Érase una vez una niña llamada Laura, Laura era una niña buena y estudiosa. Cada mañana, de camino a la escuela, pasaba por una pequeña tienda llena de juguetes hermosos. Entre todos, su preferido era una muñeca de pelo rizado y vestido azul, que siempre estaba junto a la ventana. Esta parecía sonreírle cada vez que la miraba.
—¡Mira, mamá! —decía Laura señalando la muñeca—. Es como si me estuviera esperando.
Su madre, con un suspiro, le explicaba que por ahora no podían comprarla.
—Sabes muy bien que no tenemos mucho dinero y aunque Laura entendía, su corazón se apenaba un poquito cada vez que tenía que marcharse sin ella.
Una tarde, mientras ayudaba a limpiar el sótano de la casa de su abuela, Laura encontró una caja polvorienta llena de retazos de tela, botones y lana.
—¿Qué es esto, abuela? —preguntó Laura.
—Ah son materiales para crear algo nuevo —respondió la abuela con ojos brillantes—. Tengo una gran idea dijo la abuela…
¿Por qué no hacemos tu propia muñeca?
Laura dudó al principio. ¿Cómo podría compararse con la muñeca de la tienda? Pero, guiada por su abuela, cortó, cosió y rellenó con algodón hasta darle forma. Le pintó una sonrisa con hilo rojo, le puso ojos de botón y un vestido hecho del retazo azul que más le gustaba.
Al terminarla, la abuela le dijo:
—Esta muñeca es especial porque lleva tu esfuerzo y cariño en cada puntada.
A la mañana siguiente, Laura pasó frente a la tienda con su nueva muñeca en brazos. Para su sorpresa, la muñeca de vitrina ya no estaba. En su lugar, había un letrero que decía: "Vendido".
—Tal vez otra niña la eligió —pensó Laura—. ¡Pero no importa, yo ya tengo la mía!
Y así fue como Laura aprendió que los sueños a veces se cumplen de formas inesperadas, y que lo creado con amor vale más que cualquier juguete en una vitrina.
Fin.
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