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LA ESCALERA DE BERTOLYNE

Por: Iván A. Colón Morales
15 junio 2025
Octavio Fontenot miró por un instante el cielo y descubrió, mientras subía su mirada hacia lo alto, la escalera que pendía sobre el costado del edificio abandonado. Le estuvo curioso que nunca antes se hubiese percatado de su existencia a pesar quela calle Del Parque era una de sus favoritas para sus paseos matinales. La escalera nunca se le había revelado. Había permanecido oculta hasta el día en que fue descubierta.
El edificio siempre le había parecido insípido. Nunca le llamó la atención más allá de algo arquitectónicamente abominable. Era de un amarillo desteñido por el tiempo sobre un perfecto rectángulo de ocho pisos de cemento y en el tope ocho ornamentos cuadrados que revestían los cuatro lados de la estructura. Cada uno de estos adornos representaban un sol que mantenía un círculo en el centro de donde se desprenden ocho rayos incrustados dentro de un cuadrado que corona la edificación. Las ocho ventanas y ocho puertas que circundaban el edificio estaban tapeadas con bloques de arcilla que constrastaban con la parte lisa del cemento de la estructura. Aquella sincronicidad númerica le molestaba.
La escalera, por su apariencia, fue construida mucho después que se terminó el edificio. Su descanso superior se encontraba en el mismo centro y bajaba ocho escalones que quedaban suspendidos en el aire. El último escalón, el octavo, estaba perfectamente terminado, sin evidencia o signos de que la escalera continuase. El único descanso de la escalera quedaba en el tope y conducía hacia la pared Este del edificio sin entrada alguna hacia su interior por lo que hacía pensar que la escalera fue construida para bajar hacia el octavo peldaño y de ahí hacia el infinito. El descubrimiento de la escalera lo dejó perplejo. Nunca antes había visto una escalera igual.
Fontenot, de profesión arquitecto, acostumbraba a caminar por el viejo barrio de Cangrejos construido por negros libertos siglos antes. Acostumbraba a pararse frente a las centenarias edificaciones y observar sus detalles, los frisos en la parte superior, los detalles de los ventanales y los soles truncos en su parte superior. Gustaba de poder distinguir entre la arquitectura colonial española de la arquitectura, también colonial, estadounidense y su estilo Art Deco con sus líneas limpias y de formas geométricas. Se fijaba como el viejo barrio de Santurce se transfiguró por el tiempo y la modernidad; y como las estructuras dejaban huellas del pasado como la historia misma de la gente que la habita.
Por eso el asombro que le invadió al descubrir la escalera que aparentaba llegar a ningún lugar. Le parecía extraño que nunca antes se hubiese percatado de su existencia. Razonó que su recién descubrimiento se debía a que no le prestaba mucha atención a aquel adefesio que se erguía sobre aquella parte de la ciudad que pocos visitaban. Sin embargo, descartó la tesis porque recordaba haber dedicado horas de pensamiento en cómo restaurar la estructura que afeaba el viejo barrio.
Fontenot llegaba a la calle Del Parque procedente de la San Jorge a través de la marginal Barbosa. Al llegar a la esquina con la Del Parque doblaba hacia la izquierda para introducirse hacia el corazón de Santurce. Visualizaba el amarillento edificio por su lado Norte y al pasar la floristería lo veía por su lado Este. Cómo era posible que no se hubiese percatado antes de la existencia de aquella escalera colgante. Por eso pensó que era una escalera prefabricada la que fue colocada en los últimos días. Pero el cemento oscuro con signos de moho por el agua descartaban tal aseveración por lo que decidió indagar sobre la misma.
Así que decidió hacer una visita al Colegio de Arquitectos que quedaba a ochocientos metros del edificio que albergaba la escalera. Encontró, temprano en la mañana, al Arquitecto Cabán un conocedor de la historia arquitectónica de la ciudad y lo interceptó:
—!Buenos días Arquitecto Cabán!
— !Buenos días muchacho, ?que te hace venir al Colegio tan temprano? !Tu no tienes fama de madrugador!
—No diga eso maestro, ha pasado mucho tiempo desde que tomé clases con usted en el 2018. Ahora me lo tomo muy en serio. Vengo a hacerle una pregunta.—Aseveró Fontenot con un grado de humildad ante quien había sido su maestro.
