El Padrino Pendiente
Ya siendo de mañana por los laboratorios de la universidad,
Pendiente empezó a entrenarme.
Tenía un guion para casi todo lo que correspondía a embarcar.
Uno de sus guiones fue:
—Estamos seleccionando a nuestros invitados
para después mandarles la invitación a su correo
y a su número de celular.
Para eso es necesario que nos des tus datos,
ya que haremos la invitación masiva a todos
los que tengamos registrados.
La finalidad de Pendiente era pescar en tierras
más fértiles que las suyas,
pues es sabido que en su universidad
raras veces se encuentran peces.
Ya teniendo los números, procedía a lanzar su red.
Y para ver qué podía conseguir,
se disponía a usar sus innumerables guiones.
Ese era, y siempre será, su fuerte: las ventas.
Ahora es ejecutivo de ventas
en una empresa dedicada a la venta de maquinaria industrial.
Siempre amable al hablar,
y malo para la guitarra y para la voz,
lo poco que pudo avanzar en esas artes
fue gracias a su constancia.
En otras palabras: musical no era.
Su gran talento era subsistir
a las condiciones más adversas.
Había usado todos sus sesos para conseguir
su moto, su laptop
y las pocas pertenencias que pudo obtener
cuando era tuno activo
y presidente de la tuna
de la Universidad Nacional de Ingeniería.
A simple vista no parecía ingeniero,
por su humildad al hablar y al vestir,
pero fue un gran hermano y maestro para mí.
He de recordar aquel día
en que caí en las fauces del monstruo del desamor.
Estaba fulminado por una situación
que siempre pasa y no se puede evitar
en algún punto de la vida.
Pendiente me mandó a llamar
y yo, obediente, fui a su presencia.
Me miró con odio destructor y me dio
varias cachetadas.
Luego me dijo:
—¿Por qué lloras por una mujer?
Eso no te lo permito.
No te entiendo.
Si vas a llorar por mujeres,
al menos que sean diez a la vez.
Quizá exageró en la cantidad,
pero por ahí iba la enseñanza.
Me dijo:
—¿Es que acaso ella te paga la universidad?
¿Paga la luz de tu casa?
¿Te paga el hospital?
¿Te compra libros?
A todas le respondí con un “no”.
Y fue ahí cuando lanzó su última cachetada diciendo:
—Entonces no te debe de importar.
Entendí el mensaje,
que era como algo que él mismo se había dicho
en sus tiempos adversos.
Esa enseñanza la complementé
con otras vivencias más,
y saqué la conclusión
de que tenía razón.
No es aceptable llorar por una mujer cualquiera,
sino por una que valga por diez.
Y con respecto a lo que ella pueda dar,
todo lo que se da de corazón es válido.
No solo en lo material,
sino en lo que no se ve, pero se siente.
Y es más, en el apoyo que esta te puede dar
más allá de lo material.
Y para terminar,
elegí a Pendiente como mi padrino
porque él nunca me sedujo para ser su ahijado,
y lo que me enseñó
fue porque ese era su rol: enseñar.
Él se sorprendió.
Elige a tu padrino:
El tuno Pendiente.
Padrino Pendiente, gracias
por ser mi hermano y maestro
cuando más lo necesitaba.
Padrino pendiente: Jaime Cuba tuno chuletero de la tuna de la universidad Nacional de Ingeniería
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