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Las sorpresas de la vida.
Siempre he tenido la idea de que eso de deprimirse por un año más de vida, era cosa de mujeres. Pero hoy me ha tocado a mí y siento algo distinto, estoy deprimido sin saber por qué, cumplo setenta años y por primera vez siento la soledad.
No es que esté solo, tengo amigos, los inseparables muchachos del bar, bueno, eso de muchachos no es tan así, solemos reunirnos en el boliche a hablar del fútbol, nunca de política, no nos pondríamos de acuerdo y ¿para qué? no hallaríamos solución a nada y discutiríamos por algo que difícilmente tenga arreglo, a jugar a las cartas, al truco, al póker, al ajedrez y hasta al dominó, nos tomamos unas cervezas o quizá algún vino y luego cada cual a su casa.
Esa es mi vida desde hace muchos años, nunca había sentido esa sensación extraña, esa soledad que ni los amigos pueden con ella, porque ellos también la sufren y el llegar a mi casa cada noche ya no me atrae como antes.
Pero, yo no soy así, creo que tendré que ocuparme de algo, mi sobrino siempre me quiere llevar al gimnasio, pero suelo contestarle que a mí no me hace falta y sigo con la rutina de siempre. Esa mañana, al despertarme, salí como hace tiempo suelo hacer, a caminar por la rambla, el día estaba soleado y decidí que para festejar mi cumpleaños nada mejor que una larga caminata para volver al bar por la tarde y encontrarme con los muchachos.
Allí mismo me dirigí por la tarde, pero no estaban todos, uno ya no volvería, me dicen que cruzó la calle y una moto lo hizo más rápido que él y está en el hospital.
Hacía allí nos dirigimos para saber del estado de nuestro amigo. Tuvo mucha suerte me decía el hijo, va a tener que estar internado unos días, pero después ya no volverá a estar solo, lo vamos a llevar a una casa de salud, a sus años ya no es seguro que ande solo y nosotros trabajando, difícilmente lo podríamos atender. Mientras escuchaba al hijo de mi amigo hablando de su padre, que, si bien es cierto que es el mayor de nosotros, su mente es la de un hombre joven, sentí esa impotencia de no poder hacer nada, no lo podía llevar conmigo, mi jubilación no me permite tener gastos extras y en un tiempo más, quizá no pueda ni cuidarme a mí mismo.
Y así nos sentimos cada uno de nosotros, pero la vida sigue y volvimos a reunirnos en el boliche, seguimos jugando a las cartas y seguimos con nuestras copas.
Una tarde alguien se me acercó, no la había visto venir y tuve un sobresalto, no es que me asustara, pero aquella mujer me trajo recuerdos que habían quedado guardados, por no decir encerrados y sentí su mano suave sobre la mía que me decía que su madre le había hablado tanto de mí que deseaba conocerme.
No puedo definir mis sentimientos, aunque creo que ella sí los intuyó cuando me dijo… ¡Papá!
Sólo al mirarla y contemplar su rostro lo supe, era la hija de la mujer que amé y era tan parecida a su madre que no supe qué decir, ella me mostró una fotografía de su madre junto a mí y los recuerdos volvieron tan nítidamente como si los estuviera viviendo.
–––Te pido perdón por presentarme así, tan de repente, pero mi madre me contó que estuvieron por casarse y que tú te fuiste sin saber que ella me estaba esperando, tenía dos meses de embarazo y nunca pudo decirte nada, te fuiste sin enterarte que ibas a convertirte en padre, pero ahora está enferma y quiso verte y contarte la verdad, ella siempre supo qué eras un bohemio y nunca quiso interponerse, tu tenías una vida en la que la familia no estaba incluida, por eso desapareció y jamás la volviste a ver, me crio y me educó ella sola ya que no se casó, hoy soy una médica y estoy casada, pero ella te necesita y me gustaría que la fueras a ver, no te preocupes, no vengo a reprocharte nada, ya tengo mi vida hecha, pero ella sufrió mucho y sé que le agradaría verte.
El mundo se abrió ante mí, jamás pensé que algo así me tenía preparado el destino y abrazando a mi hija le dije que me llevara a ver a su madre.
Cuando llegamos ella, la que siempre fue el amor de mi vida me estaba esperando, tantas emociones desbordaron en mi ser, cometí muchos errores, pero a ella jamás la olvidé y ahora, al verla, aunque sé que los hombres no lloran, creo que el llorar me ha convertido al fin en un verdadero hombre.
Todo volvió de pronto a mi mente, un pasado que se dividía en dos, un antes y un después de aquél amor y un presente.
Ya no he vuelto a sentirme deprimido, quizá aún nos queden años para disfrutar algo que nunca pensé que llegaría a tener, la madre de mi hija se recuperó y ahora el registro civil nos espera con una hija como testigo.
El destino no es incierto, cuando el amor existe no hay edad para vivirlo.
Omenia
17/7/2025

Texto agregado el 23-07-2025, y leído por 70 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
26-07-2025 Wow, qué linda tu historia, Ome! me encantan cuando terminan tan bien. MujerDiosa_siempre
26-07-2025 —Yo si pienso que el destino es incierto, si embargo también pienso que el pasado deja consecuencias que de repente en una esquina de la vida se manifiestan como sorpresas, tal como esta que hoy nos relatas y que a muchos viejos, que hicieron de las suyas en la juventud, se les podría presentar. —Saludos. vicenterreramarquez
26-07-2025 Me gustó tu historia, Ome. Marcelo_Arrizabalaga
25-07-2025 A veces pregunto qué deprime más si el paso del tiempo o la soledad, y en este relato tuyo encuentro respuesta. Un reencuentro que recupera vivencias del ayer y lo condiciona a un hoy pletórico. Esa frase final es un broche del luz. Abrazo. Vent
25-07-2025 Sorpresas que da la vida, cuando sientes que estás al final de la vida, que ya nada esperas... vienen y resulta la inaudito. Gracias por colgarlo querida amiga. Abrazo. sendero
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