— Usted dirá— respondió cortésmente el profesor.
—?Conoce usted el edificio rectangular que nace en la parte trasera de la floristería?
—!Claro! Ese edificio fue construido por el maestro Bertolyne. Es una obra desgraciada. Bertolyne pretendía construir un edificio sostenido sobre ocho torres principales simétricamente alineadas e interconectadas mediante vigas de sostén entre ellas que sirvieran de escalera entre las distintas torres. El diseño, muy innovador por cierto, quedó inconcluso por falta de fondos y con el fallecimiento del maestro Bertolyne se quedó sin terminar. Solo se erigió a medias la torre que se puede ver desde la calle Del Parque— explicó el maestro.
—Entonces, la escalera que nace del costado Este De la Torre es una de las vigas que servirían como escalera— preguntó retóricamente Fontenot.
—Nunca se llegó a construir ninguna de las vigas de soporte. !En la cara Este no existe escalera alguna!—Expresó molesto Cabán como si su antiguo discípulo quisiera tomarle el pelo.
Fontenot no quiso argumentar con su maestro, a quién se le conocía por ser muy categórico y terco sobre todo en aquellos momentos que en que descubría ignorancia en el otro interlocutor. Pensó que el viejo profesor se había olvidado de la escalera. Decidió acudir al archivo de la ciudad que conservaba los planos de los edificios históricos. Si Bertolyne había diseñado el edificio de seguro los planos y diseños esquemáticos debían estar guardados.
La mañana siguiente, luego de su acostumbrado paseo mañanero y volver a observar la escalera que le molestaba tanto, partió hacia el Archivo Histórico. Solicitó examinar los planos producidos por Bertolyne. Lo llevaron a un salón amplio en el sótano de edificio donde guardaban maquetas, planos y dibujos esquemáticos de los grandes arquitectos del país. El lugar, pobremente ventilado, mantenía ese olor denso de humedad que dejaba rastros de resequedad en la garganta al respirar en el área. Finalmente, dejaron sobre la mesa ocho cajas identificadas como los trabajos producidos por Bertolyne en la isla. Tomó un set de guantes de hule depositados en el centro de la mesa y comenzó a examinar cada una de las cajas. Varios días y luego de treinta y dos horas de búsqueda dio con el plano que buscaba. Allí estaban los dibujos tal cual lo narrara Cabán. Sin embargo, no aparecía dibujada una viga en forma de escalera que surgiera de la cara Este de edificio. Por lo que pensó que la escalera se había introducido por otros luego de construido el edificio.
Decidió entonces realizar una búsqueda en las aplicaciones de mapas digitales que conservan fotos de distintos momentos en el tiempo. No encontró fotos previas ni recientes que señalaran la existencia de la escalera.
Caminó por los alrededores del edificio Bertolyne para ver si podía descifrar la razón de aquella escalera que llevaba al precipicio. Finalmente divisó a una casi centenaria mujer que también miraba la escalera de la perturbación. Se le acercó suavemente y le dijo con voz pausada y suave para no asustar a la anciana:
—Buenos días.
—Hola hijo, cómo te encuentras.
—Usted es doña Olga, verdad.
—Si, cómo lo sabe.
—Coincidimos frecuentemente en el café de la esquina y he escuchado su nombre.
—Ah, bueno.
—A usted también le está curiosa la dichosa escalera— le dijo con cierto desdén.

La anciana lo miró con la ternura que miran los ancianos a las personas que se aprestan a decir algo de lo que luego se arrepentirán y le dijo:
—Ese edificio fue construido desde antes de que yo naciera aquí en la esquina de la calle Victoria. Cuando mi padre se mudó a este barrio ya el edificio existía. Lo comenzó a construir un famoso arquitecto italiano en aquellos tiempos de España y nunca fue terminado. Si se fija en el edificio, este fue construido mediante permutaciones del número ocho. ?Sabe lo que le digo? No, no debe saber, usted es muy joven para ello.— afirmó. —En cuanto a la escalera, ella aparece y desaparece dependiendo de a quién esté llamando. Si usted la ve es por que le quieren comunicar algo— término diciendo la anciana.
