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Cazadores del crepúsculo

Capítulo 2

El invierno no cedía.

El bosque seguía respirando su aliento blanco, como si la tierra durmiera bajo una cúpula de cristal opalino. Los días eran apenas suspiros pálidos y las noches, interminables ceremonias de sombra y bruma.

Aren avanzaba entre los abedules desnudos, su silueta recortada contra el brillo lechoso de la nieve. Arriba, siempre a cierta distancia, no tanto como para ser ausencia, no tan cerca como para ser dependencia, volaba Nocten, un trazo oscuro contra el velo del cielo frío.

Esa tarde, el viento arrastraba olor a agua estancada y ramas podridas: señal de que el bosque ocultaba algo débil, un animal que ya había sufrido. Aren bajó la cabeza, hocico al suelo, sus sentidos encendidos. Nocten descendió en un giro elegante, posándose en una rama quebrada, observando.

—Hoy hay hambre en las raíces —croó el cuervo, sacudiendo las plumas como quien se sacude un secreto.

Aren gruñó apenas, más un pensamiento que un sonido.

—El bosque rara vez ofrece presa sin motivo.
—O sin precio —añadió Nocten, clavando su mirada brillante en él.

Siguieron el rastro hasta un claro donde un venado joven cojeaba, la pata trasera derecha apenas soportando su peso. La respiración entrecortada, el pelaje mojado de sudor y nieve derretida, ojos abiertos con miedo y desconcierto. Aren evaluó la distancia: debía acercarse sin espantarlo, calcular el momento exacto para embestir.

Se movió lentamente, flexionando las patas traseras como resortes, cada músculo tenso. Nocten picoteaba suavemente al venado desde arriba, creando pequeñas distracciones, aleteando, haciendo crujir las ramas que obligaban al ciervo a girar levemente. Cada movimiento del cuervo era estratégico: lo guiaba, lo agotaba, lo acercaba al límite.

Aren se lanzó al ataque cuando la presa vaciló, clavando sus colmillos en el flanco izquierdo. El venado forcejeó, pateando, y Aren se ajustó, mordiendo y empujando, su respiración entrecortada dibujando nubes de vapor. La nieve bajo sus patas crujía, y cada rama rota añadía una pauta de alarma al bosque silencioso. Nocten graznaba con insistencia, picoteando al venado cada vez que se agitaba, asegurando que no se alejara demasiado.

Entonces, un segundo lobo emergió de las sombras, su pelaje oscuro mezclándose con la noche. Sus ojos brillaban con hambre y desafío. Se lanzó sobre el venado, hundiendo los colmillos en la misma presa que Aren ya sostenía.

Los lobos chocaron entre sí, empujando y mordiendo, dientes entrecruzados, hocicos abiertos, gruñidos graves y prolongados llenando el aire helado. Las patas golpeaban la nieve con fuerza, levantando polvo blanco, mientras ramas quebradas crujían bajo su peso. La sangre salpicaba la nieve, caliente y brillante contra el blanco impoluto.

Nocten no descansaba. Volaba entre ambos lobos, picoteando y graznando, distrayendo al intruso, clavando su mirada en él, obligándolo a separar la atención de la presa. Aren aprovechó los segundos que ganaba el cuervo, mordiendo con fuerza y apartando al competidor, cada músculo de su cuerpo tensado en un ballet brutal de supervivencia. El segundo lobo retrocedió un instante, jadeante, mientras la nieve se teñía de rojo y su respiración levantaba nubes de escarcha.

Finalmente, Aren se plantó firme, enseñando los colmillos y gruñendo con intensidad al otro lobo, un desafío claro que no cedería. El otro lobo dio un aullido frustrado y herido, desapareció entre los abedules y Nocten se posó de nuevo junto a Aren, picoteando suavemente la oreja de su compañero, un gesto de complicidad.

La noche descendió como un manto silencioso. El viento llevaba aroma a sangre, a madera quebrada y a piel caliente, y los cristales de nieve danzaban como luciérnagas congeladas. Aren lamió la sangre del venado, respirando profundamente, y miró a Nocten.

—Hoy no habría logrado esto sin ti —gruñó suavemente.
—Ni sin tu fuerza —replicó el cuervo—. Hay batallas que se ganan juntos.

El venado yacía quieto, la caza consumada y un entendimiento tácito surgió entre lobo y cuervo: la fuerza no siempre es suficiente, pero la cooperación, el cálculo y la sincronía hacen la diferencia entre la vida y la muerte.

No siempre prevalece quien ostenta la fuerza más visible; a veces, el triunfo se reserva para quienes saben sincronizar su paso con el latido del mundo, quienes escuchan los susurros del viento y la nieve y aprenden de ellos. En la danza del lobo y el cuervo, en el crujir de ramas y el roce de la nieve bajo las patas, la supervivencia se convierte en un canto de luces y sombras, un compás tejido con paciencia y complicidad.

Nocten planea sobre la escena, sus alas cortando el aire como notas de una partitura secreta, mientras Aren mueve sus músculos tensos, respondiendo a cada gesto, cada sonido, cada indicio de vida.

En ese instante, cada movimiento, cada aullido y graznido, cada mirada intercambiada, revela que la verdadera fuerza no reside en la presa conquistada, sino en el entendimiento compartido: en el arte de moverse juntos, de acompañar, de sostener y respetar el ritmo del mundo que habitan. Y en esa coreografía de sombras y destellos, incluso la ferocidad se vuelve poesía y la supervivencia un acto de armonía.




Texto agregado el 04-11-2025, y leído por 30 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
05-11-2025 Añade al lobo yar en la cazeria y la aventura. Cinco aullidos Steve
05-11-2025 Qué bueno cuento. Voy a leer la primera parte. misletras
05-11-2025 Coincido en que hay una buena recreación del ambiente del bosque. Me gustó mucho eso de los cristales de nieve como luciérnagas congeladas./Respecto de la cacería, parece cruel, pero de eso va la supervivencia de animales como los lobos; además hasta ahora sólo se ha tratado de alimentarse de un animal muerto en el otro relato, y uno herido en éste./El cuervo es un buen aliado. Gatocteles
05-11-2025 2. ...un vínculo, lo cual queda demostrado por la forma en la que el lobo comienza a dialogar con el cuervo. Lo anterior resulta ser fundamental para el desarrollo de la tercera parte. Me resulta muy interesante la interacción entre ambos. El cuero sabio, mesurado y el lobo distante que comienza a ser "domesticado". Te sigo... Gsap
05-11-2025 1. Tal como en la primera parte, tus descripciones me resultan de excelencia. Se comienza a crear una complicidad entre los protagonistas, me encantó la forma en la que haces posible que aquello suceda, tal como en la vida misma, hay un punto en el cual aquellos que forman parte de nuestra existencia se presentan como potenciales seres especiales, con los que se puede crear Gsap
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