Culpables e inocentes.
A última hora de la tarde el 911 recibe una llamada anónima a la que deben contestar y de inmediato la policía se encontraba verificando dicha llamada.
En un hotel céntrico fueron hallados dos cuerpos uno sobre la cama de la habitación y el otro en el piso.
Sobre la cama estaba un hombre muerto, pero aún sin saber la causa debido a que no se encontraron armas ni sangre.
En el piso una mujer casi sin vida en iguales condiciones.
De inmediato acudió la fiscal y el jefe de la policía.
La fiscal entró primero a la habitación que estaba custodiada por dos policías y tras ella, el jefe que ni bien entró enmudeció, no pudo moverse y su rostro se tornó blanco y desfigurado a lo que prontamente hubo que llevarlo afuera y llamar a un médico.
Nadie de los presentes entendía nada, ni se imaginaban el por qué, de dicha reacción en un policía acostumbrado a ver lo mismo casi todos los días.
El jefe fue llevado al hospital más cercano debido a que no reaccionaba y allí lo trataron hasta que al volver en sí, pidió hablar con la fiscal.
Repuesto el jefe de policía habló con la fiscal para decirle que no podía seguir con el caso y contestando a la pregunta de la fiscal el hombre dice que la mujer herida es su esposa y que sabe perfectamente que no puede estar involucrado en el caso.
La fiscal entiende el motivo y le comunica que queda relevado del caso y que va a ser interrogado por otro policía en presencia de ella.
El jefe es llevado a la comisaría donde se le comunica que la mujer había fallecido.
No es necesario decir cómo estaban las cosas para el pobre hombre que quiso ir a su casa a ver a sus hijos e informarles de la fatal noticia, sin saber a ciencia cierta cómo era que su esposa estaba en un hotel con otro hombre y qué había sucedido para que estuviera muerta igual que el hombre que la acompañaba.
El jefe fue llevado por una patrulla a la casa, pero al llegar no encuentra a nadie.
Esto lo alarmó aún más, los niños eran pequeños y por supuesto debían estar con su madre.
De pronto suena su celular.
Al otro lado de la línea una mujer le pregunta a qué hora llega a cenar, que salió a hacer las compras con los niños y pronto va a estar de vuelta en la casa.
Por segunda vez en el día, el hombre entra en pánico y es conducido nuevamente al hospital policial donde deben dejarlo internado.
Todo parecía muy confuso, la llamada de alguien que supuestamente estaba muerta fue demasiado para todos que se pusieron a tratar de averiguar lo sucedido.
Pronto se supo que, en una pelea de amantes, la mujer envenenó al hombre y se suicidó.
Hasta ahí todo comprensible, pero lo que no lo era, era todo lo demás, la mujer encontrada muerta era exactamente igual a la esposa del jefe de policía, lo que los llevó a comparar con fotos de la esposa, encontradas en la casa.
Un poco más repuesto, pero sin entender nada aún, el jefe respondía las preguntas luego de que su esposa fuera encontrada en un supermercado como había dicho junto a sus hijos.
Ella tampoco pudo responder a las preguntas hechas por la policía, hasta donde ella sabía era hija única, aunque el parecido con la mujer del hotel era increíble.
Tomadas las huellas dactilares de ambas mujeres se supo que eran dos personas que no se conocían ya que una vivía en el campo y la esposa en la ciudad, entonces recurrieron al ADN, algo que tuvieron que hacer de inmediato y allí se descubrió que la mujer muerta era hermana gemela de la del jefe.
De inmediato los siguientes interrogados fueron los suegros del jefe que con mucho dolor tuvieron que confesar que cuando nacieron las gemelas las tuvieron que separar porque no podían mantenerlas a las dos debido a la pobreza extrema en que vivían y que una de ellas tuvo que ser entregada a una familia que vivía en el campo la cual no podía tener hijos, pero con la condición de no volverla a ver porque ellos jamás le dirían que era adoptada.
Resuelto el misterio la familia vuelve a unirse, la mujer con todo el dolor del alma por no haber conocido a su hermana, el jefe feliz al recuperar a su esposa luego de creerla muerta y a sus suegros que lloraban el cruel destino de su otra hija, lamentándose de no haberle dicho la verdad a la hija que criaron.
Y así, la vida continuó para tantas personas que sin tener culpa sufrieron por los designios del destino y que por mucho tiempo tuvieron que seguir adelante, aunque jamás volvieran a ser las mismas.
Omenia
10/9/2025
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