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Inicio / Cuenteros Locales / beethoveniano67 / EL ESPACIO DE MERCEDES

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Echadas a la calle por no poder pagar el alquiler de la habitación, Mercedes y su madre fueron a una zona descampada donde cualquiera podía levantar una casa, según les dateó un familiar. La mujer escogió un terreno de unos cien metros cuadrados y trazó en el suelo, poniendo piedras sobre hojas de periódicos, los límites de su nueva propiedad. Una anciana que pasaba por ahí les advirtió que buscaran otro sitio porque en esos lares hacía un frío terrible por las noches. Aquello no alarmó a la madre de Mercedes. Lo más importante para ella, era haberse adueñado de un lugar sin pagar nada. Ya el frío lo podría neutralizar con fogata de leña.

-Voy a traer a un albañil. Cuida el terreno. Si viene alguien acá, dile que ésto ya tiene dueño- ordenó la mujer a su hija, dejándola sentada sobre una roca.

Mercedes observó a su alrededor y descubrió retazos de tela, semilla dispersa y una pata de madera de algún mueble. Se preguntó si antes habría habitado alguien ese lugar.

-Hola, Espacio, me llamo Mercedes. ¿Somos, acaso, los primeros en querer vivir aquí?- preguntó, mientras miraba a unas aves surcando el cielo.

Le pareció que el sol brillaba con más alegría que en otros lugares que residió. Sintió con deleite los rayos solares que entibiaban sus pieles

-¿Verdad que ese sol es hermoso?- dijo, alzando sus brazos, como queriendo abrazarlo.

Sacó un libro de cuentos para entretenerse y le causó placer que un inesperado fuerte viento desordenara su cabello.

-¡Ummmm! ¡Qué rico viento!- dijo sonriendo, con los ojos cerrados.

Luego, a mitad de un cuento la venció el sueño. Soñó que varios cocodrilos perseguían al hombre que las botó y también que era ya grande, comprando una mansión a su madre.

La despertó una tímida llovizna al atardecer. La aprovechó para limpiarse la cara con su pañuelo húmedo.

-Te gustará que la lluvia te bañe, ¿no?- siguió preguntando al Espacio, como si éste le entendiera.

No tardó de ver salir, poco a poco, a la luna. Le pareció que nunca vio una, más enorme y hermosa.

-¡Vaya! ¡Todo se ve lindo desde aquí! Como el sol, la luna es tan bella. ¡Suerte la tuya, Espacio!- comentó, preguntándose si habría la posibilidad de vivir en ese lejano círculo luminoso en el futuro.

En esos momentos, vio acercarse a un taxi que traía a su madre. Ella la hizo subir, diciéndole que no consiguió el préstamo que pensaba obtener para contratar un albañil y fueron a la casa de un hermano de ella para pasar la noche.

Al día siguiente, muy temprano volvieron al terreno. La chica se quedó cuidándolo, mientras la mujer nuevamente fue en busca de un préstamo.

Como en el día anterior, Mercedes, como más confianza, continuó preguntando y comentando al Espacio lo que se le ocurriera, como si fuese su propio amigo.

Mercedes estaba convenciéndose de lo feliz que debía ser ese Espacio con esas buenas amistades como el sol, el viento, la lluvia y la luna. Ya era casi noche cuando divisó que venían en un camión, su madre y un albañil, trayendo materiales de construcción.

La mujer tuvo que conformarse con indicar al albañil que edificara solamente cincuenta metros cuadrados de su propiedad, porque el dinero no le alcanzaba para los cien que deseaba.

Entonces, Mercedes y su madre, tomaron un taxi por los alrededores, para ir a pernoctar otra vez a la casa del hermano de la mujer, dejando al albañil. Esa misma noche él empezó a cercar todo el perímetro del terreno, sin ventanas ni claraboyas, tal como le encargó la mujer, por la advertencia del intenso frío que reinaba en esa comarca.

Al atardecer del día siguiente, ellas regresaron trayendo una cama y otras cosas en la camioneta de un taxista. Vieron ya totalmente cercado y techado su nuevo hogar. Cuando ingresaron, la mujer se alegró, mas no Mercedes, que se quedó pensativa, escrutando con detenimiento la casa que se dividía en dos piezas: un dormitorio y un minúsculo baño.