—No entiendo, ?a qué se refiere?
—Hijo, no a todos se nos permite ver lo que tu ves. Las repeticiones del ocho en el edificio están presentes porque significan la abundancia, no la material, sino la de espíritu. Es el principio y final, la continuidad de la vida entre lo terrenal y la espiritual. Los estudiosos de la Biblia dicen que el ocho es el comienzo de la nueva vida, la resurrección. En la numerología se define como el equilibrio, la sabiduría. Yo me paro aquí todas las mañanas a mirar el edificio con el propósito de que se me devele a mí lo que a tí se te ha develado. La escalera da hacia el vació, hacia la nada, hacia ese espacio donde no existe el tiempo, un espacio donde todo queda suspendido en el instante, no hay pasado ni futuro.
—Pero usted no puede ver la escalera y veo que no se queja.
—No me quejo…., se me olvida quejarme.— Lo miró y Olga se fue caminando suavemente dejando a Fontenot solo con la mirada extraviada hacia el edificio.
Pamplinas dijo para sí Octavio. Nunca había creído en teorías esotéricas y metafísicas; siempre se definió como un materialista. Todos los fenómenos de la vida tenía explicación y este era uno de ellos. Se fue caminando, mientras discutía consigo mismo el porqué nadie quería reconocer la existencia de la escalera suspendida en el aire. Lo cierto era que no dejaba de pensar en aquella estructura y el porqué se había dejado la misma sin terminar.
Era inevitable no pensar en la escalera. Todos los días durante sus recorridos mañaneros tenía que pasar por la calle Del Parque y allí estaba incólume hacia el infinito. Pensó tomar una ruta alterna, caminando por la San Jorge sin desviarse, sin embargo, en la esquina de San Jorge con la marginal de la Calle Barbosa se divisaba el edificio. Trató otras rutas que no tuvieran que pasar o colindaron de alguna manera con la calle Del Parque. Tuvo éxito brevemente hasta que comenzó a soñar con la escalera y el número ocho.
En sus sueños la escalera se movía en formas distintas, a veces era vertical, otras horizontal, en ocasiones los escalones estaban hacia abajo; en otras, había escalones a ambos lados de la escalera, o el descanso aparecía en la parte inferior, otras en el medio; y por último, la escalera penetraba el edificio y el quedaba en el aire, en el vacío. Despertaba con esa sensación de que iba a caer en un precipicio, sudoroso y lleno de palpitaciones. Las pesadillas fueron cada vez más frecuentes. Decidió tomar un vaso de ron antes de acostarse, sin embargo, nada le deshizo las pesadillas. Bebía hasta quedar totalmente dormido; fue el único remedio que le permitió conciliar el sueño y olvidar el edificio Bertolyne.
Una mañana durante una de sus caminatas, ahora hacia el barrio Machuchal para evadir la calle Del Parque de su desdicha, observó un edificio de construcción reciente, no más de veinte años, donde observó una puerta en el piso ocho que daba hacia el lado sur del edificio. La puerta abría hacia el vacío. No existía una terraza o un balcón a la que se accediera desde la puerta, tampoco conducía hacia escalera alguna.
Quedó irritado con aquella visión. Paró en el cafetín donde ahora en las mañanas los esperaban con un cono lleno de ron. Se tomó el trago y pidió el segundo. Otra vez el ocho, otra vez una estructura que conducía hacia el vacío. Qué si la anciana de la calle Del Parque tenía razón. Qué si existía una conexión entre la escalera del viejo edificio Bertolyne y la puerta del edificio de la Delbrey donde la escalera fuera la entrada hacia el vacío.
El pensamiento lo atribuló. Tomó un lápiz y un papel y comenzó a trazar líneas de cómo se podía entrar desde la escalera de la calle Del Parque a ese espacio donde se encontraba la nada y salir por la puerta de la calle Delbrey. Garabateó, extendió líneas, hizo cálculos matemáticos y nada. Borraba y volvía a dibujar sobre lo borrado o tachado y elaboró enigmáticos esquemas de escaleras como las veía en sus pesadillas. Pensó llamar a su exjefe para ver si lo asistía en los cómputos necesarios para lograr pasar entre distintas dimensiones. Se abstuvo, recordó que su exjefe fue el que le concedió la licencia de empleo la tarde que le llevó cómputos similares relacionados con la escalera de la calle Del Parque. No quería molestarlo después de tanto tiempo que no se comunicaba con él y pensó que no le creería su nuevo hallazgo.
