Lo que habita en ti, en tu interior, escondido tras la apariencia, tras unos ojos acostumbrados a opacar la luz, esa que te duele, que quema, que no es tuya.
Lo que habita en ti con ese olor a podredumbre, azufre, el edor que se aferra sin dejarte ir, impregnando tus pensamientos de gritos y voces que te avisan que tú no eres de aquí, no, no lo eres...
No sabes de dónde, pero de aquí no.
Las ganas de arrancarte la piel florecen sin piedad, de notar el dolor de una simple brisa en contacto con tus vísceras, de no acabar, solo seguir retorcienote por el sufrimiento auto infligido hasta el punto de plantearte si la cordura desapareció o si alguna vez tuviste y no ves la luz, no existe para ti, perdiste algo y jamás lo volverás a tener, ya no percibirás la luz, nunca más.
Lo que habita en ti, lo que habita en mi.
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