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LENGUA QUE YA NO EXISTE
La duda es una opción que la dejo como el no saber hacia dónde se va. En mi caso, lo tengo claro: voy a vivir. Y si es posible, coger un pedazo de tierra, guardarlo en mi bolsa y seguir aquel suelo jamás pisado. El camino era fértil, de una selva inquieta. Allí, aves, sonido de primates, helechos vivos, sensitivas que eran como una parte de mí. Sonreí y seguí mi camino, cada vez más y más oscuro, hasta que el silencio se metió dentro de mí.

La oscuridad era alimentada por la respiración de todas las plantas, y el brillo de miles de ojos observaban mi brillo. Sonreí. Temíamos acercarnos. Tan solo busqué un lugar para echarme y descansar, dormir. Bajo la presencia de toda la selva tuve un descanso breve, donde el telón del umbral me hizo observar en un espacio de mi ser una luz, un fuego como de antorcha. Acerqué mi atención y vi que estaba quemando un pergamino muy antiguo, como piel de animal, perla, y en ella estaban escritas palabras que parecían decir algo, pero en un idioma que ya no existía. Lo sentí como si hubieran sido mis letras en otros tiempos.

El fuego terminó de deshacer todo el inmenso pergamino. No hice nada para salvarlo. Sentí que era lo correcto. Y quedó en la memoria interior. Luego, como si me surgiera en nubes violáceas, como ondas de un mar fértil de pureza, vi a su lado. Pues mi viaje estaba por encima. Observé la pantalla de un monitor, donde parecían palabras que llenaban la pantalla sin parar. Como si alguien estuviera escribiéndole. Luego se borraban y seguían más y más, hasta hundirse en una parte de aquel universo violáceo.

No pude ver en la oscuridad, pero sentí que una parte de mí nunca dejaría de escribir acerca de aquella selva interior. Abrí los ojos y la selva, con los cantos de las aves y el fluir de las hojas de los inmensos árboles, me saludaban. Me levanté y, a lo lejos, vi un pequeño lago. Era como un paraíso, tranquilo y de color celeste. No tenía sed, pero sí ganas de lavarme el rostro. Me acerqué al lago y, luego de lavarme la cara, pude ver mi rostro. Me sorprendí mucho. No tenía rostro. No existía para el lago ni para la selva. Y entendí que había quemado mi pasado y mis pasos no. Solo estaba en una selva donde no había dudas. Tan solo debía caminar y escuchar, escribir, recordar al llegar a mi hogar.

Texto agregado el 12-10-2025, y leído por 22 visitantes. (0 votos)


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