Siguió trazando dibujos esquemáticos y elaborando complejas formulaciones matemáticas para llegar a la fórmula de la interconexión entre dos dimensiones distintas. Descubrió que Gloria tenía razón. Se trataba de permutaciones del número ocho. Solo restaba examinar el área físicamente.
Caminó hasta la calle Delbrey frente al edificio que mantenía en su piso octavo la puerta que llegaba hacia el infinito. Miró primero las bases de la estructura. El edificio se encontraba cimentado sobre ocho torres simétricas alineadas entre ellas. Desde la calle percibió que cada torre se interconectaba con la otra mediante vigas de sostén. No podía examinar desde donde estaba si estas vigas de sostén también servían de escaleras entre las torres. Luego de examinar los planos de Bertolyne estaba casi seguro que estaba ante la presencia de un edificio tipo Bertolyne, pero tenía que verificarlo. Aprovechó la entrada de un auto al estacionamiento y entró sin que nadie se percatara. Por suerte, la entrada desde el sótano quedaba en la primera de las torres simétricas por lo que le permitiría examinar todas las vigas-escaleras diseñadas por Bertolyne. Comenzó con la escalera del sótano, subió por ella y fue conectando internamente con cada una de las ocho torres simétricas. Cada vez que cruzaba de una torre a otra se formulaba en su mente las ecuaciones que permitieron crear las vigas de Bertolyne. En algunas ocasiones las escaleras mantenían la misma similitud de las escaleras que se develaban en sus sueños. Al entrar a una de esta se entraba a una dimensión distinta donde no existía la fuerza de gravedad y podía caminar con la cabeza hacia abajo o en forma totalmente vertical. Se sentía suspendido, flotando entre las ocho torres simétricas.
Le tomó tiempo llegar al piso octavo donde se encontraba la puerta que lo llevaría a ese espacio que conduce al vacío, hacia la nada, sin tiempo. Se paró frente a la puerta que tenía en su parte superior un letrero que indicaba Puerta de Octaviano. Tuvo la premonición que podría transitar por la escalera que pendía hacia el infinito desde la puerta recién descubierta.Era un llamado que se le hacía desde otra dimensión. Titubeó, al sostener la perilla de la puerta abrió la misma con cuidado y dio un paso hacia el frente. El presagio de Olga se cumplía: llegó al vació, se internó hacia la nada, hacia ese espacio donde no existe el tiempo, un espacio donde todo queda suspendido en el instante, donde no hay pasado ni futuro.
Olga, lucía tranquila ante las miradas de sus vecinos. Miraban a la vieja escritora como una demente que siempre se sentaba junto a su cuaderno ajado en la misma mesa, en la parte exterior del café del barrio. Allí los dueños y meseros le llevaban el café, único desayuno que ingería. En los últimos días la habían visto escribir desesperada en las amarillentas hojas de su cuaderno del cual se desprendían tachaduras de formulaciones matemáticas y trazos de dibujos esquemáticos. Aquella mañana no dio los buenos días, ni refirió la tierna mirada centenaria que ofrecía a los transeúntes. El mesero que le llevó el café la encontró con su cuerpo sobre la mesa, su bolígrafo en mano y su cuaderno de escritura en la última página y bajo su rostro el recien terminado texto. Su mirada quedó fija hacia la escalera que pendía sobre el edificio amarillento de la calle Del Parque.

Texto agregado el 15-06-2025, y leído por 0 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
15-06-2025 Quedé pensando en la escalera, lo malo de pensar en ella es que al hacerlo se me ocurren nuevos cuentos, pero esta vez no, la escalera solo te pertenece a tí. jajaja saludos. ome
15-06-2025 Me gustó tu cuento,la escalera es un enigma. Parece que entra en esto lo paranormal del número 8 y lo que dijo la viejita Olga en cuanto a qué desaparecía . Todo puede suceder . Un fuerte abrazo (5*) Victoria 6236013
 
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