Cuando me contó que por las noches no podía dormir, que le gustaba la oscuridad y que dormía de día, pensé que era un poco raro.
Después noté que comía muy poco, por lo menos cuando estábamos juntos, se veía pálido y sus ojos dorados tenian un poder hipnóptico. Me fascinaba su mirada, a veces creo que yo entendía sus mensajes sin que pronunciara palabra alguna. Era una especie de telepatía que me daba miedo. Aun así, o precisamente por eso, me sentía atraída por él. Nunca pasamos de una agradable amistad aunque estábamos mucho tiempo juntos. Entre nosotros había coincidencias. Una de ellas era escribir poesía. Decía que yo era su musa.
A mí no me importaba que se pasara el día durmiendo. Nos veíamos por la noche. Yo me quedada recostada en una hamaca que habíamos colgado en el living y cada tanto le preguntaba cosas. Así me enteré de sus fobias: Miedo a la luz solar, a salir de su casa, a la gente.
Me propuse ayudarlo.
Un día logré que se atreviera a dar un paseo. Le compré un sombrero. guantes, un sobretodo largo, lentes para el sol y crema protectora solar.
Fuimos a la plaza; lloró emocionado al ver los árboles y el cielo pero quiso regresar enseguida. Se veía tan demacrado que me asusté. Las ojeras le daban un aspecto cadáverico.
Una noche fui a su cssa y no lo encontré. Llegó a la madrugada con más energía. Yo estaba tan cansada que me quedé dormida en la hamaca.
Después no quiso verme más. Confesó que prefería estar solo y que yo no podía ayudarlo. Me mantuve lejos hasta que la curiosidad fue más fuerte y regresé a su departamento.
Descubri que no vivía más allí. Le pregunté al portero si sabía algo de él. Me miró extrañado y dijo que nunca lo había visto.
Volví a mi casa y, apenas entré, vi la carta. La leí con ansiedad. Era él. Me decía que esa noche iba a regresar, que se sentia atraído por mí y, aunque eso le daba miedo, seguramente todo iba a ir bien.
Lo esperé toda la noche pero no apareció.
Durante un tiempo creí que, de alguna manera, estábamos destinados el uno al otro.
Ahora no estoy segura de nada. Pero en un cajón de mi escritorio, atadas con una cinta azul, todavía conservo las poesías que escribió para mí..