-Ya nos acomodaremos. En este dormitorio podemos cocinar y lavar por mientras. Ya pronto conseguiré trabajo y ampliaremos la casa con los otros cincuenta metros pendientes- dijo la mujer muy confiada, abrazando a Mercedes, que continuaba algo seria, indiferente al optimismo de su madre.

Cerca de las nueve de la noche, después que colocaron las cosas en su debido sitio, fueron a acostarse.

La madre logró dormirse. Mercedes continuó despierta, pensando que el Espacio debía estar triste, encarcelado en esa prisión de ladrillos que perturbaron su sosiego.

De pronto, se escuchó un quejido en el ambiente. La madre despertó alarmada.

-¿Escuchaste éso?- le preguntó a Mercedes, que ya estaba a punto de dormirse.

-Sí, es el Espacio que está protestando- respondió serenamente la muchacha.- Duerme tranquila, que no nos hará daño, es mi amigo. Ya veremos cómo solucionaremos su problema.

Su madre pensó que Mercedes le estaba bromeando. Creyendo que alguien de afuera las estaba molestando, salió a la calle y no vio a nadie. Se metió rápido por el horrible frío que hacía.

No tardaron en dormirse, cuando otra vez el mismo quejido las despertó. La mujer miró asustada los alrededores del dormitorio.

-Créeme, mamá, es el Espacio que tiene razón de lamentarse- dijo la chica, tomando los brazos de su madre para que se calmara.

Le aseguró que si le prometían al Espacio hacer lo que ella pensaba, ya no las molestaría y dormirían tranquilas esa madrugada.

La mujer sabía de lo imaginativa que era Mercedes, pero esta vez pensaba que exageraba al decir que se entendía con el Espacio del lugar. Estaba convencida que un ánima las quería echar de allí y decidió resistirla, soportar sus lamentos hasta el amanecer y llevarse los ladrillos a otra parte. Y solo por un acto de cortesía o educación, preguntó a Mercedes qué debían prometer.

-Colocarle ventanas y claraboyas- dijo firmemente la chica.

La mujer, fingiendo estar de acuerdo, se tapó con la frazada y empezó a dar batalla al “ánima” desde poco antes de medianoche.

Al día siguiente, con el rostro extenuado de escuchar los quejidos cada quince minutos toda la madrugada (que no la dejaron dormir) fue a buscar al albañil para que desarme la casa y largarse de ese sitio que lo daba por embrujado. Ante la dura realidad de sus alicaídos bolsillos, rogaba encontrar un lugar donde pueda construir gratuitamente.

Pero sucede que el albañil se cruzó con la mujer sin que se vieran las caras, porque tomaron distintos caminos. El hombre vio a Mercedes saliendo para tomar aire y le preguntó si se le había quedado una espátula. Pero antes que la muchacha le respondiera que lo encontró por ahí, de su mente brotó una idea providencial.

-Buenos días, señor. Mi madre fue a buscarlo para decirle que coloque dos grandes ventanas y una amplia claraboya- mintió Mercedes.

El albañil, luego que la muchacha le asegurara que su madre le pagaría cuando esté de vuelta, fue a su casa y trajo los materiales que se necesitaba para trabajar en lo encomendado.

-Listo. Mañana vendré para que tu madre me cancele- dijo el albañil cuando terminó con su labor.

Cuando vino la mujer al anochecer, puso una cara de extrema extrañeza al ver la casa con las ventanas y la claraboya. Preguntó a Mercedes, que leía su libro de cuentos, lo que sucedió. La chica, serenamente le dijo que tuvo que mentirle al albañil para que hiciera lo que le encargó, por el bien de ambas. Pues era casi imposible conseguir un terreno sin pagar un centavo. Que lo mejor era vivir allí.

-¡¿Y quieres que el frío nos mate?!- reclamó, casi gritando su madre.

Mercedes le juró que no sucedería éso. Que ella y su amigo Espacio acordaron un pacto. Su madre, incrédula, ya se convencería poco después.

Porque desde entonces, Mercedes cumplía con abrir las grandes ventanas para que el viento travieso refresque al Espacio y también a la amplia claraboya, para que él reciba los rayos del sol, disfrute de ver la belleza de la luna y se bañe con la lluvia, al menos por unos fugaces segundos, para evitar que se inunde la casa.

Y el Espacio cumplió con ellas, al impedir que el frío jamás entrara al hogar y las lastimara.


Bronx, 28 Marzo, 2024







Texto agregado el 10-08-2025, y leído por 23 visitantes. (1 voto)


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