de la pasión y la juventud. Saludos. jovauri
 
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