LA SILLA SOLITARIA
En una esquina de un viejo café de la calle El Conde reposaba una silla solitaria que nadie se atrevía a sentarse porque se decía que era la silla de un anciano que solía sentarse allí a leer y a disfrutar de un café.
Algunos aseguraban que el anciano había sido un profesor retirado que acostumbraba a visitar el negocio con frecuencia. Otros, afirmaban él que había sido un escritor famoso que gustaba escribir novelas desde ella en el ambiente sosegado de la cafetería.
Un día, una joven llamada Raquel se antojó de ocupar el asiento del fallecido escritor, ignorando la historia que comentaban todos. Comenzó a escribir en su diario y, de repente, sintió una presencia muy cerca de ella.
Se dio la vuelta y vio a un sonriente anciano sentado en la silla de enfrente.
El anciano le dijo que había estado esperando a alguien que apreciara la magia de la silla vacía y que ella era la afortunada.
Raquel y el anciano comenzaron a hablar, y fue entonces cuando más tarde descubrió que era un escritor famoso que redactaba desde esa silla sus novelas.
Por la empatía que surgió entre ambos, el anciano le dio consejos sobre la escritura y la vida, y Raquel se sintió afortunada y agradecida por cada encuentro.
Desde ese día, la joven asistía cada día al café. Se sentaba en la silla y se ponía a escribir mientras llegaba el viejo escritor.
Un buen día notó que él no volvió a sentarse en la silla de enfrente como acostumbraba, pero sabía que estaba allí, en silencio, y que seguía observándola y guiándola.
Con la practica adquirida, Raquel se convirtió en una escritora admirada, y su historia fue conocida por los clientes habituales del negocio, y se convirtió en una leyenda del pequeño café.
Pasaron los años y Raquel falleció, y la silla permaneció sola de nuevo, pero no por mucho tiempo.
Un buen día, un joven intelectual llamado Emilio tuvo la osadía de ocuparla de nuevo, como hizo Raquel, sin conocer su historia.
Le pareció apropiado el ambiente para escribir, y empezó a hacerlo. Pronto sintió la presencia del anciano y de su sucesora, quienes lo animaban a desarrollar su labor.
Con las pautas trazadas por ambos, Emilio se convirtió también en un gran escritor, gracias a que la antigua silla, que seguía siendo un lugar de inspiración para sus usuarios.
La historia se repitió, y la silla vacía se convirtió en un símbolo de la creatividad y la inspiración que se transmite a través de las generaciones.
¡Qué gran oportunidad para los que les gusta escribir y no saben cómo hacerlo!
La silla vacía está a la espera de que la ocupe en el café. Allí puedes tener la oportunidad de convertirte en el próximo escritor anónimo que logra la inspiración para escribir y alcanza la fama.
Si estas interesado, solo debes contactarme por mis redes sociales y con gusto te doy la dirección del negocio y nos tomamos un café juntos.
Alberto Vasquez.
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