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LAS SOMBRAS

LAS SOMBRAS

Han esperado la noche
a que la luna las reviva.
Los ventanales abiertos
son sus buenos cómplices.
Cual hermandad oscura
las presurosas sombras
se apoderan de la sala.

Serena en sus dominios
la sombra del escritorio.
Cansada la del mecedor.
Primaveral la del florero.
Relajadas las de las sillas.
Pícara la del gato de yeso.
Solemne la del recio espejo.

Todas rinden reverencia
hacia la hermana mayor:
la ya centenaria sombra
de la gris jarra de barro.
Es ella quien modera
sus debates filosofales
e interpreta con precisión
sus sueños enmarañados
o recurrentes pesadillas.
Y es la que da la bienvenida
a las sombras emergentes:
nuevas jóvenes militantes
que acomodan sus siluetas
en la complejidad sombría.

A las sombras les apena
las cotidianas muertes
de las sombras eventuales
como la de una sandía
o la de una manzana
que alguien las comerá.
Pero más hirientes le son
las muertes repentinas:
¡cuánto padecieron ellas
por la sombra destrozada
del querido añejo lamparín
tumbado al impávido suelo
por un ventarrón herido!

Al llegar la imprudente alba
y antes que las desdibujara,
entre abrazos fraternales
las sombras prometen verse
luego de sus pasajeras muertes.





LAS SOMBRAS

Han esperado la noche
a que la luna las reviva.
Los ventanales abiertos
son sus buenos cómplices.
Cual hermandad oscura
las presurosas sombras
se apoderan de la sala.

Serena en sus dominios
la sombra del escritorio.
Cansada la del mecedor.
Primaveral la del florero.
Relajadas las de las sillas.
Pícara la del gato de yeso.
Solemne la del recio espejo.

Todas rinden reverencia
hacia la hermana mayor:
la ya centenaria sombra
de la gris jarra de barro.
Es ella quien modera
sus debates filosofales
e interpreta con precisión
sus sueños enmarañados
o recurrentes pesadillas.
Y es la que da la bienvenida
a las sombras emergentes:
nuevas jóvenes militantes
que acomodan sus siluetas
en la complejidad sombría.

A las sombras les apena
las cotidianas muertes
de las sombras eventuales
como la de una sandía
o la de una manzana
que alguien las comerá.
Pero más hirientes le son
las muertes repentinas:
¡cuánto padecieron ellas
por la sombra destrozada
del querido añejo lamparín
tumbado al impávido suelo
por un ventarrón herido!

Al llegar la imprudente alba
y antes que las desdibujara,
entre abrazos fraternales
las sombras prometen verse
luego de sus pasajeras muertes.











Texto agregado el 08-08-2025, y leído por 50 visitantes. (1 voto)


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